Olga Selma
Olga Selma es redactora especializada en temas de salud, alimentación y consumo.
… saber más sobre el autorLa Asociación Madrileña de Atención a la Dependencia (@amade_mad) ha presentado el informe Riesgos laborales representativos en centros de atención a las personas mayores de la Comunidad de Madrid, con el objetivo de analizar las condiciones de trabajo del personal sociosanitario en residencias y centros de día; valorar la exposición de los profesionales a los riesgos biológicos, ergonómicos y psicosociales, y compartir las medidas que las empresas del sector están implantando para velar por la salud de los trabajadores.
“Este proyecto ha sido posible gracias al soporte económico del Instituto Regional de Higiene y Salud en el Trabajo, que ha querido conocer el nivel de bienestar de los trabajadores del sector sociosanitario, en el marco del Plan Director de Prevención de Riesgos Laborales (PRL) de la Comunidad de Madrid. Una muestra más de la importancia de la colaboración público privada”, explica la presidenta de AMADE, Pilar Ramos.
Consulting Bussines S-XXI ha sido la empresa responsable de elaborar el estudio bajo la dirección de AMADE, realizando más de 200 entrevistas a trabajadores de todas las categorías profesionales de 20 centros asociados a AMADE.
El estudio aborda los riesgos emergentes derivados de la evolución demográfica, la tecnología y las nuevas formas de organización del trabajo, poniendo especial foco en los riesgos psicosociales.
Aunque antes de la pandemia ya existían protocolos para este tipo de riesgos, el estudio desvela que tras la crisis sanitaria provocada por la COVID ha mejorado la forma de gestionar los riesgos biológicos en los centros asistenciales. De hecho, el 100% de los centros visitados cuentan con protocolos de actuación en caso de enfermedades infectocontagiosas que, además, son conocidos por el personal.
Así lo explica la presidenta de AMADE: “Los trabajadores están informados sobre los riesgos biológicos y también sobre las medidas de prevención y los equipos de protección individual necesarios. Es más, reciben formación periódica actualizada para que puedan realizar su tarea de forma segura. Algo sobre lo que continuamos trabajando”.
El principal riesgo ergonómico observado durante el estudio es el relacionado con la movilización de personas dependientes, que provoca sobreesfuerzos físicos y posturas forzadas e incluso caídas por movimientos imprevistos de la persona dependiente. La principal consecuencia son lesiones musculares que, en ocasiones, derivan en bajas laborales.
Para evitar la carga física del personal, los centros visitados han adoptado medidas preventivas como la rotación de tareas, teniendo en cuenta la autonomía y el deterioro cognitivo de los residentes, así como la inversión en ayudas técnicas que facilitan al personal la movilización de residentes. También han acompañado a estas acciones la formación continua en materia de prevención de riesgos ergonómicos: cargas, uso de uniformidad adecuada, utilización de ayudas técnicas, etc.
El estudio reconoce la sobrecarga emocional a la que están sometidos los trabajadores, sobre todo de atención directa, derivada de atender a personas mayores con deterioro cognitivo y/o con un alto grado de dependencia.
“Debemos facilitar a los trabajadores herramientas para que puedan hacer frente a situaciones que desgastan emocionalmente, mediante protocolos de actuación para definir las actuaciones que provocan riesgos psicosociales: desde un conflicto con un residente hasta una agresión verbal de un familiar”, explica Ramos.
Otro importante riesgo psicosocial detectado en el estudio tiene que ver con las escasas compensaciones del trabajo: falta de reconocimiento social, mala imagen, salarios bajos, etc., que hacen que los trabajadores se sientan frustrados y poco valorados por la sociedad. “Todo ello, provoca que muchos de ellos sufran el síndrome de Burnout o del cuidador quemado, que les lleva a un agotamiento emocional y a la desmotivación”, apunta la presidenta de AMADE.
Para intentar solventar estas cuestiones, los centros visitados han adoptados diferentes medidas entre las que destacan:
- Establecer protocolos de atención a residentes y familiares que permitan manejar las situaciones conflictivas o de tensión.
- Formar e informar al personal, para que tengan herramientas que les permitan afrontar las exigencias emocionales de su trabajo.
- Rotar el trabajo con los usuarios asignados, con el fin de hacerlo más equitativo y que los trabajadores no se vinculen emocionalmente en exceso.
- Adecuar el volumen de trabajo al tiempo necesario para poder realizarlo con calidad. Para ello, es importante disponer de personal suficiente que pueda cubrir picos de trabajo o bajas laborales.
- Realizar pausas y descansos periódicos para evitar el cansancio físico y mental.
- Establecer canales comunicación con la plantilla: grupos de difusión, correo electrónico, reuniones mensuales.
En definitiva, el estudio evidencia que para disminuir los riesgos laborales de los distintos puestos de trabajo es fundamental potenciar la formación y divulgación del conocimiento especializado, así como de la cultura preventiva sobre los riesgos laborales. “Y, todo ello, debe ir acompañado de campañas de comunicación, apoyadas por la Administración Pública, que mejoren la imagen de los centros de atención a las personas mayores y reconozcan la labor que realizan los profesionales”, concluye Ramos.