Javier Anula
Sociedad
¿Aumenta el insomnio con la edad? Mitos y verdades del trastorno del sueño
Se trata de un problema de salud que tiene un gran impacto en la calidad de vida
Todas las funciones del organismo cambian a medida que envejecemos y, entre ellas, el sueño. Aunque no a todo el mundo le afecta con la misma intensidad ni en el mismo momento. El sueño se modifica con la edad, tanto por el número de horas dormidas como por la calidad, donde se encuentran las diferencias más importantes.
Esto es debido a cambios en los patrones de sueño nocturno y también a cambios en el ritmo circadiano. Todo esto contribuye a que el sueño de las personas mayores se caracterice por ser más frágil. Esta circunstancia, junto con otros factores comunes en los mayores, puede propiciar el insomnio.
Aunque hasta hace bien poco existía la creencia de que la única función conocida del sueño era curar la somnolencia, tal y como ironizó Robert Stickgold en un artículo de la revista New Yorker, lo cierto es que tanto este profesor de psiquiatría en la Escuela de Medicina de Harvard como sus colegas investigadores del sueño no paran de demostrar, mediante variados y completos estudios, que este proceso fisiológico –más allá de ser un fenómeno natural– es de vital importancia para la salud integral de los seres humanos.
Según la neurociencia, el sueño nos permite procesar, consolidar y retener nuevos recuerdos y habilidades, por no hablar de su influencia en numerosos procesos biológicos. Funciones (metabólicas, del sistema inmunitario…) que podrían empezar a fallar si no se duerme lo suficiente. De ahí que en la actualidad el insomnio haya comenzado a ser tratado como lo que es… pero, ¿qué es exactamente?
¿Qué es el insomnio?
Desde Quirónsalud explican que "el insomnio es un problema de salud de enorme magnitud. La resistencia a la hora de dormir, el retraso del inicio del sueño y los despertares nocturnos son muy comunes y tienen un impacto significativo en la calidad de vida".
En este sentido, para que sea considerado un verdadero trastorno "debe aparecer cuando las circunstancias sean favorables y existan consecuencias diurnas, como la fatiga, excesiva somnolencia diurna, problemas de concentración, irritabilidad, déficit de memoria o atención", explica la doctora Laura Rodríguez Alcalá, del servicio de Otorrinolaringología del Hospital Quirónsalud Marbella.
Se considera crónico cuando el insomnio persiste durante tres meses o más y agudo cuando su duración es inferior a tres meses, prosigue la especialista, que aprovecha para aclarar que esta dificultad para iniciar y/o mantener el sueño no se acrecienta necesariamente con el paso de los años, ya que independiente de los factores externos que pueden afectar al descanso nocturno (épocas de mayor estrés, cambios horarios por el trabajo a turnos, el uso nocturno de dispositivos electrónicos), el ciclo vigilia-sueño cambia en función de la edad de las personas.
“El neonato duerme aproximadamente 16 horas y presenta sueño NREM (sueño ondas lentas) y REM (sueño de movimientos oculares rápidos). Durante la primera década el porcentaje de sueño REM cae y el tiempo de inicio del primer REM (latencia REM) aumenta; los jóvenes de 15 a 25 años tienden fisiológicamente a dormir tarde y levantarse tarde (fase retardada del sueño). Un adulto joven dedica 7-8 horas al descanso nocturno y duerme el 85-90% de ese tiempo. Conforme avanzamos en edad, el porcentaje de sueño de ondas lentas comienza a caer y así continúa hasta la vejez, donde se agregan despertares frecuentes, la latencia REM se acorta, existiendo una reducción total del sueño”, detalla la experta.
Trastornos relacionados con el insomnio
La privación del sueño es una situación clínica más frecuente de lo que pensamos y, en palabras de la doctora Rodríguez, se caracteriza por la queja subjetiva de un descanso no satisfactorio en calidad o duración, junto con una alteración del funcionamiento diurno (capacidad de pensar con claridad, reaccionar con rapidez y crear recuerdos). También afecta al estado de ánimo, contribuye a la irritabilidad, a los problemas de relación y la depresión, y, por último, puede aumentar la ansiedad.
“El insomnio es un factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades metabólicas, como, por ejemplo, la diabetes, presión arterial elevada, enfermedad cardiovascular, psiquiátricas como la depresión y mayor riesgo de desarrollar demencia”, advierte la integrante del equipo de Otorrinolaringología de Quirónsalud.
Por todos estos motivos, se trata de un problema que, además de deteriorar la calidad de vida de los pacientes que lo padecen, tiene importantes consecuencias sanitarias y económicas. El insomnio provoca más visitas a los servicios sanitarios, más consumo de fármacos y mayor absentismo laboral.
Detección y tratamiento
La detección del insomnio es fundamental para empezar a tratar el problema cuanto antes. Con este fin existen servicios especializados en la evaluación clínica y diagnóstica de aquellos pacientes con alteraciones relacionadas con el descanso (alteraciones respiratorias, ronquidos, excesivos despertares nocturnos, movimientos anormales, etc.) o de sus manifestaciones diurnas (excesiva somnolencia diurna, cefaleas, etc.). Son las llamadas unidades del sueño, compuestas por un equipo multidisciplinar de especialistas en neumología, neurofisiología, medicina interna, neurología, otorrinolaringología y medicina de familia, entre otros.
Los tratamientos dependen del tipo de trastorno del sueño que padezca cada paciente. No obstante, entre los más aceptados, según Laura Rodríguez Alcalá, se encuentran los fármacos para dormir, los suplementos de melatonina, los medicamentos para cualquier problema médico subyacente (depresión o ansiedad), los protectores dentales (para el bruxismo) y los dispositivos respiratorios.
La cirugía puede llegar a ser necesaria a la hora de tratar el síndrome de apnea obstructiva del sueño (AOS). “Es el que más morbimortalidad tiene por causa cardiovascular y enfermedad cerebrovascular. Se caracteriza por interrupciones repetidas de la respiración (apneas) superiores a los diez segundos”, puntualiza la especialista. Para realizar un diagnóstico correcto, se suelen realizar estudios del sueño mediante polisomnografía (PSG) o poligrafía respiratoria domiciliaria.
Medidas de higiene del sueño
- Hábitos diurnos: mantener una misma rutina de sueño, realizar ejercicio físico durante el día (evitando la noche), evitar las siestas, eliminar el consumo de sustancias que afectan al descanso, como alcohol, cafeína y nicotina (sobre todo por la tarde-noche).
- Condiciones que favorecen el dormir: permanecer en la cama únicamente el tiempo necesario, irse a dormir solo cuando se tenga sueño, no ir a la cama con hambre o sed o después de comer o beber demasiado, mantener el dormitorio a oscuras y en silencio con una temperatura adecuada, evitar la televisión en la cama y desconectar de las tensiones del día a día.
- Si no puede dormir rápidamente: levantarse de la cama, realizar algo relajante y no regresar hasta que se esté somnoliento. “Una mala noche la tenemos todos ocasionalmente, hay que intentar no preocuparse por ello”, concluye la experta.