Si por algo se ha caracterizado 65YMÁS desde el comienzo de su andadura allá por febrero de 2019 es por su contacto directo con vosotros, los lectores. Vuestra voz en el diario está representada a través de diferentes vías, pero, sin duda, las cartas a nuestra directora, Ana Bedia,se han convertido en el vehículo preferido para hacernos llegar vuestras opiniones, preocupaciones, experiencias personales, sugerencias, dudas, denuncias o, en definitiva, cualquier circunstancia que queréis comunicar. Prueba de ella es que sólo en 2022 hemos recibido más de 10.000 cartas a nuestro buzón virtual.
Las pensiones y, en especial, las injustas penalizaciones a la jubilación anticipada para las largas carreras de cotización han sido el tema estrella de las cartas recibidas. Pero ha habido muchos más asuntos recurrentes en estas misivas. Desde la exclusión financiera y la dificultad para realizar todo tipo de trámites administrativos por culpa de la digitalización, hasta la preocupación por la atención sanitaria o la situación económica, pasando, como no, las residencias de mayores, los viajes del Imserso, quejas relacionadas con servicios (luz, gas, telecomunicaciones...), el edadismo en diferentes ámbitos o la reivindicación de la experiencia y puesta en valor de lo que significa ser mayor.
Vuestras cartas han sido leídas por miles de personas, como así lo atestiguan los numerosos comentarios que tienen muchas de ellas y el hecho de que sea una de las secciones más consultadas del diario, sumando 10,5 millones de visitas en este 2022.
Paulino González, al cual entrevistamos, Fernando Marín, Josep Pagès, Luis Ortiga, José María Gómez Claro, Julio Méndez, José Cambrils o Manuel Barrera, entre otros, han sido algunos de los contribuidores habituales en estas cartas al director, pero hay cientos de nombres más –muchos de los cuales que, por desgracia, nunca llegan a ver la luz– que hacen con sus aportaciones un diario mejor. A todos vosotros os agradecemos vuestras cartas y esperamos seguir recibiendo muchas más en este 2023.
Para hacerlo, ya sabes que sólo tienes que entrar en este enlace. En nuestra página web, puedes leer los nuevos escritos publicados en el apartado de Cartas al director, dentro de la sección de Opinión.
A continuación, y para poner el broche a un año lleno de cartas, reproducimos 12 que sirven como resumen de este 2022:
El tiempo pasa, pero nos queda el recuerdo
JOSÉ CAMBRILS SENDRA
A veces no nos damos cuenta de cómo el tiempo se nos ha ido pasando y cuando miramos atrás para recordar, solo encontramos los recuerdos de una larga vida llena de trabajo, de amigos y de situaciones que marcaron nuestra vida. Unas veces con acierto y otras con errores, pero la vida es así. Conoces durante tu vida a miles de personas, pero al final nos acordamos de muy pocas.
Hay muchas personas con las que seguramente hayamos pasado algún pequeño y agradable momento, bien sea en el aspecto familiar, laboral, o en la vida social y de amigos. Cada vez nos acordamos menos de ellas y con el tiempo pasan a ser solo caras conocidas.
Los amigos de la infancia, nuestros primeros amores, los compañeros de trabajo, nuestros vecinos, los nuevos familiares... Son personas que llegaron a nuestra vida sin avisar y algunas de ellas nos tendieron la mano y supieron bien aconsejarnos, y hay quienes estuvieron en los momentos cuando más los necesitábamos y todo a cambio de nada, esas son las que siempre vamos a recordar.
Con el tiempo, algunas personas se nos olvidan, pero de vez en cuando aparecen en nuestra memoria como una estrella fugaz. Otras permanecieron a nuestro lado compartiendo las penas y alegrías. Esas nos dejaron su huella y las tenemos en nuestra mente gran parte del tiempo. Sonríes, lloras y vuelves a pensar en ellas y por eso a veces nos gusta recordarlas.
Nunca una persona es eterna en nuestra vida. Las personas son pasajeras, con el billete a punto para marchar. Es difícil mantenerlas siempre a nuestro lado por mucho que nos esforcemos. El tiempo pasa y con él unos vienen y otros se van, es ley de vida.
