Cerca de 20.000 mayores que vivían en las residencias han muerto desde el inicio de la pandemia por coronavirus, convirtiéndose estos centros en uno de los principales focos de infección del país. Con todo, el impacto entre diferentes oleadas ha sido muy desigual y la mayoría de decesos se concentran en la primera de ellas, cuando todavía no se conocía bien al virus y no existían medidas de protección ni barreras necesarias para limitar la expansión de este patógeno –en la segunda ola han fallecido por ahora más de 400 residentes–.
Sobre este tema han debatido este viernes expertos en geriatría en un panel organizado por la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (@seggeriatria) en el I Congreso Nacional sobre COVID-19. Así, uno de los participantes, el presidente de la SEGG y geriatra, José Augusto García, ha expuesto cinco razones por las que, piensa, el virus tuvo tal impacto en estos centros. Unas causas, que van más allá de la falta de PCR y las carencias de Equipos de Protección, a su parecer.
1) No se conocía bien al virus
En primer lugar, el doctor García entiende que una de las principales razones por las que no se logró frenar la expansión del coronavirus fue porque, al comienzo de la pandemia, no se conocía exactamente cuál era la "clínica" de la enfermedad. "La empezamos a tratar como si tuviese una presentación inequívoca, pero no era así", apunta. Y es que, asegura, "poco a poco", fueron "descubriendo la importancia de las personas presintomáticas y asintomáticas" y vieron manifestaciones "fuera de la tos, la fiebre y la disnea". Es más, los propios protocolos del 5 de marzo del Ministerio de Sanidad sólo hacían referencia a estos síntomas si bien, posteriormente, se modificaron.
Además, matiza, las manifestaciones del COVID-19 en mayores no son forzosamente iguales que en las poblaciones más jóvenes –como pasa con otras enfermedades–, por lo que en muchos casos fue difícil detectar la enfermedad sin una PCR.
"Según un estudio hecho en Barcelona, vemos que el 70% de los residentes que tienen una PCR positiva son asintomáticos", señala.
2) El modelo de residencia
Otro de los factores determinantes fue el tipo de residencia, desde el punto de vista del diseño espacial. Es decir, si era más o menos grande, si tenía un mayor número de habitaciones compartidas o si era fácil de sectorizar.
Sin embargo, el tamaño de la residencia ha podido influir para bien o para mal. De esta manera, los centros más grandes han sido los más afectados en la mayoría de países, según García, por la cantidad de interacciones con familiares y trabajadores que se daban. Asimismo, había un mayor impacto, si el centro estaba situado en una gran ciudad, dónde podía haber mayor transmisión comunitaria.
Aun así, matiza, no sólo los centros con mayor capacidad se vieron afectados por la pandemia. "Un 5% son residencias de menos de 25 plazas con espacios comunes muy unidos y donde es prácticamente imposible una sectorización", puntualiza García.
Por otra parte, según un estudio realizado en Estados Unidos citado por el presidente de la SEGG, no se podría establecer una relación directa entre el impacto del virus y si los centros ofrecían un servicio de más o menos calidad, aunque sí que se podría vincular la expansión del patógeno con una mayor o menor ratio de trabajadores por residente.
3) El perfil del residente
El tercer aspecto que determinó una mayor mortalidad en las residencias fue el perfil de los residentes que, cada vez, tiene un mayor grado de dependencia. "Más del 50% tienen demencia", sostiene. Además, por lo general, la gran mayoría tienen patologías previas, algún tipo de enfermedad crónica y toman a diario diferentes fármacos.
4) Las ratios de trabajadores no se adecúan a las necesidades del usuario
Por otra parte, apunta García, la falta de enfermeros y gerocultores fue determinante para que el virus tuviese consecuencias devastadoras en las residencias. Y esa carencia se puede cuantificar: un auxiliar pasa un máximo de 81 minutos al día con un usuario, un médico, 3, y un enfermero, 22, según datos proporcionados por el doctor García. Y estas cifras, son del todo insuficientes, en su opinión.
Igualmente, a todo esto habría que sumarle, según el geriatra, que muchos profesionales se fueron a trabajar al sistema nacional de salud por sus mejores condiciones salariales y que entró a trabajar, durante la primera ola, personal no cualificado para cubrir estas bajas, cosa que influyó en la calidad del servicio. "Contratamos a trabajadores que no tenían el título", explica.
5) Falta de coordinación sociosanitaria
"La intervención de las residencias ha sido desigual", opina por último el presidente de la SEGG. Y es que no todas las comunidades actuaron del mismo modo a la hora de coordinarse con el sistema de salud para frenar los contagios en estos centros. Por ejemplo, unas decidieron intervenir, otras, prestar apoyo puntual y, en el caso de Madrid, se creó la figura del "geriatra de enlace". Asimismo, no todas las regiones actuaron al mismo tiempo. "Se ha dado una respuesta tardía", sostiene.
Pese a todo, el geriatra entiende que se ha aprendido mucho y que, actualmente, muchos de estos factores que posibilitaron la entrada y difusión del virus se pueden corregir. En concreto, y a su parecer, se avanzaría en este sentido si se aborda el problema de los bajos salarios del sector, se financia mejor la Dependencia y se le da una "oportunidad a la telemedicina". Y, para todo ello, sería necesario, según García, unos "planes de contingencia para cada residencia que sean reales" y no se queden sólo en el "papel".
Sobre el autor:
Pablo Recio
Pablo Recio es periodista especializado en salud y dependencia, es graduado en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid y comenzó su carrera profesional en el diario El Mundo cubriendo información cultural y económica.
Además, fue cofundador de la radio online Irradiando y cuenta con un máster en Gobernanza y Derechos Humanos por la Universidad Autónoma de Madrid y otro en Periodismo por el CEU San Pablo/Unidad Editorial.