Salud

Por qué el mal carácter facilita el infarto

Ramón Sánchez-Ocaña

Domingo 10 de marzo de 2024

6 minutos

Las personas más felices tienden a tener mejor salud

Por qué el mal carácter facilita el infarto
Ramón Sánchez-Ocaña

Domingo 10 de marzo de 2024

6 minutos

Las personas optimistas y felices presentan niveles más bajos de la llamada 'hormona del estrés', que en cantidades elevadas puede favorecer la hipertensión, la acumulación de grasa en el abdomen y disminuir las defensas. Es la conclusión más llamativa de un trabajo realizado en el University College London, y en el que participaron más de 3.000 individuos. Se comprobó, por ejemplo, que las mujeres que mostraron emociones más positivas tenían los menores niveles de dos proteínas que avisan de que en el cuerpo se ha producido una inflamación general, un problema que contribuiría con el tiempo, al desarrollo de enfermedades cardíacas o cáncer.

No es la primera vez que se llega a esta conclusión. Ya hay varias investigaciones que demuestran que las personas más felices tienden a tener mejor salud que aquellas que viven situaciones prolongadas de estrés o conductas pesimistas u hostiles.

Lo curioso es que mucha gente puede pensar que si están más sanos es porque son felices o si son felices es porque están más sanos. La realidad parece demostrar que es el optimismo es el que crea la salud por sí mismo y que, además, ese estado de ánimo facilita un estilo de vida más saludable. Por otra parte, la medición de esas proteínas en sangre sí parece demostrar que es el optimismo el que facilita la salud o –como concluye el estudio británico– las emociones positivas están asociadas con respuestas biológicas que protegen la salud del individuo.

 

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El mal carácter

Es un dato más que viene a corroborar que tener mal carácter es un riesgo no solo para el corazón, sino también para el cerebro. Está demostrado que el carácter influye en la salud. Pero es que se llega ya a considerar que el mal genio es un auténtico riesgo. Hay un estudio realizado nada menos que sobre 14.000 sujetos adultos que indica que los que tienden a enfadarse con más facilidad, tienen también un mayor peligro de desarrollar un infarto cerebral, aunque no tengan otros factores de riesgo.

Por otra parte, no es nueva la relación entre la personalidad agresiva y el riesgo de infarto de miocardio. Se puede deducir entonces que el mal carácter es un problema sanitario de importancia y que incide de manera directa en dos de los accidentes vasculares más graves: el ictus cerebral y el infarto.

Del estudio de los 14.000 adultos, que tenían entre 48 y 67 años, se extrajeron datos confesados por ellos mismos acerca de su personalidad. Después se estableció un seguimiento durante ocho años. Y la primera conclusión fue que enfadarse consigo mismo se podía relacionar con un ligero aumento del riesgo del accidente cerebral. Pero cuando además se sumaba el mal carácter, el riesgo se multiplicaba por 3 en relación a los que se podían considerar de carácter normal.

En cuanto a las razones, son varias las teorías que pueden esgrimirse: desde el incremento de la presión arterial, hasta el posible daño que las hormonas que se descargan con el genio pueden hacer a las paredes de los vasos.

Personalidad agresiva e infarto

Desde hace tiempo se vienen acumulando datos acerca de la agresividad y el infarto. Hace ya tiempo, dos cardiólogos americanos (Friedman y Roseman) llegaron a definir una personalidad –de tipo A, la llamaron– que era la candidata a sufrir el ataque coronario. Es el tipo A el que representa la lucha permanente por conseguir de todo y cuanto antes. Este patrón de conducta ha de tener tres componentes básicos: la velocidad e impaciencia, mucha implicación laboral y hostilidad.

Y lo cierto es que todos los estudios confirman que este tipo de personalidad supone un riesgo de la misma magnitud que los otros factores más conocidos, como el tabaquismo, la hipertensión, el colesterol o la falta de ejercicio.

Esta personalidad, este patrón A, como recogía la Fundación Española del Corazón, tiene unos rasgos muy definidos

- Hostilidad: irritabilidad, cólera fácil (tener arrebatos,“prontos”), rabia inhibida, cinismo, suspicacia, desconfianza, lenguaje explosivo y vigoroso. Contractura del entrecejo, y de las mandíbulas, gestos bruscos, golpes en la mesa...

- Implicación laboral: profundo sentido del cumplimiento, dificultad para delegar, carencia de aficiones extraprofesionales, incapacidad de relajación durante el ocio, sentido de culpabilidad cuando no se hace nada. Laboradicto.

- Velocidad e impaciencia: sensación de falta de tiempo para hacer todo lo que se quiere, o todo lo que se cree que se debe hacer. Aceleración en las actividades diarias y normales (comer deprisa, andar deprisa, correr para no hacer nada; o hacer nada, pero corriendo). Irritabilidad ante el más mínimo retraso, sentido exagerado de la puntualidad...

- Otros rasgos de fondo: no aceptación de las necesidades de dependencia. Siempre se pregunta “por qué tengo yo que aguantar...”. Necesidad de dominar múltiples situaciones externas debido a una cierta inseguridad de fondo. Incapacidad para decir que no, sensación crónica de insuficiencia o de cierto fracaso; autoestima muy vulnerable por un sentido exagerado de autoexigencia. Perfeccionista, pensamiento maximalista (ley del todo o nada), sentido exagerado de la seriedad...

Quien, con este patrón, si además fuma, o bebe una copa de más, no vigila su colesterol, no sabe cuál es su tensión o no hace el más mínimo ejercicio físico, puede ir pensando en cambiar de hábitos vitales. Y desde luego en llamarse a sí mismo a la calma.

El control del mal carácter mejora la salud cardiovascular. Y los “geniudos” tendrán que hacer ejercicios para dominar los enfados y disminuir así el riesgo cerebral.

Sobre el autor:

Ramón Sánchez-Ocaña

Ramón Sánchez-Ocaña

Ramón Sánchez-Ocaña (Oviedo, 1942) es miembro del Comité Editorial de 65Ymás. Estudió Filosofía y Letras y es licenciado en Ciencias de la Información. Fue jefe de las páginas de Sociedad y Cultura de El País, y profesor del máster de Periodismo que este periódico organiza con la Universidad Autónoma de Madrid. 

En 1971 ingresa en TVE. En una primera etapa se integra en los servicios informativos y presenta el programa 24 horas (1971-1972). Entre 1972 y 1975 continúa en informativos, presentando el Telediario. No obstante, su trayectoria periodística se inclina pronto hacia los espacios de divulgación científica y médica, primero en Horizontes (1977-1979)​ y desde 1979 en el famoso Más vale prevenir, el cual se mantiene ocho años en antena con una enorme aceptación del público.

Tras presentar en la cadena pública otros dos programas divulgativos, Diccionario de la Salud e Hijos del frío, fue fichado por Telecinco para colaborar primero en el espacio Las mañanas de Telecinco y posteriormente en Informativos Telecinco.

Es colaborador habitual de radio, periódicos y revistas, y autor de una veintena de libros, entre los que destacan Alimentación y nutrición, Francisco Grande Covián: la nutrición a su alcance, El cuerpo de tú a tú: guía del cuerpo humano, Guía de la alimentación y Enciclopedia de la nutrición

En 2019 entró en el Comité Editorial del diario digital 65Ymás, en el que colabora actualmente.

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