Fin de la medicina preventiva al cumplir 70 años
ROSA LLOPIS
Esta carta es para denunciar, que cuando se cumplen 70 años, ya estas fuera del sistema de prevención de la Sanidad Pública. En concreto, el protocolo para la detección precoz del cáncer de mama, empieza a los 50 años. Cada dos años te hacen una mamografía, y así hasta que cumples 70 años. Momento en el que te avisan que ya estás fuera y que acudas a tu médico si lo necesitas.
En el protocolo de detección precoz del cáncer de colon participas a través de un muestreo de sangre oculta en heces. Pero cuando cumples 70 años ya se te comunica ,que ya estás fuera, por la edad. Me parece indignante, ¿por qué esta discriminación por nuestra edad?
Manifesto a través de esta carta mi más enérgica protesta y pido a las autoridades sanitarias que no nos excluyan de estos protocolos de prevencion por nuestra edad, puesto que los necesitamos y nos los merecemos. Porque la salud es lo más importante aunque se haya cumplido 70 años.
Señores, ¡cómo está el patio!
JULIO MÉNDEZ MENÉNDEZ DE LLANO
¿Recuerdan a Felipito Tacatún? Era un personaje creado por Joe Rígoli, que era inasequible al desaliento. Apareció por la TVE allá por finales de los años 70. Pues esa es la actitud de los jubilados si queremos vivir con una cierta dignidad nuestra condición de pensionistas, ganada a pulso y por derecho, consecuencia de unas condiciones pactadas.
Cada día vamos a peor. Los bancos, todas las Administraciones (local, provincial, autonómica, estatal), los organismos autónomos, la sanidad pública, las eléctricas, las telefónicas, las grandes empresas, etc., etc., nos consideran una especie de “resto” social al que hay que soportar, con la paciencia y la seguridad de que, poco a poco, iremos desapareciendo. Tienen que aguantar esencialmente a los mayores de 70 años, quienes tienen más dificultades en el mundo digital y a aquellos con menos edad que por sus profesiones no han necesitado, y desconocen, la utilización de la informática para sobrevivir en esta selva.
En un primer momento hubo muchas buenas palabras en relación con la denominada brecha digital. Nos dijeron que se respetaría y ayudaría a las personas mayores con dificultades para manejarse a través de los medios informáticos, que se abrían puertas específicas para escuchar y resolver personalmente todas las dudas que fuesen apareciendo. Lo hicieron porque hubo presión social, por nuestra parte y fueron conscientes de que hay en España más de 9 millones de pensionistas. En el momento que la presión aflojó, volvimos todos a la línea de salida.
Y ahí estamos. Con plataformas, concentraciones, manifestaciones, con paciencia, con serenidad, en silencio (porque “somos invisibles”), llegando hasta donde podemos o nos dejan, con muchas personas mayores, muchísimas, sobre todo jubilados, esforzándose en informar a todos los afectados, en trasladar nuestras inquietudes a los organismos, instituciones, empresas, etc., a las que podemos llegar, cada uno dentro de sus posibilidades. Pero eso sí, cada uno por su lado. A pesar de los intentos de unión, desde hace años y años… ¡Qué individualistas somos! Estamos repletos de reinos de taifas.
Y ahí estamos, viendo y viviendo la soledad no deseada de muchas personas mayores, viendo las dificultades económicas de muchos pensionistas para poder comer todos los días, y siendo testigos de las muchísimas pensiones que son el apoyo económico para que puedan salir adelante hijos o nietos, viendo como se hace el vacío social los mayores, especialmente a los más vulnerables, a las viudas, o a quienes tienen menos formación, a aquellas personas que humildemente se callan, dan la vuelta y vuelven a sus casas…
Es entendible que cada uno tenemos nuestra vida, nuestras obligaciones, nuestras aficiones, nuestros compromisos. Pero hay algo cierto y que reitero por enésima vez, si no somos capaces de unirnos, de caminar juntos, de defender aquello que hemos ganado a lo largo de nuestra vida, si no tenemos la capacidad de dejar a un lado las banderas, las siglas, las ideologías y defender nuestros derechos, terminaremos perdiéndolos. Siempre fue así, lo que se abandona, lo que no se cuida, se pierde.
