El alzhéimer es una enfermedad neurodegenerativa que supone la primera causa de demencia a nivel mundial. Se estima que esta patología afecta a unas 40 millones de personas en el mundo y a 800.000 en España, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
El paciente presenta síntomas y puede no ser consciente de ellos (pérdida de memoria, perseverancia, perderse en rutas habituales, no encontrar las palabras).
Suele ser el cuidador principal el que demanda atención sanitaria al ser consciente de que algo no va bien, pese a que la familia, hijos y nietos crean que son exageraciones y resten importancia a esos despistes. Sin embargo, algunos de estos fallos pueden tener una cierta transcendencia como, por ejemplo, no ir a buscar a los nietos al colegio, lo que suele suponer ya un punto de inflexión.
2. Diagnóstico
Este período puede oscilar entre 1 y 6 meses. El paciente hace visitas a distintos especialistas (atención primaria, neurólogo) y se le realizan diferentes pruebas (analítica, valoración neuropsicológica, neuroimagen). Es un proceso que puede ser tedioso y cansado para el paciente.
El cuidador lo vive expectante porque atisba un posible diagnóstico y solución, pero si el proceso se alarga también resulta agotador para él.
3. Evolución
Se vivirán momentos de estabilidad donde no hay un claro deterioro y habrá otros períodos de empeoramiento importante con progresiva discapacidad.
El tiempo de duración es variable, pero pueden ser entre 7 y 9 años. Las trayectorias del paciente y cuidador son similares, ya que se produce una constante y progresiva dependencia con pérdida de autonomía. En estos momentos la familia es más consciente de lo que está ocurriendo y puede implicarse más en la ayuda y apoyo.
4. Final
La dependencia cognitiva del paciente es total, pero puede ser también física. Esta última etapa puede durar 1 o 2 años, y en muchas ocasiones el cuidador suele claudicar y buscar apoyo o institucionalizar al paciente.
Perfiles involucrados
Cuando una persona sufre alzhéimer, no es el único involucrado en el largo camino de esta patología. El doctor Javier Pardo Moreno también da las claves sobre los tres perfiles que están implicados en esta enfermedad: el paciente, el cuidador y la familia.
Paciente
Es la persona que padece la enfermedad. Suele ser de edad avanzada, pero también podría ser joven. La cuestión etaria influye fundamentalmente en el estado físico. Cuanto más joven, se supone que tendrá menos morbilidad (enfermedad) física (aparato locomotor, cardíaco, pulmonar...).
Centrándonos en la enfermedad de Alzheimer, el paciente puede presentar en cualquier momento de la enfermedad síntomas que afectan a tres áreas: cognitiva, conductual y anímica. Es verdad que cuanto más avanzada esté la enfermedad, la posibilidad de que existan síntomas de las tres áreas e incluso varios síntomas de la misma área es un hecho.
Entre los síntomas cognitivos destaca: pérdida de memoria, alteración del lenguaje, dificultad para planificar y razonar, alteración de la lectura y escritura, no reconocimiento de caras o personas, trastorno visuoespacial, no reconocimiento de la enfermedad.
En el área conductual tenemos ira, irritabilidad, agresividad, delirios (celotípicos, autorreferenciales), apatía, alucinaciones, negativa a la ingesta, al lavado, a la deambulación. En lo anímico puede haber apatía, retraimiento, ánimo bajo, aislamiento social.
El paciente necesita confiar en los profesionales que le tratan, con facilidad de acceso al tratamiento y las pruebas, aglutinar las citas y minimizar las visitas y acciones técnicas carentes de valor clínico. Rapidez y agilidad en la solución de problemas y necesidades.
Cuidador
Suele ser el cónyuge. Este perfil experimenta una dependencia más precoz que el paciente por la pérdida de autonomía que supone el tener que supervisar al enfermo. Esto genera en muchas ocasiones un autoabandono, a veces no voluntario, en cuestiones como la propia salud, actividades de ocio, cuidados físicos (peluquería, ejercicio físico…). Son en muchas ocasiones incomprendidos y sus quejas no escuchadas ni valoradas. Sufren desconexión social y su único rol es el cuidado del enfermo.
