Son muchos los pueblos de España que en los últimos años han acabado despoblándose a causa del envejecimiento de la población y por la falta de infraestructuras y oportunidades para los jóvenes. En concreto, las plataformas aglutinadas en el movimiento contra la "España Vaciada" afirman que el 80% de los municipios de este país están en riesgo de desaparecer. Así, la mayoría de estas localidades se encuentran en provincias como Soria, Teruel o Cuenca, que cada día cuentan con menos población.
Por esta razón, 65Ymás ha querido conocer, de la mano de su alcalde, el caso de Arandilla del Arroyo, el pueblo más envejecido de España, según datos del Instituto Nacional de Estadística de 2017, donde "hace casi 50 años que no nace nadie" y cuyos habitantes, "11 censados", tienen casi todos ("menos uno") más de 60 años.
Ya no vive casi nadie
En este municipio, situado en el corazón de la provincia de Cuenca, ya no vive nadie durante todo el año. La última persona que residía ininterrumpidamente en el pueblo era una mujer que, al encontrarse "sola y sin coche", decidió alquilar un "apartamento en un pueblo cercano" para el invierno. El resto, llevan tiempo pasando parte del año en otras ciudades como "Guadalajara o Madrid".
Y es que Arandilla ya no ofrece casi ningún servicio. "Todo está en otro municipios", sostiene el alcalde, Rubén Fernández. Lo único que suele venir con cierta regularidad es "el pan" y "el médico". Aunque, en este segundo caso, sólo pasa una vez a la semana, "para tomar la tensión y hacer curas". También hay un "autobús", apunta, pero hay que solicitarlo con antelación y "el horario es malo". Por ello, sin coche, es muy difícil hacer vida normal en el pueblo.
La rutina
Sin embargo, los habitantes no han perdido las ganas de seguir viviendo en Arandilla. Incluso, cuentan entre ellos con un hombre 101 años, Serafín, que, "hasta hace dos, recogía aceitunas como si nada". "Todo el mundo madruga", explica Fernández. Unos se levantan pronto para "hacer un remolque de leña" y otros, para cuidar de "su huerto" pero, al final, todos acaban de pie antes "las siete de la mañana".
"Una vez hechas esas tareas, cogen un chorizo, una lata de sardinas o lo que sea y van al 'Chiringuito' a almorzar. Luego, cada uno se va a su casa y, por la tarde, se juntan para la partida en ese mismo lugar, dan un paseo o aprovechan para ir a algún otro pueblo", comenta.
De esta manera, casi toda la vida social de Arandilla se hace en el llamado 'Chiringuito', un local que es sede de la "asociación cultural y gastronómica" del pueblo y que hace las veces de centro social y cafetería, ya que "hace mucho tiempo que se cerró el bar".
¿Qué hace el alcalde del pueblo más envejecido de España?
En cuanto a cómo se organiza, administrativamente, un municipio como éste, cabe destacar que todo pasa por el alcalde que, por cierto, no nació en pueblo (lo hizo en Cuenca). Fernández (42 años), de profesión, técnico forestal, cogió el relevo hace unos meses del antiguo titular de este puesto, "porque él ya llevaba 8 años, tenía 80 y no podía seguir siéndolo".
El proceso para llegar a ocupar este puesto fue complicado, como en muchos otros pueblos de este tipo. Nadie quería asumir este rol, pero tampoco deseaban acabar siendo "una pedanía". Además, los partidos presentaron candidatos "de fuera". Para que no ganasen, decidieron crear "una agrupación electoral" y, en un proceso de primarias, salió elegido el ahora alcalde, Rubén Fernández.
Como tantos otros, el regidor, que vive en Cuenca y se desplaza cada poco tiempo al pueblo, no cobra. Sin embargo, su labor es imprescindible para que los habitantes de Arandilla puedan seguir viviendo en sus casas. "Pretendemos que el municipio sea lo más habitable posible para todo aquel que quiera pasar un fin de semana, un mes o el año entero", asegura. Aunque tampoco tienen mucho presupuesto para hacerlo. En concreto, el regidor calcula que al año pueden recibir unos 35.000 euros. "En cuanto pagas la luz de las bombas que suben el agua, el alumbrado, los locales, el secretario, la persona que tenemos de administrativo y cuatro reparaciones, se acaba el dinero", critica.
Y es que todo pasa por el Ayuntamiento, ya sea "limpiar las calles", "reparar una alcantarilla", "acompañar al guarda forestal"... No obstante, al ser "una agrupación electoral", se pueden repartir el trabajo cuando el alcalde no está, por lo que todo el pueblo acaba volcándose en el cuidado de Arandilla.
Repoblar Arandilla
Además de todas estas funciones, otra labor del alcalde es velar por que este municipio no acabe despoblado y por fomentar que gente de fuera se instale en éste, sobre todo jóvenes. Pero no es tarea fácil. "Puedes buscar que vengan y que monten una empresa o un local. Cabe la posibilidad de ofrecerles una casa o alquileres a 100 euros, pero eso no va a hacer que el pueblo cobre vida. Igual estas personas se quedan pero, sin servicios, no van a crear una comunidad viva", argumenta. "Sin embargo, si toda la comarca es capaz de crear una red entre pueblos, crearemos unos municipios con cierta dinámica. La despoblación no es algo del medio rural, tiene que ver con una política de servicios que hay que gestionar", sostiene.
Aun así, poco se puede hacer desde el consistorio. En opinión de Fernández, es una competencia del Gobierno de Castilla-La Mancha y del Estado. "Se trata de un problema político que compete a todos. Nosotros luchamos por mantenernos. Intentamos coordinarnos para realizar cosas juntos, pero poco más podemos hacer", apunta. De momento, "este año", explica, pusieron "wifi", gracias a una estación de conexión "3G", pero para "empresas no sirve".
Otra posibilidad, a la que recurren muchos municipios pequeños, es apostar por el turismo rural para dinamizar sus economías. Además, Arandilla se encuentra en un enclave privilegiado, cerca del "monte" y del "río". Pero, si se gestionan estos negocios "desde la distancia" y no se ofrecen más actividades que el propio alquiler de la casa, es difícil, en opinión del alcalde, que acaben funcionando. "Hay dos casas rurales, pero no tienen mucho movimiento", señala.
Finalmente, sostiene Fernández, tampoco es ningún consuelo que durante el verano vuelva gente al pueblo por las fiestas o para pasar las vacaciones (llegan a ser 150). Si bien es cierto que en esta estación del año "hay más gente", también es verdad, según el regidor, que "una vez los municipios se quedan vacíos en invierno, cada vez va menos gente en otras estaciones". "Los abuelos mueren y los hijos piensan que no vale la pena ir para un fin de semana, porque la casa está fría y tienen que calentarla, por ejemplo. Así que muchos crecen sin ir y, al final, se pierde el vínculo", concluye.