Tener hambre no es más que una señal de nuestro cuerpo ante la necesidad de este para reponer nutrientes. Esto no significa, que cada vez que tengamos hambre nuestro cuerpo esté falto de nutrientes. A veces, esa sensación no se corresponde con el hambre real.
Tener estos ataques de hambre puede responder a un sinfín de razones, a veces de lo más insospechadas: falta de luz natural, dormir mal o poco, demasiado estrés en el día a día, o los aditivos de algunos alimentos que consumimos.
Para controlar estos ataques a deshoras, puedes poner en práctica alguno de los consejos que te detallamos a continuación:
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Bebe: En ocasiones se confunde la necesidad de beber con el hambre, y esto provoca que acabes comiendo de más cuando en realidad lo que requiere tu cuerpo para funcionar es agua y no alimento sólido. Además una forma de evitar pasarnos a la hora de la comida, es beber agua una media hora antes de empezar. La ingesta de líquido produce una sensación de saciedad.
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No evites la luz natural: Es en otoño e invierno cuando el cuerpo nos pida comer platos más contundentes que en verano. Varios estudios han demostrado que solo una hora más de luz natural al día reduce la necesidad de comer alimentos calóricos.
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No tener comida delante: Está claro que tener alimentos apetecibles a la vista o ver cómo se preparan puede empujarte a que los consumas sin más aunque no tengas hambre. Así que evita rodearte de comida y guarda los alimentos en armarios, despensas o cajones fuera de tu vista.
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Vitaminas y minerales para los nervios: Cuando pasamos periodos de estrés o tenemos los ánimos bajos, se despierta el hambre emocional. Éste te lleva a comer comisa sin medida, muy calórica, aunque ya estés saciado. Para no llegar a eso, sigue una dieta equilibrada rica en alimentos que contengan vitamina B6, ácido fólico y triptófano. Estos nutrientes favorecen la producción de serotonina, un neurotransmisor que es clave especialmente en aquellas personas que devoran justamente cuando no están bien anímicamente
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Usa la Escala del Hambre: Esta estala nos ayuda a diferenciar el hambre físico de aquel que solamente pasa por nuestra cabeza. Funciona de la siguiente manera: cuando tengas ganas de comer, aunque ya hayas comido, señala en qué punto te sientes entre el 1 y el 10.
- Muy hambriento y débil
- Irritado y ansios
- Bastante hambrientao, el estómago “suena”
- Con algo de hambre
- Ni hambriento ni lleno
- Algo llen pero comería más
- Llena. Ya no tengo hambre
- Un poco incómodo por haber comido de más
- Lleno y pesado
- Me duele la tripa de comer
Si superamos el 5, es razonable que nuestras ganas de comer sean psicológicas, en tal caso no debemos acercarnos a la nevera.
Comer es una necesidad vital, para muchos un placer. Pero todos los placeres se disfrutan más cuando son menos rutinarios y sabemos que nos lo hemos ganado.