Sobre "ancianas", viralización de "motoabuelis" y edadismo
FERNANDO FERNÁNDEZ-GIL DOMINGO
Al parecer, se ha viralizado un tiktok en el que un grupo de usuarias de una residencia aparecen bailando al ritmo de la canción de una artista de moda. Tengo sentimientos encontrados ante esta noticia, y voy a intentar explicarme lo mejor posible. Allá va:
Por una parte, me alegra que se haya viralizado con tanta fuerza un vídeo protagonizado por personas mayores, teniendo en cuenta la poca presencia en medios audiovisuales que tiene este grupo de población; y me alegra además que haya sido un vídeo con un enfoque positivo, que hace frente a algunos de los sesgos edadistas más extendidos: las personas mayores son unas aburridas, ya no saben divertirse, son unas rígidas, no entienden de las nuevas tendencias musicales ni entienden de tecnología, etc… por lo que puede parecer que este vídeo tiende un puente hacia el entendimiento entre mayores y jóvenes.
Pero, por otra parte, me inquieta. El vídeo ha recibido más de un millón y medio de visitas. No por sus alardes técnicos, su gran originalidad o su impecable guion, sino porque aparecen personas mayores disfrutando y bailando una canción de moda. Es un vídeo que se ha viralizado porque nos muestra algo que consideramos inusual, algo que consideramos que es la excepción de la norma impuesta por los sesgos edadistas mencionados antes.
Si las personas mayores tuvieran una mayor presencia y peso en los medios, por medio de una visión más realista y positiva, libre de tópicos edadistas, y mostrándonos lo que realmente son (el grupo de población más heterogéneo y diverso que existe), vídeos como este no se harían virales, porque lo tendríamos asumido como algo normal (¡Sí, las personas mayores también bailan al ritmo de las cantantes de moda!)
¿Y si el tiktok hubiera sido a la inversa? Es decir, uno en el que personas jóvenes participan en actividades que son de patrimonio de todo el mundo y las practican personas de todas las edades, pero que las relacionamos específicamente con personas mayores. Por ejemplo, jóvenes bailando chotis, o jugando al mus. ¿Tendría la misma repercusión? ¿Se viralizaría o, por el contrario, no pasaría, como mucho, de las diez visitas?
Mientras los jóvenes tienen toda la vida por delante para aprender y experimentar, otro sesgo edadista nos dice las personas mayores ya no aprenden, ni experimentan, ni se adaptan a los nuevos tiempos. Hasta hay personas mayores que se lo creen, y por ello ya ni aprenden, ni se adaptan. Así de arraigado está el edadismo.
Queda mucho por hacer.
#StopEdadismo
Digitalización sí, pero en su justa medida
FERNANDO NICOLÁS
Llega un día y se empieza a hablar de golpe de digitalización, principalmente en sectores como el bancario, los seguros, la administración pública, y va y se nos vende como una ventaja, como un privilegio, como un regalo. En ciertos casos lo es, pero en otros muchos este regalo está envenenado.
Ningún banco, ni empresa, ni la administración, tienen por qué obligarnos a tener un móvil de última generación o un buen ordenador. Y aún teniéndolo, no podemos ser nosotros quienes gestionemos sus obligaciones y hagamos su trabajo.
La digitalización debe ser la alternativa y el complemento a la tan imprescindible y obligada buena atención personal a clientes y a ciudadanos. Y si no se da, solo cabe la queja y la reclamación contundente y por escrito.
Amas de casa, las eternas olvidadas
ELENA OVIEDO
Desde mi sillón, una vez que hemos cenado, recogido y fregado los platos, pienso en mi vida. Estudié y me esforcé. Acabé mi carrera, me casé y tuve hijos. Mi marido trabajaba y yo lo hacía en mi casa, donde fui enfermera, cocinera, maestra, asesora, psicóloga, amante, economista y, sobre todo, madre.
Ahora parecemos invisibles. Nada hicimos y a nada tenemos derecho porque no recibimos una nómina. Yo no tuve ayuda de nadie, quedé cuidando de mi casa y mis hijos. En mi pueblo no había apenas trabajo y menos para las mujeres. No me arrepiento, me dediqué a ello en cuerpo y alma, pero me gustaría no ser humo que se diluye. Por mí y por todas las miles de amas de casa que han dado todo sin pedir nada.
