En su paso por la Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha, Andalucía, Cataluña y Aragón, la DANA ha causado grandes estragos, dejando numerosos fallecidos, desaparecidos y daños materiales.
Personas mayores que viven solas y tienen alguna dependencia, aquellas que no consiguieron ayuda a tiempo, se han visto especialmente afectadas por esta devastadora DANA. A falta de cifras oficiales por edad, este diario ha contabilizado al menos 25 muertes de personas mayores de 65 años del total de las víctimas mortales, aunque se trata solo de una aproximación y la cifra real puede ser superior. La gran mayoría eran personas de entre 80 y 90 años que vivían en pisos bajos y tenían movilidad reducida.
Patronales de dependencia mostraban su preocupación por la situación de estas personas, especialmente por las "personas mayores que viven en sus hogares, ya que no cuentan con cuidadores profesionales y su atención es incierta", en palabras del presidente de la Federación Empresarial de la Dependencia (FED), Ignacio Fernández-Cid. El presidente de la patronal de dependencia de la Comunidad Valenciana AERTE, José María Toro, hacía referencia también a las personas que son atendidas en sus domicilios por cuidadores no profesionales. El Círculo Empresarial de Atención a Personas (CEAPs) ha pedido, así, la puesta en marcha de un "sistema express de reconocimiento de Dependencia".
La Plataforma de Mayores y Pensionistas (PMP) ha mostrado también su "máxima preocupación por la situación de las personas mayores en situación de dependencia que viven en las zonas afectadas por la DANA y que puedan encontrarse aisladas en sus hogares, sin acceso a servicios de acompañamiento, cuidado y ayuda", destacando la importancia de que se tomen medidas urgentes y efectivas para garantizar la seguridad, la salud y el bienestar de estas personas.
El presidente de la Federación Provincial de Asociaciones Democráticas de Pensionistas y Jubilados de UDP Valencia, Fernando Durba, explica a este diario que "hay asociaciones que han desaparecido, todo lo que tenían. Habrá seguramente fallecidos de nuestras asociaciones, pero no lo sabemos con certeza porque no hay manera de saberlo todavía. Cada uno está en sus casas o donde pueden. Es un desastre muy grande", lamenta, poniendo especial atención igualmente en las personas mayores que viven en plantas bajas, a quienes "les tiene que haber afectado un montón".
Durba asegura que están intentando recabar información de sus asociados para saber qué es lo que necesitan estas personas. En cualquier caso, "lo primero es tener medios para poder arrancar", aclara. Y advierte que estas personas "pueden estar predispuestos a una mayor vulnerabilidad".
Para intentar dar respuesta a este desastre, el presidente de UDP Valencia señala que van a empezar a recaudar fondos para destinarlos "donde hagan falta", concretamente "queremos que vaya para los mayores".
Han sido muchos los municipios afectados, solo en Valencia en alrededor de 70, una semana después, se seguían retirando enseres, vehículos y haciendo achiques de agua, según informaba el Centro de Coordinación de Emergencias (CCE). En 30 de estos municipios afectados, UDP Valencia estaba presente, cuyas asociaciones se han visto afectadas "en más o menos intensidad", tal y como ha destacado su presidente.
Algemesí, Paiporta, Aldaia y Carlet se encuentran entre los incluidos en el listado provisional de municipios afectados por la DANA, desde donde algunos de sus vecinos mayores nos han relatado cómo han vivido de cerca lo sucedido. Estas son sus historias:
Juan José Marín, 68 años, afectado en Algemesí
Algemesí es uno de los municipios afectados por la DANA, desde allí Juan José Marín Chalas, miembro de la Federación de Jubilados y Pensionistas de Valencia, lamenta esta "catástrofe que nos ha tocado vivir", admitiendo que se sienten "un poco abandonados".
"Me tocó vivir en primera persona la catástrofe que desgraciadamente estamos viviendo", afirma Juan José, que le pilló de camino a recoger a su hija. "Me llamó porque llegaba en el cercanías de Valencia a Algemesí pero decía que no iba a poder parar porque estaba inundada ya la estación y les desviaban. Así que cogí el coche y fui a Alzira". En su regreso, Juan José y su hija pudieron ver cómo "el río Magro estaba a punto de desbordarse. Nosotros pasaríamos un cuarto de hora o así antes de que esto se produjera".
