Una investigación en la revista One Earth afirma que el aumento de las temperaturas reducirá el tiempo de descanso y afectará a la salud y el bienestar de los seres humanos. El científico Kelton Minor especifica que “esta erosión se produce principalmente al retrasar el momento en que las personas se quedan dormidas y al adelantar el momento en que se despiertan cuando hace calor".
El estudio sugiere que en las noches muy cálidas (de más de 30 grados Celsius, o 86 grados Fahrenheit), el sueño disminuye una media de algo más de 14 minutos. La probabilidad de dormir menos de siete horas también aumenta a medida que suben las temperaturas. De seguir esta línea, el año 2099, las temperaturas subóptimas podrían erosionar entre 50 y 58 horas de sueño por persona al año.
La desigualdad, un factor clave
Se trata de la primera investigación global. Más de 47.000 adultos de 68 países diferentes de todos los continentes, excepto la Antártida, participaron en el estudio a través de pulseras de seguimiento del sueño. Más de 7 millones de registros de sueño nocturno concluían que las consecuencias variaban según edad, sexo y nivel de ingresos.
Descubrieron que el efecto de la temperatura en la pérdida de sueño es sustancialmente mayor para los residentes de los países con menores ingresos, así como en los adultos mayores y las mujeres.
En cuanto a la desigualdad por ingresos, es posible que la mayor prevalencia del aire acondicionado en los países desarrollados tenga algo que ver, pero los investigadores no pudieron identificar definitivamente la razón porque no tenían datos sobre el acceso al aire acondicionado entre los sujetos.
La importancia del descanso
El sueño, que es un proceso de restauración esencial para el rendimiento humano. Pero además, tiene una papel fundamental en aquellos aspectos conductuales, psicológicos y fisiológicos que garantizan nuestra salud y bienestar.
Precisamente en el estudio se recalca la importancia de la temperatura exterior mientras dormimos. "Nuestros cuerpos están muy adaptados para mantener una temperatura corporal central estable, algo de lo que depende nuestra vida –explica Minor–. Sin embargo, cada noche hacen algo extraordinario sin que la mayoría de nosotros lo sepamos conscientemente: expulsan el calor de nuestro núcleo al entorno circundante dilatando los vasos sanguíneos y aumentando el flujo de sangre a las manos y los pies". Añade que para que nuestro cuerpo transfiera calor, el entorno circundante debe estar más frío que nosotros.
Precisamente, los investigadores descubrieron que, en las rutinas de vida normales, las personas parecen adaptarse mucho mejor a las temperaturas frías que a las condiciones más cálidas. "En todas las estaciones del año, en todos los grupos demográficos y en diferentes contextos climáticos, las temperaturas exteriores más cálidas erosionan sistemáticamente el sueño, y la pérdida de sueño aumenta progresivamente a medida que aumenta la temperatura", subraya Minor.
