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Las lentes de contacto, popularmente conocidas como lentillas, se inventaron a finales del siglo XIX. El responsable fue el médico suizo Adolf Eugen Fick que en 1888 las desarrolló a partir del vidrio, lo cual no resultaba ni demasiado cómodo ni tampoco práctico. Desde entonces la tecnología aplicada a las lentillas no ha dejado de evolucionar. En los años 30 la aparición de los plásticos supuso toda una revolución, como también lo fue a principios de los 70 la utilización de la gelatina y, a finales del siglo pasado, la invención de las lentes de contacto desechables. Hoy en día son absolutamente cómodas, eficaces y versátiles, pero aún hay actos cotidianos como ducharse o bañarse que no deben hacerse con ellas puestas.
La revista Gizmodo ha publicado un reportaje en el que desde el Academia Estadounidense de Oftalmología, el doctor Howard R. Krauss advierte que no es conveniente ducharse o nadar con lentillas porque estas son como esponjas y retienen bacterias, amebas, virus y sustancias tóxicas que pueden resultar nocivos para los ojos.
En el mismo sentido, el doctor Benjamin Bert, advierte que el agua de piscinas y jacuzzis suele contener un parásito llamado acanthamoeba capaz de producir graves infecciones oculares e incluso ceguera. Se trata de una bacteria, que también puede estar presente en el agua del grifo, estanques, ríos y lagos y ríos, que una vez incrustada en la lentilla puede llegar a la córnea y atacarla. Según Berth, el 80% de los casos de queratitis por acanthamoeba los padecen personas que utilizan lentes de contacto lo que demuestra que este colectivo padece un mayor riesgo de contraer esta enfermedad, que por suerte no es muy habitual, cuyos síntomas son dolor intenso, sensibilidad a la luz y visión borrosa.
Por su parte, el doctor Krauss mantiene que después de haberse bañado con lentillas lo más apropiado es reemplazarlas por unas nuevas y si no son desechables conviene limpiarlas concienzudamente. Y algo muy importante, es peligroso dormir con lentillas después de haberse bañado a duchado porque al cerrar los ojos la córnea no recibe oxígeno y el riesgo de infección llega a multiplicarse por 14.