El aburrimiento es algo natural y no siempre es malo, sin embargo, cuando se da de forma continuada en el tiempo sin poder evitarlo, puede llegar a afectar a la calidad de vida de una persona. ¿Cómo afecta a las personas mayores, especialmente a aquellas que viven institucionalizadas? Este es el objeto de estudio de la doctora Josefa Ros Velasco, especialista en Estudios del Aburrimiento y responsable del proyecto Pre-Bored. Bienestar y prevención del aburrimiento en los mayores de España, quien destaca la importancia de no solo estar entretenido, sino de que lo que se hace tenga sentido.
Así lo ha explicado durante su primera conferencia en relación a este tema de estudio, que tuvo lugar el pasado 19 de marzo en la Biblioteca Pública Municipal José Saramago.
La doctora Josefa Ros Velasco, especialista en Estudios del Aburrimiento y responsable del proyecto 'Pre-Bored'.
Durante el acto, que fue organizado por Cultura Sénior, asociación de mayores que busca que este colectivo siga compartiendo y generando conocimiento, especialmente en el mundo de las ciencias y las humanidades, Josefa Ros dio a conocer lo que ha descubierto hasta la fecha sobre cómo afecta el aburrimiento a este colectivo en distintos contextos, sus consecuencias y algunas estrategias para paliar el aburrimiento, así como algunas de las claves de su estudio en residencias, poniendo el foco en las buenas y malas prácticas institucionales que ha detectado durante la realización del mismo.
"Mientras en otras partes del mundo se han llevado a cabo estudios acerca del aburrimiento, en España no existe ni una sola iniciativa que se encargue de analizar esta problemática", apuntaba Josefa al comienzo de este proyecto, que se inició con el objetivo de "dar visibilidad al fenómeno del aburrimiento, estudiarlo de primera mano y ofrecer respuestas personalizadas a cada centro".
Se trata de una iniciativa "pionera" que busca "liderar el cambio de cultura en el sector geroasistencial en España", tal y como resaltaba la investigadora postdoctoral (Universidad Complutense de Madrid y Universidad de Harvard). De hecho, este proyecto sobre el aburrimiento en residencias españolas,financiado con fondos europeos, ha sido reconocido con el Premio Nacional de Investigación para Jóvenes María Moliner 2022.
La doctora Josefa Ros Velasco durante la conferencia.
Vergüenza por reconocer el aburrimiento
Lo que ocurre con el aburrimiento, explica, es que "a veces nos aburrimos y no sabemos reconocerlo, no solo porque no nos damos cuenta de que eso que experimentamos es aburrimiento, sino porque nos avergüenza reconocerlo. Nos pasa algo parecido con la soledad no deseada. Algunas personas se sienten incómodas a la hora de admitir que se sienten solas, porque para ellas es como admitir un fracaso, que no han sabido crear una comunidad, por ejemplo, por lo que a veces prefieren decirte que no".
Con el aburrimiento en ocasiones ocurre algo parecido, afirma la investigadora, "personas que temen reconocer que se aburren, porque se asocia con estar de brazos cruzados, con personas que pasan muchas horas sin hacer nada, con estar falto de curiosidad, con no ser capaz de gestionar tu tiempo libre, sobre todo a partir de ese periodo clave, la jubilación, o la marcha de los hijos. Reconocer que alguien se aburre puede generar miedo porque se nos señale que si te aburres es porque no haces nada, que es culpa tuya".
"Lo que pretendemos es que ese problema no llegue en el futuro", añade Josefa, explicando que el aburrimiento puede ser una "experiencia desagradable, que produce malestar, fastidio y molestia, y que experimentamos cuando estamos en situaciones que no nos estimulan adecuadamente, que no nos satisfacen, que no cumplen con nuestras expectativas. Eso se traduce en sentir que perdemos el tiempo, algo que a nadie le gusta".
