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Un biólogo de la Universidad de Friburgo pudo enseñar a las anémonas de mar a adaptar su comportamiento en función de experiencias pasadas, a pesar de que no tienen cerebro.
Asociamos espontáneamente las facultades de aprender y memorizar con la existencia de un cerebro. De hecho, la ciencia ya sabe bastante sobre las diversas funciones ubicadas en diferentes zonas del cerebro de humanos, ratones e insectos. Sin embargo, no todos los animales poseen un cerebro. Los cnidarios como las anémonas, las medusas y los corales tienen un sistema nervioso rudimentario.
"A menudo suponemos entonces, un poco ingenuamente, que estas criaturas solo pueden comportarse a nivel de reflejo", explicó el profesor Simon Sprecher, del Departamento de Biología de la Universidad de Friburgo, en un comunicado.
En un estudio publicado recientemente en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), el Dr. Sprecher y su equipo dejaron en claro que la suposición simplemente no es cierta. Demostraron con éxito que la anémona de mar estrella (Nematostella vectensis) está dotada de una especie de memoria simple y que es capaz de aprender a través de la asociación.
El grupo de investigación llevó a cabo pruebas en animales, sometiendo a los individuos a estímulos luminosos y eléctricos, ya sea simultáneamente (destellos de luz y "descargas" eléctricas administradas juntas) para crear una asociación, o con un intervalo entre ambos para que no se percibiera ningún vínculo. Esto constituyó un entrenamiento al que las anémonas sí reaccionaron.
Con el tiempo, aquellos que habían recibido los dos estímulos simultáneamente retraían sus cuerpos tan pronto como se emitía el pulso de luz. Habían aprendido que un destello de luz iba acompañado de una descarga eléctrica, el clásico condicionamiento pavloviano. Por lo tanto, los cnidarios pudieron registrar en algún tipo de memoria un vínculo entre dos elementos y adaptar su comportamiento en consecuencia. "Esto es exactamente lo que se llama aprendizaje asociativo, prueba de que incluso los animales sin cerebro pueden mostrar un comportamiento complejo gracias a su sistema nervioso", dijo el Dr. Sprecher.
"Entonces tenemos el marco necesario", agregó, "para impulsar nuestra investigación". Ahora que sabemos que las criaturas sin cerebro son capaces de aprender, surge una pregunta. ¿Cómo lo hicieron? "Sabemos muy poco sobre el funcionamiento del proceso de aprendizaje en animales que tienen un sistema nervioso aparentemente simple. Nuestra hipótesis es que ciertas sinapsis también se refuerzan en ellos". ¿Existe entonces una especie de centro nervioso? ¿Hay zonas que se dedican principalmente a organizar el proceso de aprendizaje? ¿O todo el proceso se distribuye uniformemente por todo el cuerpo? ¿Cómo se comunican los neurotransmisores entre ellos? Estas son algunas de las preguntas que surgen del estudio y que el Dr. Sprecher y su equipo van a analizar ahora.
Estas observaciones plantean otra pregunta. ¿Cuándo y cómo surgió la capacidad de aprender en la evolución? "Los primeros ancestros de todos los animales que poseen cerebro vivieron hace unos 560 millones de años. Aquellos dotados de un sistema nervioso aparecieron entre 100 y 150 millones de años antes de eso", señaló el Dr. Sprecher. ¿Han existido animales que son capaces de aprender incluso más tiempo de lo que habíamos pensado hasta ahora? "Esa es una pregunta muy interesante que ciertamente merece estudio".