Juan José y su hija lograron llegar a su casa y aparcaron el coche en el garaje. Entonces comenzaron "momentos de mucha tensión". "El agua empezó a subir y a subir. Nosotros, afortunadamente, vivimos en un piso alto, así que lo vimos desde la terraza: toda la calle era como si fuera un río, arrasaba absolutamente todo. A Dios gracias, no vimos a ninguna persona en una situación de extrema dificultad. Y entonces nos quedamos sin luz y sin agua, hasta casi una semana después. Gracias a que un amigo de uno de los vecinos se ofreció a arreglárnoslo, porque la compañía estaba desbordada con avisos de cortes de luz".
Hasta este miércoles todavía seguían sin agua, con todo, Juan José destaca que "lo más dificultoso fue el tema de las comunicaciones, y es que desde el primer día perdimos la comunicación tanto vía telefónica como de datos. Y estuvimos así cerca de cuatro días".
El día siguiente no fue mejor que el anterior. "Era dantesco. Bajamos al patio y nos encontramos con casi 50 centímetros de lodo. Cogimos unas palas que teníamos y abrimos un poco el camino hacia la calle", cuenta Juan José, que no encuentra palabras para describir cómo encontró la calle. "Era patético. No sé cómo explicarlo. Los coches uno encima de otro, contenedores, farolas, mobiliario urbano... había de todo".
En el caso de Juan José, tuvieron que esperar 48 horas hasta recibir ayuda. "Las primeras 24 horas no tuvimos absolutamente a nadie. Luego los bomberos ya pudieron entrar. Sí que es cierto que toda la gente se volcó en ayudar, tanto con los escombros como en la distribución de alimentos, etc", relata. De hecho, él ha sido uno de los que se han lanzado a la calle a echar una mano a cualquier vecino que lo necesitara.
Varias personas limpiando los estragos ocasionados por la DANA en Algemesí (Valencia). Foto: Alejandro Martínez Vélez (Europa Press).
Juan José afirma que "llegamos a pasar miedo. Era una cosa que se salía completamente de nada que hubiéramos vivido. Fueron momentos de mucha tensión, de ver que no puedes hacer absolutamente nada, solo rezar porque fuera a menos".
Afirma así que, casi una semana después, desde la terraza de su casa, viendo cómo el ejército trabaja con sus medios para limpiar la zona, "empezamos a ver la luz".
Ángel Redondo, 69 años, afectado en Paiporta
Ángel Redondo Machado ha vivido el paso de la DANA en Paiporta, donde es presidente desde hace seis años del Hogar del Jubilado. El lugar cuenta con tres plantas, de las cuales utilizan mayoritariamente la primera y la segunda, según explica. "La segunda no ha sido afectada, no ha llegado el agua. Pero en la primera lo hemos perdido todo", afirma, destacando que podría haber sido todavía peor. Y es que, aunque desde que empezó a desbordarse el barranco empezó a correrse la voz de que bajaba agua y desalojaron el hogar antes de hora ("hacía muchísimo viento y no pintaba bien la cosa"), Ángel también decidió ese día que no se hiciera bingo debido al mal tiempo, una actividad que, por lo general, reúne "unas 60 o 70 personas".
"Se hubiera liado", comenta, explicando que esta actividad la suelen hacer en la primera planta, que quedó arrasada por el agua. Esto hubiera supuesto, además, "tener que quedarse allí toda la noche, sin medios ni nada".
"Hasta ahora todo ha ido bien, pero ha llegado esta desgracia y lo vamos a pagar todos", lamenta, incapaz de prever cuándo podrán volver a funcionar con normalidad. "Es imprevisible. Por las calles apenas se puede pasar".
Varias personas limpiando los estragos ocasionados por la DANA en Paiporta (Valencia). Foto: Rober Solsona (Europa Press).
"Fue espantoso, asomarte a la ventana desde un tercero y ver de golpe que empieza a venir el agua, ver que sube y sube hasta casi dos metros, ver los coches nadando como si fueran trocitos de plástico y amontonados por todos lados", relata Ángel, que recuerda otra gran inundación que tuvo lugar en Valencia en 1957, conocida como la gran riada de Valencia, que causó al menos 300 muertos y numerosos daños materiales. "Pero como esto no se vivió nunca", asegura.
Además de la "desolación" de la gente, Ángel pone el foco en aquellas personas mayores que han tenido que pasar lo ocurrido solos en sus casas y que, "inclusive, todavía estén sin poder salir porque están llenas de barro y coches. Habrá además muchas plantas aún que no se hayan podido abrir".
Ángel, que también se lanzó a la calle para ayudar en lo que pudiera, resalta la ayuda proporcionada por tantas personas voluntarias. "Es digno toda la gente joven que ha venido a ayudar. A veces no tenían ni idea siquiera de cómo coger la pala, pero ellos querían ayudar con lo que fuera. Es envidiable", añade, destacando a su vez cómo "se ha volcado toda España con Paiporta, con camiones y furgonetas para traer de todo. Porque nos hemos quedado sin nada, sin supermercado, sin poder salir del pueblo, sin agua y algunos sin luz durante días".