Si eres mayor, ya no sirves para trabajar
ANNA JULVEZ
¿Qué personas tienen derecho a un trabajo? ¿Solo los jóvenes? ¿Qué pasa con los o las que tenemos una edad entre 50 y la edad de jubilación? ¿Tenemos derecho a un trabajo o solo servimos para dar consejos?
No nos quieren dar trabajo y considero que trabajamos más y mejor que muchos jóvenes. Somos responsables, no tenemos por costumbre pedir una baja cada dos por tres y, aún así, nos rechazan porque somos mayores y nos tenemos que conformar con una paga de 463 euros hasta la jubilación. Vivir rozando la pobreza sabiendo que aún tienes fuerzas para realizar un trabajo que por lo menos esté mejor remunerado y poder vivir dignamente.
A veces me preguntan: "¿Vas de vacaciones?". Irónicamente respondo: '"¿Y eso que es ?". Realmente todo esto da pena.
Una mancha negra en nuestra conciencia colectiva
JOSÉ MARÍA GÓMEZ CLARO
El 15 de junio es el Día Mundial de la Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez. Es una fecha oficial de la ONU con el objeto de denunciar el maltrato, abuso y sufrimientos a que están sometidos los mayores en muchas partes del mundo.
Deberíamos decir que en nuestro país tal cosa no ocurre, pues existe una conciencia generalizada de respeto y cariño a los abuelos, abuelas, padres y madres que tras años de intensa vida pasando por circunstancias penosas en muchos casos, reciben los cuidados y el amor de la gente que les rodea sean familiares o no.
Pero las recientes muertes de miles de mayores en residencias públicas y, sobre todo privadas, con motivo de la pandemia del COVID-19 sin que existan explicaciones ni responsabilidades por lo ocurrido, deja una mancha negra en nuestra conciencia colectiva y en el estado de protección social.
A raíz de eso y sin que sirva de excusa por lo acontecido se ha hablado y escrito sobre la necesidad de revisar el modelo de las residencias, atendiendo mejor a los mayores que cumplen años y no tienen capacidad de valerse plenamente en lo afectivo, eliminando el objetivo de negocio especulador que se esconde detrás de muchos centros residenciales.
Claro que no podemos meter a todos en el mismo saco, sería injusto, pero las características de profesionales no formados, peor pagados, escasos recursos y deficiencias en las instalaciones, nos hacen pensar que a día de hoy sigue ocurriendo en alguna parte de nuestra geografía otra fechoría.
Pero también es maltrato utilizar la brecha digital para excluir a los mayores de atención personalizada en las entidades bancarias, en las oficinas de la seguridad social, en Hacienda, obligándoles a pedir citas por internet que no tienen o mediante llamadas telefónicas que se deben repetir toda una mañana.
No solamente se debe modificar el modelo residencial, premiando la permanencia en el domicilio con atención profesional adecuada, sino que debe haber más inversión en centros de titularidad pública que evite el modelo de negocio en que se ha convertido la última morada de nuestros mayores antes de abandonar este mundo.
Mayores expulsados del ciberparaíso
JOSÉ IGNACIO CASAS
Desde hace unas semanas colaboro como voluntario en una entidad que imparte talleres de iniciación y uso de los teléfonos móviles a personas mayores, entre otros colectivos. Aunque estos talleres se pueden realizar online, prefiero impartirlos de forma presencial, ya que la experiencia para ellas –y para mí– es mucho más enriquecedora.
Una experiencia aleccionadora
No he visto colectivo más motivado para aprender el manejo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación que estos grupos de mayores. Pero el choque entre los materiales preparados con antelación para su enseñanza, por un lado, y el nivel de conocimientos y experiencia de los participantes, por el otro, no puede ser más brutal.
A la mayoría de las personas mayores que acuden a estos talleres nadie las ha explicado lo que simboliza cada icono que puebla la pantalla de su smartphone. Ni siquiera se les ha ayudado a practicar el pasar la yema del dedo sobre la pantalla, como si fuera un gesto que se les supone natural. Tampoco en ningún momento se les ha explicado que en un menú cualquiera hay casi siempre más opciones que las que aparecen de entrada en la pantalla de su teléfono. Y eso por no hablar de "Ajustes”, “PIN”, “PUK”, “Accesibilidad”, “Password”, “WhatsApp”, “Play Store”, “Apps”, “Android”, “email”, etc.
