Situada en el barrio madrileño de Tetuán, la Fundación Alicia y Guillermo lleva, desde 2013, prestando un servicio imprescindible a las personas mayores de la zona norte de Madrid. Más de 100 usuarios se benefician de sus innovadores talleres, visitas guiadas y programas que pretenden fomentar el envejecimiento activo y luchar contra la soledad. Pero, sin duda alguna, uno de los aspectos más interesantes de esta fundación es su historia.
“Conocí a la fundadora, Francisca García. Era una mujer nacida en 1920, muy avanzada para su tiempo. Tenía dos carreras y había trabajado de maestra, enfermera y en el Ministerio del Interior. Estaba casada con un venezolano y tenía dos hijos, Alicia y Guillermo que, por desgracia, murieron antes que ella”, relata la directora de la fundación, Lola Carbonell.
García tenía una relación fluida con Carbonell. La actual directora de la entidad sin ánimo de lucro trabajaba en un banco y fue ahí donde conoció a la fundadora puesto que acudía con frecuencia a la sucursal. “Congeniamos. Nos unió el amor por la historia y la literatura. Era una mujer muy culta. Cuando fue más mayor, se trasladó a una residencia y seguí visitándola como amiga”, recuerda.
En este lugar, Francisca o "Paquita", como la solían llamar, se comenzó a plantear a quién iba a dejar su herencia, puesto que no tenía casi familiares vivos. “Yo era conocedora del dinero que tenía y siempre le dije que hiciese algo con él ya que, como bancaria, era consciente de que los bienes iban a quedar paralizados por el Estado”, comenta. “Le dije: ‘Dónalo a Cáritas o a otro tipo de organización’. Pero era un poco desconfiada. Por ello, decidimos hacer algo nosotras mismas con su herencia”, continúa.
Tras darle varias vueltas, en 2011 dejó hecho su testamento y nombró a Carbonell como albacea. “Como última voluntad, legó sus bienes y su casa para crear una fundación destinada a ayudar a personas mayores que sufriesen de soledad”, explica. De esta manera, la mujer devolvería a la sociedad el cariño que había recibido por parte de su amiga y exbancaria, que la acompañó hasta su muerte.
Actividades novedosas para un público exigente
En 2013, Francisca García falleció y Carbonell se dispuso a acometer la proeza de crear una fundación de la nada. Tal y como se estipulaba en su testamento, la exempleada de banca asumió las labores de gestión. "Ella no quería involucrarse en la creación de la entidad", recuerda. Un año después, tras acabar con todos los trámites legales necesarios, pasar por un proyecto de voluntariado de la Cruz Roja donde Carbonell se formó y dejar su trabajo en la Caja del Mediterráneo, el proyecto comenzó a rodar. Primero buscó voluntarios y, una vez consiguió reunir a un buen equipo de personas, trató de convencer a las personas mayores del barrio para que se uniesen al proyecto.
No fue fácil. “Empezamos con un taller que se llamaba Profundizando en la vida. Eran historias de vida”, recuerda. Y sostiene: “Desde el principio, hemos intentado hacer actividades novedosas. Para hacer sólo dinámicas que se realizan en centros de mayores no nos hubiésemos metido en esto. En su momento tuvieron un papel importante pero ahora la cosa ha cambiado. Aquí hacemos mindfullness, jumping, Chi Kung…". Según ella, hay mayores que les comentan que jamás pensaron encontrar un sitio como éste pensado para ellos.
Actualmente, a parte de una oferta variada de talleres y visitas guiadas mensuales, cuentan con dos programas novedosos. Uno de ellos es Convive Mujer. Con él, pretenden que mujeres mayores que viven solas y quieren compartir piso, puedan hacerlo con jóvenes trabajadoras y estudiantes. "Existían proyectos similares pero sólo se enfocaban a universitarios", apunta. El hecho de que las universitarias se fuesen al poco tiempo (muchas eran Erasmus) creaba una sensación de soledad en las anfitrionas y, por ello, crearon este programa que pretende crear relaciones más estables.
“También tenemos un programa de domótica que se llama Domomayor, cuya misión es facilitar el día a día de las personas de más edad", cuenta la directora de la fundación. El proyecto, que está aún en fase piloto, lo gestionan junto a una empresa privada del sector. Su labor como fundación es la de enseñar a los familiares a utilizar estos avances o, en ciertos casos, mandar a algún voluntario para que pueda hacer un seguimiento del mayor a través de la domótica. Además, buscan conseguir algún tipo de ayuda financiera para que las personas con menos recursos puedan costearse la instalación de estos aparatos: persianas automáticas, detectores de presencia, electrodomésticos inteligentes...
La importancia de la implicación de los mayores
La Fundación Alicia y Guillermo pretende que los mayores que participen en sus actividades se involucren en la gestión diaria de las mismas. “El Club Vitalmente, nuestro espacio de envejecimiento activo, es 'semigestionado': ellos deciden qué visitas hacer. Asimismo, tenemos un cine fórum autogestionado”, cuenta la directora. La participación es imprescindible. Según ella, en muchas ocasiones, los usuarios proponen un nuevo taller y, posteriormente, piden que se haga una masterclass para que puedan impartirlo ellos mismo. “Si nos llegan con cualquier idea loca de curso, la estudiamos. En Alicia y Guillermo, nada nos parece una locura”, afirma.
Basándose en esta idea de actividades participativas, la fundación creó el programa Mayores Contigo. La iniciativa surgió de los propios usuarios. Propusieron hacer algún tipo de voluntariado y se incluyó esta posibilidad dentro del proyecto, que se realiza en colaboración con la Comunidad de Madrid y la Agencia Madrileña de Atención Social. “Hemos llegado a un acuerdo para promocionar este programa en los centros de mayores”, apunta. Por el momento, ya hay varios mayores de la fundación dando apoyo a inmigrantes del CEPI de Tetuán.
Asimismo, la entidad sin ánimo de lucro se ha preocupado por dar voz a las personas de más edad en los órganos representativos del distrito. “Había distintas comisiones montadas pero los mayores no tenían una específica para ellos. Hace dos años logramos crear una”, recuerda. En este órgano del Ayuntamiento hay plazas para expertos, representantes de asocaciones pero también para los propios interesados. “Hemos integrado en ella a los mayores”, sentencia.
Para la directora, el hecho de que cada vez más personas mayores se involucren en las actividades responde a un cambio en la percepción sobre qué es ser mayor. “Ahora está de moda el envejecimiento activo emisor (participativo). Es decir, estar abierto a la sociedad y aportar”, comenta. “Primero se decía: 'Hay que sacarles de sus casas' y ahora estamos en un momento en el que les pedimos que se integren. Son sujetos activos, tienen mucho que aportar”, concluye.