"Hay mucha desolación y una tristeza enorme, porque te preguntas, ¿cuándo vamos a hacer vida normal? Yo estoy pensando y repensando en si seguir o no como presidente, porque esto te deja hecho polvo", admite.
María José, 72 años, afectada en Paiporta
María José Serrano Lerma nació en Villanueva de la Jara (Cuenca), pero ha vivido desde muy pequeña en Paiporta. Allí es miembro del Hogar del Jubilado y vive en una planta baja, donde "no ha quedado nada", explica a este diario.
Tiene cuatro hijos. Uno vive en Castilla-La Mancha, mientras que sus tres hijas viven en Paiporta con ella. Cuando comenzó todo, Pepa fue directa a la casa de una de ellas, que vive en la orilla del barranco, tal y como explica. "Le llamaron los vecinos para que sacara el coche y yo me fui hacia la plaza".
"Fui a buscar a mi hija, por una corazonada, y la veo en medio de la plaza. Ya estaban atascándose los coches", explica. Su hija logró dejar el coche y ella se dispuso a cerrar la puerta de su casa, coger a su perro e irse con su hija y su nieto hacia la casa de su otra hija. "Salimos y veo que la calle ya corría un poco de agua. A veinte metros cruzamos una calle y ya me llegaba por el tobillo. Avanzamos un poco más y nos llegaba más arriba de la cintura. Ya casi nos ahogábamos. Fueron segundos. Era un tsunami", cuenta.
María José destaca entonces la ayuda que recibió de una chica. "Es un ángel de la guarda. Era una chica que iba de verde, no se me olvidará. No nos dejó avanzar a casa de mi hija, porque nosotras íbamos muy convencidas de ir hasta allí, como vive en un segundo piso. Pero íbamos por el medio de la calle y ya nos llevaba la corriente, y menos mal que no nos dejó avanzar porque si no nos lleva el agua. Nos empujó para que cruzáramos a un patio casi enfrente de mi casa, y de ahí salieron unos chicos, nos cogieron y nos metieron dentro. En ese patio se refugió muchísima gente. Salvamos la vida. Mis hijas nos daban por muertas", relata, añadiendo que estuvieron toda la noche resguardadas en unos pisos. "Fue un milagro muy grande que nos salváramos".
María José lamenta las enormes pérdidas, sobre todo humanas. "Tenemos muchos fallecidos conocidos, muchos que nos vamos enterando. Es muy fuerte. Nos vamos a recuperar de esto, porque el ser humano es así, pero va a costar mucho", afirma.
Con todo, María José ha destacado la labor de los voluntarios. "Qué maravillosos, de verdad, toda la juventud que pasaba por aquí a todas horas preguntando si queríamos algo. La verdad es que se han volcado un montón en todas las casas. El ejército quitará lo grande, pero ha sido toda la gente que venía la que ha limpiado las casas por dentro y ha ayudado a la gente".
En cuanto pudo, casi tres días más tarde, María José se marchó a casa de su madre, de casi 98 años. "Ella tiene una chica que la cuida, pero yo estaba muy preocupada por si la chica se caía o algo. Esta será mi casa de momento. Mi hijo ya arreglará la casa poco a poco. Lo más importante es que nos hemos salvado", resalta.
Manuel Molins, 70 años, afectado en Aldaia
Manuel Molíns es presidente de la Asociación de Jubilados y Pensionista, Majors 20, de Aldaia, que reúne a 2.200 socios, y cuyo centro "ha quedado destrozado, no, lo siguiente. Ahí no queda nada", cuenta Manuel, que señala que tuvieron que sobrellevar lo ocurrido "sin comida, ni agua, ni cobertura, ni luz. Nos hemos sentido desprotegidos".
"Yo estaba en casa, no avisaron a nadie, y empezó a subir el agua, hasta metro y medio en mi casa, y así en todas las calles del pueblo. No queda nada. La gente que tiene pisos está bien, pero hay muchos que lo han perdido todo. Ha habido muertos. Ahora el mar está devolviendo cadáveres. Un desastre. Ha sido apocalíptico", relata. "Aquí hasta el quinto día no vino nadie, lo hemos hecho todo nosotros, ayudándonos unos a otros. Las calles estaban hasta arriba de trastos, los coches a tres alturas... No he visto algo así en mi vida. Y que en el siglo XXI nos pase esto es vergonzoso".