Todo esto sólo se descubre cuando el taller se imparte presencialmente. En una sesión online, y peor aún si está pregrabada, lo más probable es que uno pase por encima de los participantes sin pararse a considerar su experiencia de partida.
Mi primera reacción es la de vergüenza propia. Como se solía decir, “para enseñar matemáticas a Pepito, más que conocer las matemáticas hay que conocer a Pepito”. Pero la inmensa mayoría de las acciones para “incorporar” a los mayores al mundo digital, quizá sepan matemáticas pero desde luego ignoran y desprecian a Pepito. ¿Cómo introducir a una persona en el uso de internet a través de un video en YouTube, si nadie le ha explicado cómo conectarse a la red? Estas acciones parecerían puro sarcasmo si no fuera porque denotan una absoluta falta de sensibilidad. Lo que hacen es profundizar en la discriminación y la exclusión de las personas mayores. Es el llamado 'efecto Mateo',por la parábola de los talentos recogida en el Evangelio de San Mateo, que concluye: "Porque a quien tiene se le dará y le sobrará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará".
Dependencia informática
Cuando el acceso a la información, a las gestiones con organismos públicos y privados, a los canales de comunicación con otras personas, etc. van poco a poco migrando al mundo de la informática e internet, quien no tiene práctica en este terreno acentúa su dependencia. Y las barreras van creciendo. Aunque como reza el Código Civil (art. 6.1), "la ignorancia de las leyes no excusa de su cumplimiento", el acceso al BOE (“las leyes”) sólo puede realizarse por internet.
Todos los mayores que participan en los talleres que he impartido tienen su smartphone, su cuenta de correo, etc. Y, sin embargo, son prácticamente analfabetos digitales. Algún familiar cercano “ayuda”. Pero como decía Lao-Tse, dan pescado en vez de enseñar a pescar.
– “Mi hija (sobrino, nieta, etc.) me lo ha puesto todo así en el teléfono, pero no tiene paciencia cuando me atasco en algo o le pregunto cosas que no entiendo”.
Frases como ésta las oigo repetidamente durante los talleres. Muchas personas de este colectivo necesitarían un/a cibercuidador/a personalizado para poco a poco alcanzar un nivel de autonomía suficiente. No estoy hablando de entelequias: es algo que ya se hace en países de nuestro entorno como Portugal o Reino Unido.
El nuevo lugar de los mayores
Una de las transformaciones más radicales de nuestro mundo actual es el terremoto demográfico. No sólo gozamos de una vida más longeva, sino que el esquema familiar y los roles de hombres y mujeres, de jóvenes y mayores han dado un vuelco que nos ha pillado con mentalidades y estructuras sociales e institucionales desfasadas.
Cuando un factor como el aumento de la esperanza de vida o la incorporación de las mujeres al trabajo fuera del hogar cambia, otras “piezas” de nuestra estructura social deben hacerlo también: la redistribución de las tareas entre géneros en el hogar y en la sociedad; el nuevo lugar de los mayores y los ciclos de aprendizaje y de cuidados y ayuda a la dependencia, etc. Es algo que todavía no hemos sabido abordar, aunque sea una necesidad cada vez más urgente.
Seguir pensando que las personas mayores de 75 años son una especie de “residuo” social que no hay más remedio que tolerar no sólo es un crimen, sino también un error histórico y un lujo que no nos podemos permitir.
Peregrinación por los bancos para pagar 7,40 euros
UN MAYOR, PERO NO TONTO
Centro de Gijón. Viernes. Diez y media de la mañana. El que esto escribe se encuentra con un anciano con síntomas de sufrir alzhéimer y que venía de la Delegación del Gobierno –sección de Pesca– procedente de una aldea campesina próxima a Gijón. El pobre hombre me contaba que había solicitado un permiso especial en dicha Delegación. Le dieron primero un formulario y lo remitieron al exterior para pagar unas tasas por un importe de 7,40 euros. "Diríjase al primer Banco que encuentre", le dijo el funcionario. "A uno cualquiera. Da igual. Y luego, cuando las pague, vuelva usted a esta ventanilla".
