Teresa Rey
Preguntas
Consejos para afrontar la agresividad en personas mayores
Hay que buscar la causa de la alteración, analizarla y tratar de mantener siempre la calma
La ira, el enfado o la irritabilidad son emociones básicas del ser humano. Forman parte de su engranaje emocional, al igual que otras: la alegría, el miedo, la tristeza… Pero ¿qué ocurre cuando esa furia se desborda y se transforma en agresividad? A los mayores les puede ocurrir dentro de distintos contextos y es por ello que conviene conocer las distintas facetas que conlleva esta reacción y cómo actuar en cada caso.
Por qué aparece la agresividad
A medida que se hacen mayores algunas personas experimentan cambios en su personalidad y en su forma de ver de las cosas. La tristeza, el aislamiento o la soledad pueden favorecer que en momentos tensos manifiesten cierta agresividad e incluso violencia. A veces estas actitudes desconciertan a quienes conviven con ellos o a sus amigos y familiares.
Hay varios motivos que desencadenan este cambio al margen del desarrollo de algunas demencias o el alzhéimer. La sensación de sentirse inútiles, la dependencia o falta de autonomía, la pérdida de algunas capacidades, el no aceptar el cambio o el momento presente, influyen en una agresividad antes no presente en estos individuos.
Habrá que analizar con qué frecuencia se suceden los intervalos de ira y si son o no muy agresivos. En ocasiones estas personas además de gritar o usar la expresión verbal para agredir pueden protagonizar episodios más violentos que impliquen daños materiales o incluso a personas o animales.
Entre las manifestaciones físicas que se experimentan junto a la agresividad destacan palpitaciones, temblores, hormigueo o dolor en el pecho.
Cómo gestionarla
En estos casos, la mejor manera de gestionar la irritabilidad es tratar de hablar con los mayores que se muestran así. Hay que ponerse en su situación y hacerles ver que no están solos, que siempre contarán con compañía y, por supuesto, intentar de aumentar la confianza en ellos mismos.
Para poder ayudar en estos casos, lo primero que debemos pensar es que el mayor que actúa así contra nosotros no lo hace porque nos haya tomado manía de pronto. Si eres el cuidador de esa persona y ya sabes el posible motivo de esos arrebatos, es recomendable que analices por qué ha llegado a este estado anímico y que te afecte lo menos posible porque que la agresividad mejore depende en parte de cómo gestiones la situación.
Lo mejor en esos momentos es ignorar cómo se ha puesto tu interlocutor. Puedes intentar distraerle llevando la conversación por otros derroteros, de tal modo que se olvide lo que le ha alterado, y esto conseguirá que se calme.
Como uno de los sentimientos que desencadena esa ira es el hecho de no sentirse útil, hazle ver todo lo contrario, que no se tiene que sentir así. No hay motivo para ello, pues es una persona necesaria para la familia y para su entorno, que tiene mucho que ofrecer aparte de lo que ya aporta como una persona experimentada de la vida. Lo importante es que no se sienta frágil y que a la vez perciba que todavía tiene cosas que aportar.
Si llega un punto en que la posibilidad de razonar resulta complicado, es mejor no insistir porque esto puede ser peor y volverlo a alterar. Es posible que le resulte complicado entender algo que a lo mejor es totalmente nuevo para él, por lo que contradecirle supondrá que se enfade de nuevo y esto no nos interesa.
Tal vez puedes intentar animarlo para que se apunte a alguna actividad que le ayuda a relejarse, como técnicas de respiración o incluso hacer yoga, siempre y cuando le guste y no se sienta obligado.
Como última opción, si vemos que la irritabilidad aumenta y se produce con más frecuencia de lo normal y no la podemos controlar, lo aconsejable es que acudamos a un psicólogo que nos ayude a manejar esta circunstancia.
En el alzhéimer
En las personas con alzhéimer los cambios de personalidad son habituales. Las células cerebrales van muriendo y esto provoca que los afectados no se comporten del mismo modo y experimenten alteraciones en su comportamiento.
Cuando un enfermo de alzhéimer, presenta este comportamiento alterado se deben evaluar las causas que lo han propiciado. Muchas veces obedece a circunstancias ambientales como un ruido desagradable, un malestar físico como tener frío o ganas de orinar, algún dolor físico o problema de salud adicional o incluso los delirios o alucinaciones propios de este trastorno cerebral. Así pues, en estos casos hay que realizar una valoración completa teniendo en cuenta estos aspectos y a continuación tomar medidas que las tengan en cuenta.
Entre las actuaciones no farmacológicas que recomiendan los expertos para abordar a pacientes agresivos con esta patología destaca el evitar una confrontación, permanecer tranquilos para no aumentar el clima adverso, dirigirnos al enfermo con un tono de voz pausado y suave, y procurar no emplear un lenguaje verbal amenazante. Si logramos mantener un contacto visual y también les tocamos suavemente en plan conciliador, con tranquilidad, podremos conseguir que se calme. Nunca se debe recurrir a ningún tipo de violencia, y si le podemos distraer y llevarle a un lugar apartado si procede para que se sosiegue, deberemos hacerlo con paciencia para controlar finalmente al afectado.