Jubilarse no es sinónimo de dejar de hacer cosas y tampoco, bajo ningún concepto, de pasar a ser un ciudadano de segunda. Así lo entienden en la Confederación Estatal de Mayores Activos, organización miembro del Comité Asesor de 65YMÁS, con sede en Sevilla. Este diario ha conversado con su presidenta, Gloria Veiga, sobre el buen trato a las personas de más de 65 años, los beneficios del envejecimiento activo, la lucha contra el edadismo y la importancia del cuidado de los más vulnerables, de acuerdo a sus necesidades y preferencias.
PREGUNTA - ¿Qué es y qué valores defiende Confemac?
RESPUESTA - Los que nos hemos jubilado hace poco tenemos un horizonte temporal de 20 años, según las estadísticas. Hay mucho por desarrollar y personas muy activas que tienen un bagaje y una manera generosa de ver la vida. Así que si has sido activo anteriormente querrás seguir siéndolo ahora, pero no recibiendo de la sociedad, sino dando.
En Confemac tenemos ese espíritu. Contamos con esas personas que, a pesar de haberse jubilado y de ser un apoyo grande para su familia, se quieren entregar también a la sociedad a través de varias actividades, como el voluntario, que ofrece un gran abanico de posibilidades donde desarrollar inquietudes y sentir que no estás amortizado.
Y sobre todo, les preparamos para las TIC, para que aprendan a moverse en este campo, y hacemos también cursos de envejecimiento activo, con un catálogo de 20 temas diferentes que ellos eligen.
P.- ¿Cómo define Confemac el envejecimiento activo?
R.- Es como que una vez que has terminado tu etapa laboral no digas: ‘Ahora voy a recibir’. No. Tienes que tener un sentimiento de emisión a la sociedad de todas las competencias y experiencias, mediante un voluntariado.
Yo empecé en una asociación del barrio y allí hacían talleres de toda clase: el que sabía pilates daba un curso gratis, al que le gustaba el teatro, igual, y también teníamos otras actividades encaminadas a evitar la soledad de los mayores.
A mí, se me abrió un mundo. Podían tomarse un café, contar sus historias... Y si no estaban las 10 abuelitas, pues preguntaban: "¿Qué ha pasado con esta?". Era maravilloso para detectar las soledades en un barrio como el que yo vivo en Sevilla, muy envejecido. Y, tras todo esto, acabé en Confemac.
P.- ¿Qué queda por hacer para conseguir que todos los mayores reciban un buen trato? ¿Cómo se puede combatir el edadismo?
R.- Se ha avanzado, porque le hemos puesto nombre. Es un fenómeno que viene de la sociedad e incluso de la familia: superprotege y decide lo que es bueno para tí, como cuando vas al médico y éste se dirige a quien te acompaña. O, por ejemplo, que nuestros políticos nos llamen "nuestros mayores", eso es una patada en el hígado para nosotros. ¿Por qué somos suyos? Hay mayores que son muy listos, otros que sufren la brecha digital, pero también algunos son máquinas. No se nos puede poner una etiqueta. Somos personas que hemos envejecido y que tratamos de hacerlo lo mejor posible.
Y efectivamente, existe el maltrato, como pueda pasar con parejas que envejecen o hermanos que se pelean para tener más trato con la madre o padre y la ponen de escudo, le administran las cuentas o deciden si tiene que ir a una residencia o si se queda en casa con ayuda.
Y luego, la sociedad maltrata con la brecha digital. Ya hemos visto todo el tema de la banca, pero también están las administraciones. Para muchos, el tener que sacar la firma digital y que te den un número que luego tienes que poner y te manden a un lado u otro, es difícil; y la sociedad no está preparada para ayudar.
P.- ¿Qué se puede hacer para que esto no siga ocurriendo?
R.- Pues que la sociedad no vaya a pasos de gigante en muchas cosas. Desde un tiempo a esta parte, se ha hecho una especie de exaltación de la juventud, del buen cuerpo, de la agilidad mental… Pero somos nueve millones y formamos parte de la sociedad. Muchas veces, confunden mayor con tonto. Y como decía Carlos San Juan, no lo somos. Vamos más despacio. Tienen que acoplarse un poco a nosotros.
En Confemac estamos metidos en muchas cosas, pero nos hacen poco caso. Hablas, parece que te escuchan, pero luego no lo vemos reflejado.
P.- ¿Qué le parece el cambio de modelo de residencias que quieren implantar el Gobierno y las CCAA?
R.- Hay un problema: es un buen negocio. Hay empresas que se han quedado con un montón de centros en toda España y tienen interés en colaborar con que los mayores vivan de forma más amable pero, en la realidad, son como un tornillo en la cadena de producción. Al final, es rentabilidad. Sé de residencias que empiezan a levantar a los usuarios a altas horas de la madrugada para que todos estén listos a las 8 de la mañana para desayunar, porque hay que lavarlos y si tienen veintipico personas y dos trabajadores, pues imaginad.
Nosotros tratamos que todo se enfoque en el buen trato y la comodidad. Por ejemplo, denunciamos el atar y mantener en una posición a grandes dependientes. Piensan que los protegen, pero les quitan la dignidad.
P.- ¿Cree que se ata por falta de personal?
R.- No tanto, más por falta de conocimiento. Que pongan las camas bajas, que se arbitren sistemas… ahora existen muchas técnicas, y hay residencias que lo están haciendo, pero es un trabajo que nos está costando.
P.- ¿Cree que los mayores están bien representados en las instituciones?
R.- Sí, pero no nos hacen caso. Estamos en muchos consejos de mayores, pero organizan las reuniones del tal manera que toman nota, se mete en un acta, y luego no hay interés más allá del papel.
P.- Confemac actúa a nivel estatal, pero su sede está en Sevilla. ¿Qué diferencias ve en el trato que dan las instituciones andaluzas a los mayores en comparación con otras?
R.- En Cataluña fueron pioneros en muchas cosas, pero tuvieron un proceso de involución. Y respecto a Andalucía, creo que al menos nos escuchan. Esto es como cuando no se hablaba del maltrato a la mujer y ahora sí. Es una gota que va calando en la sociedad, un trabajo de pico y pala, de ir concienciando.
No puedo decir que todo sea malo, pero estamos lejísimos de conseguirlo. Hay nueve millones de jubilados con necesidades. Hemos dado mucho. Lo que queremos es hacernos oír. Y, en el fondo, creo que sí que hay un respeto por el mayor, pero no está de moda.
Sobre el autor:
Pablo Recio
Pablo Recio es periodista especializado en salud y dependencia, es graduado en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid y comenzó su carrera profesional en el diario El Mundo cubriendo información cultural y económica.
Además, fue cofundador de la radio online Irradiando y cuenta con un máster en Gobernanza y Derechos Humanos por la Universidad Autónoma de Madrid y otro en Periodismo por el CEU San Pablo/Unidad Editorial.