Me pidió con una cara suplicante y enternecedora, si no podia acompañarle a algún banco donde poder realizar el pago de la tasa. "Como no, no se preocupe que yo le acompaño al banco", le dije.
Y hete aquí a un servidor acompañando solícito al anciano hasta una oficina bancaria muy cerca del lugar en el que nos encontrábamos. Entramos al recinto. Ambiente psicodélico al estilo puticlub, con luces de penumbra, rinconcitos floreados, muchas mesitas redondas y un solitario empleado en aquel inmenso páramo cuajado de oquedades en la pared, que eran cajeros automáticos. Ni un puñetero cliente. El empleado nos mira con muy mala cara. El empleado se levanta de su silla y, para evitar que penetrasemos en aquel santuario de las sombras, nos aborda casi a la entrada: "No. Aquí no manejamos efectivo". Las tasas se pagan en el cajero de la calle". "¿El cajero de la calle?", pregunté yo. "Sí, sí. El de la calle", respondió. "¿Y en uno de estos del interior?", supliqué. "No, no. En el de la calle", insistió él. "Vale. Pero, al menos… ¿nos podría ayudar con la informática?", le imploré. "No hace falta. Las instrucciones son muy claras, y están escritas en la puerta", contestó. He de confesaros que mi aparente ignorancia en la informática era solo aparente pero, quería probar la actitud del empleado y cuán dispuesto estaba a ayudar.
Bueno. Válgame Dios de los Cielos. Primer pinchazo. Un banco sin dinero en efectivo y con un empleado muy poco colaborador. Maldita casualidad.
Seguimos caminando por mi Gijón en busca del Arca Perdida. Entramos en otra sucursal de nombre raro que me da muy mala espina, pues tiene todo el aspecto de nave espacial de Star Trek o de discoteca de los ochenta. Como el anterior local: luces psicodélicas, mucho cristal, muchas mesitas redondas… Eso sí, tiene el doble de empleados, exactamente dos. Y ni puto caso tampoco. "Aquí no cobramos tasas. No manejamos efectivo", dijo. Tócate los huevos. Segundo chasco de la mañana. Otro banco sin dinero.
Persisto en mi afanosa búsqueda, con el abuelo ya medio desfallecido, aunque ya más mosqueado que un gorrino en San Martín. Tercer intento. Otra entidad diferente. "Las tasas y los recibos se pagan hasta las once", fue la respuesta aquí. "Pero hombre de Dios, si sólo son las once y cuarto. Tenga usted misericordia de nosotros. ¿No podría usted…?", acierto a decir. Miradas asesinas del empleado de banca. Salimos pitando de allí, no vaya a ser que lo del gorrino de San Martín se cumpla.
Más agotado que un grafitero en la muralla china, sigo mi peregrinación compostelana junto al abuelo para pagar 7,40 euros. Nueva sucursal. Viejas costumbres: "Las tasas y los recibos sólo se pagan los martes y los jueves". Vaya por Dios. Otro fracaso
Tomo un atajo por mi ruta jacobea y termino con mis huesos en otro banco. "Mira qué suerte. Éste es un clásico. Aquí no puedo fallar". Todo el interior era de un rojo intenso, de un rojo puticlub. Hay que sacar una cita, como en el médico. Vale. Venga. Pero no. No nos dan el uno, ni el dos, ni el tres, ni el cuatro, sino el A7C6. "Tocado", le digo a la empleada que da los números. "Hundido", me responde ella. Más desubicado que Irene Montero recogiendo el Nobel de Física, nos sientan en un amplísimo sofá con vistas a una gigantesca pantalla de televisión cuajada de anuncios. Al decimoquinto observo, asombrado, que quienes llegan después de nosotros pasan primero. "Señorita, por favor. A los de pueblo ¿cuándo nos toca?", pregunto. "Usted perdone, caballero: quienes no son clientes de la entidad han de esperar al final", me dice. "¡Ah! ¿Y eso? –digo yo–. ¿Una especie de castigo?". "Pues sí, caballero. Efectivamente. Por estropearnos la productividad del día, y para que se aprenda nuestros anuncios de memoria", responde. Y de esa forma, aunque puteado y humillado, agradecido estoy, de todas formas, a este último banco por permitir que el abuelo soltase la calderilla.
