Lidia Lozano
Sociedad
Alertan del riesgo de disfagia en pacientes institucionalizados, mayores y enfermos neurológicos
La disfagia es peligrosa física, pero también emocionalmente
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La Fundación Jiménez Díaz ha organizado la 'I Jornada de Disfagia en el Paciente Institucionalizado' con el objetivo de dar a conocer y concienciar a todas aquellas personas que trabajan con pacientes institucionalizados, personal de residencias, profesionales sanitarios de Geriatría y enfermos neurológicos, la importancia de esta enfermedad. En estos colectivos, la disfagia alcanza hasta un 60% de prevalencia.
¿Qué es la disfagia?
Es una enfermedad con grados de gravedad variables. Las complicaciones más comunes van desde una deglución ineficaz que causa desnutrición y deshidratación al paciente, hasta una deglución poco segura que puede provocar problemas respiratorios graves.
Los síntomas más habituales son la tos y el atragantamiento mientras se come. "La pérdida de peso, tardar en comer más de lo habitual, tener flemas constantemente, la voz húmeda, secreciones durante las comidas, infecciones respiratorias o fiebre repetida de origen desconocido son también otros indicios", ha explicado durante el encuentro la especialista del servicio de Otorrinolaringología de la Fundación Jiménez Díaz, la doctora María Benavides Gabernet.
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Problemas de salud y emocionales
La disfagia también causa problemas de salud. La doctora Raquel Cutillas Ruiz, especialista del Servicio de Rehabilitación de la Fundación, ha explicado que "parte de lo que tragamos pasa, a través de las cuerdas vocales, a la vía respiratoria, hasta el pulmón, originando neumonías aspirativas o neumonitis química".
Además, la hora de la comida es, en muchas ocasiones, una actividad social, por lo que la disfagia puede llevar al "aislamiento del paciente y afectación del estado de ánimo y la calidad de vida", añade la doctora Ruiz.
Respecto al riesgo de padecer desnutrición como consecuencia, la especialista del Servicio de Endocrinología y Nutrición, la doctora Cristina Calderón Sánchez, ha explicado que, al existir una dificultad en la deglución de los alimentos y un riesgo de atragantamiento, "los pacientes suelen disminuir la ingesta y les cuesta mantener una dieta homogénea sin tomar sus comidas habituales".
Para aminorar estas complicaciones se puede adaptar la dieta, modificar la viscosidad de los líquidos, evitar distracciones a la hora de comer o modificar la temperatura de la comida para favorecer su deglución.