Rosa Roch
Rosa Roch es redactora especializada en temas de salud, alimentación y gastronomía.
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Desde hace unos días, circula por WhatsApp un video donde un hombre, vestido con bata blanca (parece que esto da más credibilidad a las palabras), que aconseja pegar un salvaslip en la parte interior de una mascarilla quirúrgica, con el fin de aumentar su capacidad de protección y hacerla más eficaz ante el SARS-Cov-2. Señala que haciendo esto, además de proteger al prójimo de una posible infección por coronavirus a través de nuestras secreciones nasales o saliva, nosotros también quedaríamos protegidos de contagiarnos por parte de quien no lleve mascarilla. Ya que al incorporar el salvaslip tendríamos esta doble barrera frente al virus.
El uso de mascarillas quirúrgicas e higiénicas como las que se puede comprar en las farmacia con la tarjeta sanitaria, evita que quien la lleve pueda contagiar a otras personas, pero no nos protege frente a una posible infección por parte de quien no la lleva, ya que no filtra el aire que entra en la mascarilla. Hasta aquí lo único cierto del vídeo.
Incorporar un salvaslip a la mascarilla, no la convertiría en una mascarilla FPP2 como se afirma en el vídeo; lo único que haría es dificultar la entrada del aire, no filtrarlo; pues lleva una tira de plástico y pegamento que impediría respirar con facilidad y, como asegura Fernando Usera, investigador del Servicio de Bioseguridad del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC) @CNB_CSIC a Maldita, se seguiría “sin asegurar un cierre adecuado entorno a la zona buconasal del portador de la mascarilla, por tanto no creo que se consiga una mayor protección”, pues el aire saldría por los márgenes de la mascarilla perdiendo o disminuyendo su función: filtrar el aire de la persona que la lleva para frenar la propagación del virus.