Así que ya lo sabéis, amigos: bancos sin dinero, bancos sin empleados que ayuden, bancos a media luz, bancos que parecen templos laicos, bancos que parecen discotecas, bancos que parecen naves espaciales, bancos que parecen todo… menos bancos.
Bancos rebosantes de papeles y escasos de calderilla. Lujosos bancos con el dinero de todos, bancos obscenos, bancos sin alma, bancos con el corazón más duro que el televisor de un geriátrico.
¡Ay, si mi padre levantara la cabeza!
Por cierto, ¿alguien sabe de algún banco donde todavía regalen sartenes?
Cagoentóloquesemenea y mitad del cuarto más.
Firmado:
Un mayor, pero no tonto.
Un final inesperado de la reforma de las pensiones
FERNANDO MARÍN
Si nada cambia a mejor, seguramente que esta será la última carta que escriba a 65YMÁS y también la que más ilusión me va a hacer que se publique.
Si tuviera tiempo me gustaría explicar todo lo que he sentido estos dos años en los que prácticamente he escrito una carta al mes: cuánto he aprendido de gramática, lo asombroso que era para mí que se publicara lo que escribía o lo orgulloso que me he sentido al creerme que estaba ayudando a los demás en algo que también afectaba a mi familia.
Evidentemente no lo voy a hacer porque las personas tienen cosas más importantes que hacer que leer lo que siente un desempleado cuando se pone nostálgico y, como no me siento especialmente optimista e inspirado, intentaré no irme demasiado por las ramas y que esta carta sea lo más corta posible, aunque conociéndome sé que va a ser difícil.
A nivel emocional, solo quiero decir que el día que se publicó mi anterior cartame derrumbé como hacía tiempo que no me pasaba. Ese día yo estaba especialmente nervioso, como siempre que sabía que se iba a publicar una carta mía, pero con el presentimiento de que algo iba a pasar. Antes de comprobar si se había publicado me dio por abrir una noticia que me llamó la atención de un medio digital no muy conocido y en seguida me di cuenta de que ese medio traía la noticia que yo siempre tuve la esperanza de que no iba a ver nunca. Había otros medios parecidos que traían la misma noticia y llegué a la conclusión de que lo que decían era verdad y de que mi mujer y yo nos teníamos que ir haciendo a la idea de que todas las ilusiones que habíamos puesto de tener una jubilación dignadespués de tanto esfuerzo habían desaparecido de golpe y porrazo.
Mi mujer y yo, los dos más cerca de los 60 que de los 50 años, definitivamente ya no íbamos a poder incluir nuestros mejores años en el periodo de cómputo. Yo porque perdí mi mejor trabajo a los 30 y mi mujer porque después de tener a nuestro hijo siempre ha trabajado a tiempo parcial y no podrá incluir las “mejores” cotizaciones a tiempo completo que tuvo antes.
De repente me di cuenta de que las personas de mi edad no entraban en los planes del Sr. Escrivá y de que el ministro había hecho la interpretación más inverosímil, demoledora y lejos de la realidad posible para solucionar el problema actual que se plantea en la recomendación 5 del Pacto de Toledo sobre la necesidad de adecuar el periodo de computo a las personas que están en el final de su vida laboral con sus peores cotizaciones y a las que perjudica gravemente el actual sistema de calculo.
Esta recomendación dio como solución a esta realidad que todos los trabajadores y trabajadoras pudieran escoger sus mejores años cotizados de vida laboral para incluirlos dentro de los 25 años de cómputo y que no tuvieran que ser obligatoriamente los últimos.
El Sr. Escrivá, durante estos dos últimos años, se convirtió en el único abanderado defensor de cumplir con esta recomendación y yo, ingenuo de mí, no tuve más remedio que posicionarme de su lado y apoyarlo en su lucha desinteresada por las personas más indefensas y desfavorecidas (ningún sindicato ni partido político recogió el guante que lanzó el Pacto de Toledo). No sé en que estaría yo pensando para equivocarme y creerme que mi familia iba a ser uno de las beneficiadas de su lucha heroica.
Al final resulta que la nueva ley es una ley a cuentagotas y, a 15 años vista, que no tiene absolutamente nada que ver con lo que plantea el Pacto de Toledo para solucionar las realidades actuales que arrastran todas las crisis conocidas desde las crueles reconversiones de los años 80 (si el Pacto de Toledo quiere solucionar esta realidad es porque es consciente de todas las injusticias en el calculo de las pensiones que se están sucediendo desde hace años).
