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Se ha llevado a cabo una revisión publicada en 'Frontiers of Medicine' que ha analizado de manera exhaustiva estudios de los últimos 10 años relacionados con la enfermedad de Alzheimer (EA). Se ha recogido que la detección precoz, en sus etapas preclínicas, es importante para prevenir el daño neuronal irreversible y realizar una intervención eficaz.
Los predictores tempranos de la enfermedad
Se han analizado diversos signos no cognitivos que pueden indicar la aparición del alzhéimer, como síntomas conductuales y psicológicos, trastornos del sueño, deterioro sensorial y cambios físicos.
Se sugiere que estos signos, aunque no son definitivos, podrían servir como predictores tempranos del deterioro cognitivo. También destaca el papel y la influencia del microbioma intestinal, junto con el potencial de los biomarcadores sanguíneos en el diagnóstico temprano.
A su vez, analiza en profundidad signos no cognitivos específicos, incluidos los síntomas conductuales de la demencia, las alteraciones del ritmo circadiano o las alteraciones sensoriales.
El trabajo señala la correlación entre estos síntomas y los cambios patológicos en la enfermedad, lo que sugiere una interacción compleja entre los signos tempranos y la progresión del alzhéimer.
La correlación entre los síntomas no cognitivos y los cambios patológicos es un punto clave de discusión. Llama la atención la relación bidireccional entre los trastornos del sueño y la EA, y la asociación entre los deterioros sensoriales y las regiones cerebrales afectadas en las primeras etapas.
Los avances en la investigación y el diagnóstico
Asimismo, la revisión subraya los avances en la investigación de biomarcadores, con especial atención a la neuroimagen, los marcadores sanguíneos, la metabolómica, el microARN exosomal y el papel potencial de los patógenos y la desregulación endocrina.
Respecto a esto, se sugiere que estos biomarcadores, cuando se integran, podrían mejorar significativamente la detección temprana y el manejo de enfermedades.
Además, se detallan los cambios históricos en los enfoques de diagnóstico, que muestran cómo se ha pasado desde la dependencia de la evidencia clínica, a la incorporación de indicadores biológicos.
Se describe la evolución de los criterios y el impacto potencial de la inteligencia artificial en el descubrimiento de nuevos biomarcadores mínimamente invasivos.
El artículo concluye con una serie de preguntas que resaltan la necesidad de más investigaciones sobre el uso de manifestaciones no cognitivas como indicadores tempranos, la relación entre estos síntomas y la patología subyacente de la EA, y el potencial de integrar estos indicadores con biomarcadores de biofluidos para mejorar la precisión diagnóstica.