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Amnistía Internacional ha denunciado martes que tanto dirigentes políticos y grandes empresas hayan antepuesto sus beneficios a las personas y han traicionado de esta forma sus promesas de una recuperación justa de la pandemia de coronavirus. Además, asegura que en las residencias, los mayores sufrieron "la mayor violación de derechos humanos de la pandemia"
"Lo cierto es que oímos repetir hasta la saciedad aquello de 'vamos a reconstruir mejor', que terminó convirtiéndose en el mantra de 2021", ha dicho la secretaria general de la ONG, Agnès Callamard en el 'Informe de Amnistía Internacional 2021/2022: La situación de los Derechos Humanos en el mundo', en el que ha criticado que 2021 "se convirtió en el vivero de una desigualdad más profunda y una mayor inestabilidad".
Así, ha lamentado que los políticos presentaron "promesas que sonaban muy bien" sobre "un reajuste global de la economía, una agenda común global que pusiera coto a los abusos de las empresas, una recuperación verde y sostenible o una solidaridad global transformadora".
"Al final se demostró que los mantras se quedaron en palabras huecas y que las promesas podían incumplirse, con lo que un número mayor de seres humanos terminó por ver sus derechos pisoteados con mayor frecuencia y en más lugares", ha denunciado. "Los gobiernos escogieron políticas y vías de actuación que aún nos alejaron más de la dignidad y de los derechos", ha añadido.
"Más que reducirse sistemáticamente, las desigualdades sistémicas derivadas de la pandemia se reforzaron aún más. Los flujos transfronterizos de suministros y servicios médicos que habrían permitido ampliar el acceso a los cuidados no se materializaron", ha recordado.
En este sentido, ha hecho hincapié en que "la cooperación entre gobiernos, necesaria para evitar mayores desastres y mitigar las crisis de Derechos Humanos, rara vez se hizo realidad". "Los dirigentes mundiales (...) se atrincheraron en sus respectivos intereses nacionales", ha señalado.
"En lugar de ofrecer mayor seguridad a más personas, nos empujaron hacia el abismo de la inseguridad y, en algunos casos, hasta la guerra. En lugar de acabar con las prácticas y estrategias que nos dividen, lanzaron a nuestros países a una competición autodestructiva por la riqueza y los recursos", ha explicado.
Así, ha argumentado que "en lugar de hacer valer el principio universal de la igualdad, el racismo caló aún más en el funcionamiento del sistema internacional, determinando incluso quién tenía derecho a la vida y quién no, sumando así un capítulo más al funesto relato sobre las vidas que importan y las que no".
"Mientras los gobiernos de los estados ricos se felicitaban por sus campañas de vacunación, su nacionalismo vacunal había dejado sin dosis, o permitido sólo una vacunación parcial, a más de la mitad de la población mundial al finalizar el año", ha reseñado, antes de argüir que "los bajos índices de inmunización permitieron la aparición de nuevas variantes que pusieron a toda la población en riesgo de ver aparecer mutaciones de virus resistentes a las vacunas y además alargaron la pandemia".
Aumento de los conflictos
En este contexto, Callamard ha hecho hincapié en que "en plena pandemia se fraguaron nuevos conflictos y se enconaron otros no resueltos". "En Afganistán, Burkina Faso, Etiopía, Israel y Palestina, Libia, Birmania y Yemen, por ejemplo, los conflictos causaron violaciones generalizadas del Derecho Humanitario y del Derecho Internacional", ha dicho.
"En muy pocos casos se dio la respuesta internacional necesaria, y muy pocas veces se hizo justicia o se rindieron cuentas. Antes al contrario, los conflictos se extendieron en 2021 y sus efectos se agravaron al prolongarse en el tiempo", ha destacado.
Asimismo, ha reseñado que, además, "aumentaron el número y la diversidad de las partes enfrentadas", mientras que "se abrieron nuevos escenarios de conflicto". "Se probaron armas nuevas. Se causaron más muertes y heridas. El valor de la vida se redujo", ha denunciado.
"No hubo un lugar donde el declive del orden mundial se hiciera más patente que en Afganistán. Allí, tras la retirada de todas las tropas internacionales, el colapso del gobierno y la toma del poder por los talibán, mujeres y hombres afganos que habían luchado en primera línea por los Derechos Humanos y los valores democráticos fueron abandonados a su suerte", ha denunciado.
Callamard ha argumentado que "el fracaso mundial a la hora de ofrecer una respuesta global a la pandemia creó un caldo de cultivo para mayores conflictos e injusticias" y ha añadido que "el aumento de la pobreza, la inseguridad alimentaria y la "instrumentalización de la pandemia para reprimir a la disidencia y las protestas quedaron arraigadas en 2021".
Por otra parte, ha incidido en que "este retroceso también se hizo patente en la conferencia sobre el cambio climático (COP26)", que "terminó con una traición" al no lograr un acuerdo tras 15 días "marcados por una mirada cortoplacista y truncados por el egoísmo".
"Con ello, condenaron a grandes sectores de la humanidad a un futuro de escasez de agua, olas de calor, inundaciones y hambruna. Los mismos gobiernos que rechazaban migrantes en sus fronteras obligaban a millones a huir de sus hogares en busca de seguridad y mejores condiciones de vida", ha dicho.
"Países que ya estaban con el agua al cuello debido a unos niveles de deuda insostenibles se quedaron sin la financiación suficiente para tomar las medidas indispensables con que hacer frente a un cambio climático de consecuencias funestas", ha explicado.
Callamard ha cargado además contra redes sociales como Facebook, Instagram y Twitter y ha dicho que permitieron la propagación de desinformación sobre la pandemia. "Las empresas de redes sociales permitieron que sus lucrativos algoritmos difundieran desinformación perjudicial sobre la pandemia, dando prioridad al sensacionalismo y la discriminación frente a la verdad", ha dicho.
Impacto sobre personas marginadas
Por ello, Amnistía ha incidido en que los países del sur global sufrieron un mayor impacto de esta situación que se vio agravada por el desmoronamiento de los sistemas de salud y de la red de apoyo social tras décadas de abandono, algo especialmente patente en África.
La ONG ha recordado que el continente cuenta con menos del ocho por ciento de la población vacunada con la pauta completa, mientras que Callamard ha señalado que "en muchos países del mundo, poblaciones ya marginadas pagaron el precio más alto por las decisiones políticas deliberadas de una minoría privilegiada".
"El derecho a la salud y a la vida se violaron a una escala masiva. Millones de personas tenían dificultades para llevar a fin de mes. Muchas personas perdieron su casa. Niños y niñas fueron excluidos de la educación y la pobreza aumentó", ha señalado.
En otro orden de cosas, ha lamentado que al menos 67 países introdujeron en 2021 leyes para limitar la libertad de expresión, asociación o reunión, además del bloqueo de aplicaciones en las que se hablaba de temas polémicos en Birmania, China, Cuba, Esuatini, Irán, Níger, Senegal, Sudán y Sudán del Sur, entre otros.
"En lugar de generar espacios para un diálogo y un debate imprescindibles sobre la mejor forma de afrontar los desafíos de 2021, muchos estados redoblaron sus esfuerzos para acallar las voces críticas", ha apuntado Callamard.
"Pese a sus promesas y compromisos en sentido contrario, casi a cada paso dirigentes y grandes empresas optaron por un enfoque no transformativo, eligiendo reforzar las desigualdades sistémicas existentes tras la pandemia en lugar de derribarlas. Aún así, la ciudadanía del mundo entero ha dejado meridianamente claro que lo que quiere es un mundo más justo, basado en los Derechos Humanos", ha remachado.