Así es la vida y así es la ley que pronto se aprobará y que se empezará a aplicar con cuentagotas a partir del 2027, a no ser que el espíritu navideño haga su aparición en el último momento y exista una amnistía para todos los mayores que han tenido que superar todas las adversidades posibles sin morir en el intento y que se les permita incluir sus mejores años cotizados en el computo establecido. Ya sabemos que es pecado cotizar más con 30 años de edad que al final de la vida laboral y que eso no se debe hacer porque luego no cuentan en el computo, pero es que no fue culpa nuestra que los siguientes años ya no fueran tan “mejores”.
Cuando mi mujer llegó a casa ese día del trabajo no pude esperar para abrazarme a ella buscando todo el consuelo que ella también habría necesitado muchas veces mientras yo me pasaba horas escribiendo, haciendo tareas de la casa o arreglándola, porque tiene 100 años y se está cayendo a cachos. Ella me dijo de corazón que no me preocupara, que si estaba tonto por pensar que necesitábamos algo más que estar bien el uno con el otro. Me sentí muy feliz por saber que de verdad ella pensaba así, pero también con miedo de no tener la misma fuerza que ella tiene para saber afrontar la vida siempre con alegría y ganas de vivir.
Ojalá que me tenga que despedir de vosotr@s otra vez con otra carta (esa sí que será la última) porque eso significará que el espíritu navideño se ha aparecido delante del Sr. Escrivá y le ha hecho recapacitar sobre el sufrimiento que espera a miles de familias humildes.
Un saludo a todos los pensionistas actuales y futuros, y gracias a 65YMÁS por ayudar a que tod@s estemos mejor informados en un asunto tan delicado como es la reforma de las pensiones.
Para ti que me lees
JUAN JOSÉ LOJO FANDIÑO
Si, me dirijo a ti para decirte que te necesitamos, que eres importante en la defensa de nuestros derechos y en la denuncia hacia algunas entidades e instituciones que nos tratan de colocar inversiones en productos que desconocemos y con cobros de cuotas de mantenimiento de nuestro propio dinero.
Sí, me dirijo a ti que crees que “no va contigo” y que, sin embargo, esperas que otros te solucionen el problema al comprobar las dificultades que tenemos a la hora de hacer uso de las nuevas tecnologías digitales.
Sí, me sigo dirigiendo a ti, que cuando llamas a un teléfono en el que antes de contestaba una operadora y te ayudaba, ahora te responde una voz metálica diciendo que marques 1 para... 2 para... 3 para... 4 para... y 5 que hagas un resumen de lo que quieres. Y tú (y yo), con nuestra edad, cuando llegamos al 5 no recordamos qué decía el 1.
Sí, querido ciudadano o ciudadana mayor como yo, que hemos estado trabajando toda una vida y que creíamos que cuando llegásemos a la jubilación tendríamos una vida tranquila y nos dedicaríamos a disfrutar de los nietos, ahora recurrimos a ellos para que nos ayuden a realizar unas gestiones que antes eran “pan comido”.
Los medios de comunicación, salvo algunos, tampoco son muy proclives a escuchar y difundir las protestas de colectivos de vecinos, asociaciones o simplemente plataformas que no tienen voz ante las dificultades organizativas o barreras para silenciar la protesta ciudadana que, a pesar de ello, las realizan y obtienen promesas de cumplimiento.
Ahora nuestra lucha se centrará en vigilar que se tengan en cuenta las declaraciones institucionales y este movimiento que no tiene ni sindicato ni Comité de Empresa, hacemos nuestra la frase de Pablo Neruda: “Nosotros los de entonces, ya no somos los mismos”.
Hemos despertado, somos muchos y sabemos de nuestro potencial para cambiar las cosas.
Sobre el autor:
Andrés Ramos
Andrés Ramos es licenciado en Periodismo por la Universidad Rey Juan Carlos y redactor especializado en temas de política y sociedad. Ha trabajado en diferentes medios, como la agencia de noticias Europa Press o el diario digital La Voz Libre. También tiene estudios en marketing digital, posicionamiento SEO y redes sociales.