Vídeo-comunidad 65Ymás: ¿Qué has aprendido de tus abuelos?
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Diccionario intergeneracional
"El Camino de Santiago es una terapia para todo tipo de situaciones que se hayan podido tener. Le recomendaría a los psiquiatras que, en vez de dar tranquilizantes, recetaran una etapa o dos". Al menos así lo han demostrado Jaime González (79 años), a quien corresponde esta afirmación, y su nieto, Santiago Costas (11 años). Ambos son una prueba fehaciente del poder sanador de esta famosa ruta, transitada por peregrinos desde hace más de mil años.
"En 2016, Santi atravesaba un periodo complicado", señala el abuelo. Su nieto tiene Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) y esto le generaba "problemas en el colegio" y "en casa". Además, su familia estaba preocupada ya que no sabían bien qué hacer porque, aunque el niño tenía altas capacidades de "memoria" y una gran inteligencia, su "falta de atención" le causaba problemas para "relacionarse".
Por ello, un día Jaime decidió tomar cartas en el asunto. "Vi la posibilidad de ayudarle y, sin pensarlo mucho, se me ocurrió que el Camino podría ser una buena terapia. Yo lo conocía porque había colaborado como director de Telecomunicaciones de Galicia en el Xacobeo 93, pero nunca lo había hecho. Me parecía un reto", sostiene. Así, no se lo pensaron mucho y se desplazaron a 120 km de Santiago, la distancia mínima para poder comenzar la ruta y obtener el certificado oficial. Y, mochila al hombro, comenzaron a caminar.
El comienzo de una intensa aventura
Su debut como peregrinos no fue fácil. Al segundo día, creyeron que no iban a poder continuar puesto que sentían fuertes dolores en todo el cuerpo, por la falta de costumbre. "Le hice una propuesta para motivarle a avanzar: 'Como te gustan mucho las ballenas y los tigres, igual podríamos buscar uno'. Pero él contestó que no, que lo que quería era encontrar una vacaloura (el escarabajo más grande de Europa, bastante difícil de ver). Santi había estado investigando sobre ellas y sabía como cuidarlos", relata Jaime.
El abuelo accedió a realizar tal búsqueda, dejando volar la imaginación. Pero, como si de un milagro se tratara, se toparon con un ejemplar real al día siguiente. "Contento, lo metió en una caja y el Camino cambió para los dos. Desaparecieron los dolores, lo terminamos y nos convertimos en peregrinos", explica.
Desde entonces, durante los periodos vacacionales, esta original pareja de viaje realiza una etapa distinta del Camino: un año el primitivo, otro desde Francia, etc. "Se acercaban peregrinos para hacerse fotos con nosotros", apunta el abuelo. Y es que no es usual encontrarse a un abuelo y a un nieto, solos, haciendo esta complicada ruta, con etapas de más de 20 km al día.
Caminar como terapia
Pero si para algo han servido estos viajes, es para trabajar la hiperactividad de Santi, además de para unirles más como abuelo y nieto. "Yo aconsejo a los familiares que vayan con ellos", recomienda. Y ejemplifica: "La primera vez que fuimos, me tocó hablarle constantemente. 'Me aburro abuelo', decía. Por ello, le conté mi vida y descubrí pasajes que no me había parado a pensar de ésta".
Y no sólo se dedicaban a conversar durante horas y horas mientras caminaban sino que, al tener Santi una gran capacidad memorística, el abuelo llegó incluso a ejercer de profesor con él a lo largo de la ruta. "Estuvimos durante cuatro días estudiando geografía y llegó a ubicar de memoria todas las ciudades de España. Luego, sacó un nueve en el examen", asegura. Además, como curiosidad, en sus largas caminatas le enseñó a su nieto a jugar al mus: hacían "partidas virtuales" imaginando en su mente los órdagos.
Hoy, tres años después, Santi ha cambiado. "Le admira todo el mundo en el colegio", comenta su abuelo. De esta manera, a su parecer, el niño ha progresado mucho y da rienda suelta a su creatividad. "Le gusta la literatura, dibuja, se conoce toda la historia. Es más artista que deportista, pero también podría ser un fondista importante", reconoce orgulloso.
Asimismo, gracias a la red social Instagram, gestionada por la madre del niño, han podido compartir su historia en un perfil con más de 1.800 seguidores. Son muchos los abuelos y jóvenes que les contactan por este medio, así como organizaciones relacionadas con el Camino. "Alguno se anima a hacerlo pero es difícil, salvo que estés bien entrenado", matiza. No obstante, también entiende que no es necesario hacer etapas de 25 km. enteras, sino que se pueden también fraccionar.
Envejecimiento activo
Por otra parte, el Camino también le ha aportado mucho a Jaime. Y no sólo desde el punto de vista físico o como abuelo, sino también espiritual. "Me ha hecho pensar más en la parte religiosa que posiblemente tenía un poco abandonada. El camino relaja y da una tranquilidad grande. Además, encuentras vestigios de la historia por todas las ciudades que pasas", señala.
"Me siento muy orgulloso de mi nieto y de mi aventura, de que haya podido resistirla", concluye. Actualmente, ambos residen en la ciudad de Vigo y se ven "casi todos los días", deseando comenzar ya su próxima ruta. "Puedo asegurar que funciona", sostiene.