La Universidad de Harvard define la reserva cognitiva como "la capacidad de tu cerebro para improvisar y encontrar formas alternativas de realizar un trabajo". Este concepto es especialmente importante cuando hablamos de deterioro cognitivo porque tal y como señala un estudio publicado en la Revista Española de Geriatría y Gerentología, esta disposición ayuda a tolerar mejor los efectos de la "patología asociada a la demencia, es decir, para soportar mayor cantidad de neuropatología antes de llegar al umbral donde la sintomatología clínica comienza a manifestarse".
Este concepto se originó en la década de 1980, cuando un grupo de investigadores se dieron cuenta al realizar la autopsia a individuos, sin síntomas aparentes de demencia, se les encontró síntomas de la enfermedad de Alzheimeravanzada. La conclusión a la que llegaron es que estos síntomas no se manifestaron porque "tenían una reserva cognitiva lo suficientemente grande como para compensar el daño y continuar funcionando como de costumbre".
Desde entonces, diferentes investigaciones han demostrado que las personas con mayor reserva cognitiva tienen más probabilidades de evitar los síntomas de los cambios cerebrales que se asocian con la demencia y otras enfermedades como el párkinson, la esclerosis múltiple o un derrame cerebral.
"Una reserva cognitiva más sólida también puede ayudarle a funcionar mejor durante más tiempo si está expuesto a acontecimientos inesperados de la vida, como estrés, cirugía o toxinas en el medio ambiente", añaden desde Harvard.
Reserva cerebral vs reserva cognitiva
Sabiendo ya lo que es la reserva cognitiva, desde el Centro de diagnóstico e intervención neurocognitiva, han explicado la diferencia que existe con la reserva cerebral, que es aquella propiedad que nos viene dada por factores biológicos y genéticos, que depende del volumen cerebral, el número de neuronas y la densidad sináptica.
En otras palabras, la reserva cerebral depende de nuestras capacidades innatas y de la predisposición genética, y la cognitiva se puede ir ejercitando a lo largo de nuestra vida a través de conocimientos adquiridos y experiencias vividas.
La reserva cognitiva es un amortiguador para el cerebro y el sistema nervioso, y es capaz de protegerlos de los daños, aumentando la plasticidad del cerebro para que pueda adaptarse a ellos. Cuanta más reserva cognitiva tenga, mayor será la capacidad de recuperarse.
Actividades diarias para aumentar la reserva cognitiva
1. Leer. Es una de las actividades que más favorecen la estimulación porque favorece la concentración, ejercita la memoria y alimenta la imaginación.
2. Jugar. Otra herramienta para entrenar diferentes habilidades cognitivas son los juegos de mesa como el cálculo, la memoria reciente, la lógica, la capacidad de planificación, el vocabulario o la creatividad.
3. Aprender. El saber no ocupa lugar y es más, todo lo que sea aprender algo nuevo nos ayudará a fortalecer nuestra actividad cognitiva.
4. Retos. Poner a prueba a nuestro cerebro con cosas que requieran poco esfuerzo también ayuda.
5. Crear rutinas nuevas ayudan a crear nuevas conexiones neuronales.
Sobre el autor:
Laura Moro
Laura Moro es graduada en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la Universidad Carlos III de Madrid, y está especializada en temas de salud y género. Su trayectoria profesional comenzó en Onda Cero Talavera.