En este sentido, señala que "la mayoría de las veces nos aburrimos cuando estamos haciendo cosas que no nos interesan, no siempre cuando no hacemos nada, porque podemos no hacer nada si es lo que queremos. Entonces no sientes la necesidad de escapar de esa situación, por lo que no hay nada malo en eso. Nos aburrimos cuando hacemos cosas por obligación que no son valiosas para nosotros".
El aburrimiento cronificado
Una experiencia cercana es lo que le llevó a Josefa a comenzar a estudiar el aburrimiento: su abuela. Y es que, después de tener que entrar a vivir en una residencia de mayores, "su queja más habitual cuando la íbamos visitarla era que se aburría, que no hacía nada de lo que hacía antes, sino actividades programadas que no la interesaban nada", explicaba Josefa en una entrevista a este diario y recordaba durante la conferencia.
"Aburrirse es una emoción negativa, pero natural. Tiene una función, como el miedo. Pero puede ser disfuncional también", señala la investigadora. "El aburrimiento cumple la función de decirte en qué actividad no quieres invertir tu tiempo, dónde no quieres estar, qué nos estimula y qué no".
Esto, según indica, está influenciado, en parte, por la sociedad, y también por la edad. En este punto, destaca un error muy común, y es "pensar que las personas mayores tienen una necesidad de estimulación muy baja, que ya han vivido todo y no necesitan más. Así como pensar que, como yo que soy más joven y tengo la necesidad de hacer cosas todo el tiempo, los mayores también".
"Cada uno es distinto. Si nos vamos a cualquiera de los dos extremos, podemos experimentar aburrimiento. Puedes aburrirte por hipoestimulación, pero también por demasiada estimulación, porque no conectas con nada", explica, destacando la importancia de la calidad, frente a la cantidad.
El aburrimiento pasa por tres fases, explica Josefa: "Te empiezas a sentir mal, diseñas una estrategia de huida y la pones en práctica. Esto es aburrimiento funcional, del que puedes salir sin problemas". Aclara, sin embargo, que "evidentemente hay situaciones en que las normas del decoro te obligan a permanecer. No es llevar al extremo el huir del aburrimiento en cualquier momento y a cualquier precio. Hay que valorar". Y es que "también es bueno aprender a tolerar el aburrimiento de vez en cuando", añade. "El problema es cuando tienes que aguantar el aburrimiento durante días, semanas, meses… Cuando es lo primero que experimentas al levantarte y lo último al acostar, aquel de lo que no se puede huir".
En este punto, diferencia dos formas de estudiar el aburrimiento disfuncional: el aburrimiento crónico, "es lo que sufren algunas personas que son incapaces de imaginar una situación más deseable que aquella que les está aburriendo"; y el aburrimiento cronificado, que es el objeto de su estudio. "Es otra forma de aburrirse disfuncionalmente en la que no puedes evitarlo, pero no porque te pase algo dentro que te impide pensarlo, sino porque falla el último paso, el de poner en práctica el plan de huida".
El aburrimiento se puede convertir en un problema de salud
El aburrimiento, a pesar de ser algo natural, si permanece en el tiempo de forma indefinida (cónico o cronificado) puede tener "consecuencias nefastas", advierte la investigadora, que señala que "todo un siglo de psicología y psiquiatría concluyen que aburrirse continuamente es razón de experimentar trastornos del estado anímico, como rabia, ira, tristeza, apatía, depresión o estrés".
También trastornos de la conducta, aumentando la delincuencia, el suicidio, la adición a las drogas, a las pantallas, al juego o los desórdenes alimenticios. Y está asociado con estados patológicos de autoconciencia, de identidad, atención, y enfermedades mentales como el alzhéimer o la paranoia.
"No solo hablamos de que se puede convertir en unproblema de salud mental, también física", apunta, ya que conforme alguien "cae más en ese estado de aburrimiento, se mueve menos, está menos activo".