Asimismo ha calificado los casos de robo que se han dado de "lo más vergonzoso que he visto". De hecho, en la Asociación, que Manolo no espera que pueda volver a funcionar hasta dentro de varios meses, denuncia que "nos robaron 4.000 euros que teníamos de cuotas, loterías y rifas".
Con todo, Manuel ha querido transmitir su "orgullo" por "toda esta juventud que decíamos que no valían para nada... A miles vinieron andando de donde sea. Gente maravillosa que lo han dado todo por el pueblo. Gracias a ellos esto está ahora medio decente", aunque, teme, "esto tardará años en solucionarse del todo".
Y es que, tal y como explica, ahora mismo "no podemos comprar nada, tenemos que ir a otro pueblo porque aquí no hay supermercados, ni médico, ni tiendas, ni bancos. No hay nada. Pero allí las colas son como las colas del hambre", recuerda, destacando que en situaciones como la vivida sale a relucir tanto lo bueno como lo malo de las personas. "Aquí están dando en diferentes puntos todo lo que se pueda necesitar, como comida y agua. Pues hay gente que viene de otros pueblos, aunque a ellos no les haya pasado nada. Para que veas la picaresca y el egoísmo de algunas personas".
Varias personas colaborando en las labores de limpieza en Aldaia (Valencia). Foto: Jorge Gil (Europa Press).
Como presidente de la asociación, Manolo ha pasado por el Covid y ahora por esta DANA, ante lo cual admite también: "No sé si irme o no". "Hay mucha gente que está muy afectada y desmoralizada. Porque un palo así, cuando eres joven, te repones y luchas, pero la gente mayor está muy tocada, gente que ha perdido a lo mejor el trabajo de toda la vida", explica.
¿Cómo se afronta algo así? Manolo no tiene respuesta. "Poniéndole un par de narices", presupone, "e intentando superarlo. Pero es muy difícil. Aquí las caras están destrozadas. Yo tengo campos y no puedo ir. He perdido los tres coches, todo. Aquí no tenemos nada. Es algo que no se describe. Una imagen vale más que mil palabras".
Pepe García, 86 años, afectado en Carlet
José García Sánchez viene de una familia de banqueros, de hecho, en Carlet (Valencia), donde vive, se le conoce como "Pepe el del banco", debido a que nació en uno. Toda su vida ha estado vinculada al banco, y su tiempo libre lo ha dedicado a ayudar en su pueblo. Ahora, a sus 86 años, de los cuales 72 ha dedicado a entidades de su localidad, y como vicepresidente y tesorero de la Asociación de Jubilados y Pensionistas UDP de Carlet, sigue colaborando con su pueblo "con todo lo que haga falta, porque la necesidad es mucha".
Carlet es uno de los municipios afectados por la DANA, donde ha habido muchos daños materiales, aunque no han tenido que lamentar fallecidos. "Aquí hemos tenido la santa fortuna de que tenemos el río Magro, que es muy ancho, y el agua prácticamente no ha entrado en el pueblo", explica Pepe, que afirma que la fuerza del agua "daba miedo". Su pueblo también sufrió el paso de un tornado, que hizo "mucho daño" al polígono industrial de Carlet, así como a numerosos caminos.
Fins a set tornados podrien haver assolat la Ribera Alta el dimarts 29 d’octubre. Així ho acrediten els socis de l’associació valenciana de meteorologia d’@avamet després d’estudiar els danys sobre el terreny. @apuntoratgepic.twitter.com/gGDyiItJdF
Imagen de una torre de luz caída por un tornado en Carlet (Valencia). Foto: Ayuntamiento de Carlet (Europa Press).
Pepe, como muchos otros en Carlet, pudo ver lo rápido que subió el agua. "No era creíble", explica. Lo pudo comprobar desde la entrada del puente, una zona que un día después "se había llevado el río".
Son muchos los voluntarios que, desde el principio, han ayudado en Carlet, pero, sobre todo, Pepe ha destacado cómo "la gente joven se ha echado a la calle. Mayores también, pero los jóvenes se han volcado. Y eso es muy bonito".
Él mismo también se ha sumado a la ayuda, colaborando en la distribución de alimentos y ropa. "Cuando nos llaman estamos ahí. Carlet es muy solidario", afirma, resaltando "la unión del pueblo y la labor de las autoridades".
Sobre el autor:
María Bonillo
María Bonillo es licenciada en Comunicación Audiovisual y Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid. Escribe principalmente sobre temas de sociedad. También tiene experiencia en comunicación corporativa de empresas como OmnicomPRGroup y Pentación Espectáculos.