Ignacio Casanueva
Ignacio Casanueva es redactor especializado en temas de tecnología y salud.
… saber más sobre el autorLa primera impresión es muy importante. Son suficientes décimas de segundos para que nos hagamos una idea de la otra persona al poner los ojos sobre ella, y viceversa. En esa fracción de segundo habremos decidido si somos confiables, líderes, competentes… Unos prejuicios que, sin querer, se han formado y que determinarán ciertos aspectos de la vida.
Por ello el cuidado de la imagen es un tema tan importante en la sociedad. Para saber qué facciones son las que mejor impresión dan se han realizado estudios como el de la Royal Society Open Sciente. En ’La belleza está en la codificación eficaz del espectador’, podemos comprobar que son las caras sencillas las más fáciles de procesar por nuestro cerebro, de modo que resulten más placenteras para el receptor.
Entre los rasgos que mejoran nuestra imagen han destacado que la simetría es la clave. A su vez en todas las culturas se detallan que la hermosura es sinónimo de tener ojos grandes, nariz pequeña, cejas altas y una cara simétrica.
Este procesamiento mental se arraiga en los comienzos de nuestra especie, cuando nuestros cerebros estaban programados a nivel del subconsciente para etiquetar una cara con rasgos inusuales como perteneciente a una persona que no goza de buena salud. No tener buena salud era sinónimo de problemas en la descendencia, por lo que se evitaba la reproducción con esa persona.
Por ello la simetría y no poseer un aspecto excéntrico o un defecto vistoso indicaban que la persona no había padecido una enfermedad grave y además poseía un sistema inmune fuerte, lo cual garantizaba la supervivencia ante enfermedades infecciosas. Esto era un seguro de vida para la descendencia, ya que por una parte certifica un cuidado largo y seguro (los padres tienen menos probabilidad de morir de enfermedad), y por otra parte, aseguraba que los "genes buenos" que poseen los progenitores pasen a los hijos, haciendo que éstos sean sanos y resistentes al igual que sus padres.
Por tanto, si queremos dar una buena impresión, debemos aligerar nuestro aspecto en todo lo posible, minimizando los detalles que aportan información extra y retocando aquellos aspectos como ojos, cejas y labios por ejemplo para dar simetría al rostro.
Y es que la belleza es subjetiva, pero no podemos hacer nada contra la herencia de la evolución y los prejuicios que con ella pueden llegar.