La travesía por el desierto de Ángel Hernández, el hombre de 70 años que ayudó a morir el pasado abril a su mujer en fase terminal, María José Carrasco (62), continúa. Reconoce que está agotado, después de todo el proceso de pérdida, agravado por su posterior detención y pendiente ahora de que el Juzgado de Violencia de Género se pronuncie sobre su caso. Pero asegura que su lucha no terminará hasta que se logre despenalizar la eutanasia en España. "Entonces podré relajarme y llorar a María José. Por el momento, he retirado todas sus fotos de la casa", cuenta Ángel a 65YMás, convertido en un activista por la causa tras la repercusión mediática de la muerte de María José, que sufría esclerosis múltiple desde hace más de 30 años.
Asegura que es urgente que se apruebe ya la ley que permita la eutanasia porque mientras tanto hay mucha gente sufriendo. "Lo único que pedimos es que las personas tengan la capacidad de elegir cómo morir dignamente, cómo dar el último paso hacia el infinito y eso es muy simple", explicaba frente al Congreso de los Diputados donde hace unos días se entregaron más de 1.000 firmas para la despenalización urgente de la eutanasia y la retirada de los cargos contra casos como el suyo, recogidas por Change.org (@change_es). "Yo ya lo tengo asumido, sé que saldrá una condena en mi contra, pero eso ya lo sabíamos cuando María José y yo tomamos la decisión".
Ángel Hernández junto a su mujer, Maria José Carrasco
Una ley que no avanzaba
Ahora su prioridad, reconoce, es que se configure cuanto antes un Gobierno progresista que pueda dar salida a leyes tan básicas como la que regula la eutanasia. "Pero visto lo visto, no sé si llegaré a verlo con mis propios ojos. Somos un ejército desarmado, frente a una minoría política con poder que se niega a que salga adelante", expone Ángel en relación a que más del 70% de la población apoya la eutanasia, bloqueada sin embargo en el terreno de lo político.
Recuerda que María José y él tuvieron la esperanza de que durante la anterior legislatura el PSOE sacase la ley adelante, pero finalmente fue bloqueada por PP y Ciudadanos. "Cuando se disolvieron las cámaras el pasado marzo, fue el punto definitivo. Ya habíamos esperado mucho tiempo, como tantos otros familiares, pero veíamos que la ley no avanzaba", cuenta Ángel. Una de las cosas que les frenaba eran las reticencias de María José, que no quería que su marido se viese implicado. "Ella quería protegerme, porque sabía a lo que me enfrentaba", aclara Ángel en referencia a que su mujer conocía bien el procedimiento al que se podía enfrentar debido a su carrera como secretaria judicial.
Por eso decidieron, con la asesoría de la Asociación Derecho a Morir Dignamente (@derechoamorir), que grabarían en vídeo todas las pruebas para que quedase constancia de que se trataba de auxilio al suicidio. En el vídeo del 3 de abril, Ángel le pregunta a su mujer: "¿Sigues con la idea de suicidarte? ¿Quieres que se lleve a cabo yo? Sabes que tengo que ayudarte yo...". Ella, en fase terminal de la enfermedad, asiente y traga la sustancia letal que le provocaría la muerte y también la ausencia de dolor. Después, el propio Ángel llamó a la policía para notificar el fallecimiento de su mujer ante la mirada atenta de las cámaras de televisión que hacían de testigos presenciales. Ambos lo hicieron conscientes de las consecuencias que podría acarrear, como su posterior detención, con el objetivo de visibilizar un problema que existe, "pese a que algunos políticos como Pablo Casado afirmen lo contrario", aclara Ángel.
Ángel Hernández comunicado el fallecimiento de su mujer al 061, grabado en directo por El Intermedio de La Sexta
Acto de infinito amor
"Yo no quiero que nadie más de la cara, creo que con un caso como este en los tribunales es suficiente", explica con la esperanza de que la sentencia de su caso marque un hito en cuanto a la despenalización del delito de eutanasia. "Teníamos dos opciones: hacerlo visible como hicimos o seguir los pasos de Ramón Sampedro y su compañera Ramona Maneiro, quien no confesó hasta que había prescrito el delito", aclara Ángel. "Lo que sigo sin entender es nuestro Código Penal en el que un acto infinito de amor siga considerándose un delito, incluso 20 años después del caso de Sampedro", comenta emocionado.
Así, ponía fin Ángel a los 38 años que compartió con Maria José, a quien define como una persona tremendamente inteligente, guapa y amante del deporte y los viajes. Se conocieron en clases de interpretación y a los 32 años a ella la diagnosticaron esclerosis múltiple. Desde entonces ha sido su mano derecha y su cuidador en los últimos años en los que ella necesitaba ayuda constante, llegando incluso a prejubilarse de su trabajo como técnico audiovisual en la Asamblea de Madrid. "Ha sido un deterioro a lo largo de 30 años, primero perdió movilidad, luego vista... pero siempre tuvo claro que quería morir dignamente y así lo especificó en su documento de voluntades anticipadas. Eso es lo que me decidió a ayudarla en su ultimo paso hacia el infinito, hacia la nada", relata Ángel.