En otras ocasiones, son los hijos los que cuidan. Si son varios, la mayoría de las veces el peso recae sobre la hija, lo que le supone una sobrecarga de responsabilidades, puesto que a su vez tiene su familia (marido, hijos), su trabajo, etc. Es muy habitual el sentimiento de culpa, la ansiedad, tristeza… Además, pueden surgir conflictos entre los hermanos por los distintos niveles de colaboración en el cuidado.
El cuidador necesita mucho apoyo y ayuda. En ocasiones, hay que descargarle de la tarea de supervisión. Precisa de empoderamiento y autonomía, facilidad de acceso a los interlocutores técnicos y fomentar su círculo personal y social.
Familia
Aquí incluimos hijos, nietos o hermanos. No siempre residen cerca de la pareja cuidador-enfermo. El contacto puede ser más o menos esporádico y, por tanto, en muchas ocasiones no son conscientes del verdadero problema que sufre el binomio.
La familia necesita ser conocedora de lo que está ocurriendo y de lo que va a pasar. Sólo desde el conocimiento se responsabilizarán del cuidado del paciente y de la ayuda al cuidador. Deben ser los que se encarguen de las cuestiones legales y adaptabilidad de los domicilios.
Etapas emocionales por las que pasan el cuidador y la familia
El neurólogo de Quirónprevención y del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz también indica que existen ciertas etapas por las que pasan todos los involucrados. Es importante aclarar que no todas las personas pasan por todas las etapas ni en ese orden específico. Se puede manifestar de distintas maneras y en momentos diferentes para cada persona.
Etapa de la negación
Esa negación puede inicialmente amortiguar el golpe del diagnóstico y aplazar parte del dolor, pero esta etapa no puede ser indefinida porque en algún momento habrá que buscar soluciones. Puede darse de manera diferente en los implicados y ocurrirá durante el diagnóstico y el inicio de la enfermedad.
Etapa de la ira
En esta fase son característicos los sentimientos de rabia y resentimiento, así como la búsqueda de responsables o culpables. La ira aparece ante la frustración de que la enfermedad es irreversible, de que no hay solución posible y se puede proyectar esa rabia hacia el entorno, incluidas otras personas allegadas.
Etapa de la negociación
En esta fase, las personas fantasean con la idea de que se puede revertir o cambiar el hecho de la enfermedad. Es común preguntarse ¿qué habría pasado si...? o pensar en estrategias que habrían evitado el resultado final, como ¿y si hubiera hecho esto o lo otro?
Etapa de la depresión
La tristeza profunda y la sensación de vacío son características de esta fase, cuyo nombre no se refiere a una depresión clínica, como un problema de salud mental, sino a un conjunto de emociones vinculadas a la tristeza naturales ante las carencias del ser querido. Algunas personas pueden sentir que no tienen incentivos para continuar viviendo en su día a día y pueden aislarse de su entorno.
Etapa de la aceptación
Una vez aceptada la enfermedad, los familiares aprenden a convivir con su dolor emocional en un mundo afectado por la enfermedad del ser querido. Con el tiempo recuperan su capacidad de experimentar alegría y placer.
Terapia cognitiva en una fase leve del alzhéimer
El doctor Pardo Moreno también indica que la terapia cognitiva para personas con queja subjetiva de memoria, con un grado de deterioro leve o moderado de alzhéimer y pacientes con diagnósticos de deterioro cognitivo leve, puede ayudar al enfermo a mantener su calidad de viday autonomía y, en su caso, mejorarla, a través de la estimulación psicocognoscitiva.
Con este tipo de terapias se consiguen varios objetivos:
Fomentar y mantener la atención.
Desarrollar la memoria declarativa tanto de los conocimientos semánticos como episódicos.
Aprender y/o mantener información útil para su vida diaria.
Fomentar la orientación espaciotemporal.
Evocar acontecimientos históricos.
Afianzar conocimientos semánticos de forma multimodal.
Sobre el autor:
Stefano Traverso
Stefano Traverso es licenciado en Ciencias de la Comunicación en la USMP de Perú; con un máster en Marketing Digital & E-commerce en EAE Business School de Barcelona. Ha trabajado en diferentes medios de comunicación en Perú, especializándose en deporte, cultura y turismo.