Los mayores en residencias no pueden reaccionar ante su aburrimiento
La edad influye en cierto sentido a la hora de combatirlo, y es que, tal y como explica Josefa, "las opciones se van adaptando conforme nuestras expectativas van cambiando. Un niño tiene un catálogo vacío, por eso se aburre con mucha facilidad, porque quiere probar ese catálogo y llenarlo. Sin embargo, una persona mayor tiene un catálogo muy reducido y determinado, porque hablamos de una persona que se conoce, que ha convivido mucho consigo misma, sabe lo que le gusta y lo que no. Eso significa que su catálogo tiene menos opciones, pero esas opciones suelen ser muy valiosas y personalizadas, y cuesta mucho introducir opciones nuevas". Sin embargo, aconseja "hacer cambios en ese catálogo" cuando sea necesario, "porque si no la frustración puede ser terrible".
Eso no significa que la solución al aburrimiento sea ofrecer una gran cantidad de opciones, sino aquellas que realmente signifiquen algo para la persona. Josefa lo comprendió cuando su abuela entró en una residencia. "Ella había sido una persona muy sencilla", explicaba, advirtiendo que "a veces les exigimos mucho cuando en sus catálogos hay cosas muy sencillas. Mi abuela lo que hizo siempre fue cuidar. Cuando llegó a la residencia, se puso un catálogo a su disposición. Ella tenía un catálogo muy sencillo, y le ofrecieron uno completamente artificial, por lo que se quejaba del aburrimiento, solo de eso".
A lo largo de su estudio, Josefa se encontró con que las personas que vivían en las residencias "eran incapaces de poner fin a su hastío", tal y como señalaba al comienzo de este proyecto y recogía el Centro Internacional sobre el Envejecimiento (CENIE). "Sabían perfectamente qué querían hacer para acabar con el fastidio. En sus mentes diseñaban estrategias de huida del aburrimiento, pero no podían llevarlas a la práctica" porque "el contexto en el que se encuentran inmersos no favorece la puesta en práctica de las estrategias de huida que elaboran en sus propias mentes para lograrlo".
Esto se debe a que "dependen de otros para cumplir con sus propósitos. Responsables políticos e institucionales que han dado prioridad a la seguridad, obtenida a través de la rutinización, la estandarización y la repetición, en detrimento de la espontaneidad, la personalización y la variedad, necesarias para vivir una vida sin aburrimiento; una vida que merezca la pena ser vivida".
"Los mayores que viven en residencias no pueden reaccionar ante su aburrimiento, pero su aburrimiento me hizo reaccionar a mí", explicaba.
"A partir de cierta edad, el tiempo ya es un regalo", destaca la investigadora, algo que ha descubierto con su trabajo. En este sentido, hablaba de cómo, poco a poco, estamos evolucionando hacia un modelo centrado en la persona, donde "la institución toma las decisiones pero pensando en tu bienestar". Pero lo ideal, opina, sería que fuese la persona quien tomase las decisiones y la institución quien simplemente lo pusiese en práctica.
Sin embargo, "esto requiere que no haya un auxiliar por veinte personas, se necesita más gente, mejor pagada y mejor formada. Y es algo importante en lo que invertir porque es algo a lo que vamos todo", señala.
En este sentido, pone de relieve "un problema que hay en las residencias al que no se le ha prestado todavía atención, porque nadie estudia el aburrimiento disfuncional en las residencias", explica la investigadora que, durante los dos últimos años, se ha dedicado a recorrer diferentes residencias de España preguntando a los residentes sobre su relación con el aburrimiento, así como otros estados de los que depende su bienestar, con el objetivo final de "mejorar la calidad de vida de los mayores en residencias" y "transmitir mi conocimiento sobre lo que he aprendido, mostrárselo a la sociedad", que es lo que se dispone a hacer ahora.
Sobre el autor:
María Bonillo
María Bonillo es licenciada en Comunicación Audiovisual y Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid. Escribe principalmente sobre temas de sociedad. También tiene experiencia en comunicación corporativa de empresas como OmnicomPRGroup y Pentación Espectáculos.