La autoestima y el auto-concepto en la etapa de la jubilación depende, en gran medida, de la manera de percibir y, por tanto, de vivir y experimentar este momento vital. Hablamos de aspectos subjetivos que, a su vez, están reforzados, por estereotipos sociales, tanto positivos como negativos.
Muchas personas perciben la jubilación como una experiencia positiva que conlleva un cambio en su estilo de vida, sintiéndose útiles y productivas, satisfechas por el camino recorrido hasta ese momento y con perspectivas optimistas en relación a lo que vendrá. Para ellos, la jubilación supone, por un lado, el fin de un ciclo laboral caracterizado por horarios, compromisos, normas, estrés, etc., y por el otro, el inicio una etapa caracterizada por la liberación de responsabilidades, la disposición de más tiempo libre, una mayor tranquilidad y autonomía personal y la posibilidad de iniciar nuevos proyectos y darle un nuevo sentido a la vida. Esta mirada es más común entre aquellas personas que han podido prepararse para esta etapa, adaptándose poco a poco a los cambios que supone el proceso de jubilación, manteniendo a salvo su autoestima. Gente que aprovecha este momento para buscar y realizar todo tipo de actividades, crear nuevas relaciones sociales y cuidar de la propia salud, disfrutando de lo que tienen y construyendo sus propias vidas.
Sin embargo, por desgracia, existen también personas con una visión pesimista de esta etapa vital, que asocian el fin de la vida laboral con la falta de productividad personal, la inutilidad y el declive. Son gente que vive con ansiedad, sin saber a qué dedicar su tiempo. De hecho, uno de los grandes temores de llegar a la jubilación es la inactividad. La gente que vive en pareja, empieza a tener problemas de convivencia familiar por pasar más tiempo en casa sin saber qué hacer, y los que viven solos o han perdido a su pareja, sienten con más fuerza la soledad. Suelen ser personas que no han tenido la oportunidad para prepararse a vivir esta nueva etapa y para asumir nuevos roles, y que, en consecuencia, sufren un deterioro de la autoestima y, en general, de la salud física, mental y emocional.
Por todo ello, es importante aprender a aceptarse a uno mismo y la situación que se está viviendo. Entender que una persona es mucho más de lo que hace y de lo que siente. Que cada persona es valiosa en sí misma en esencia. Y, sobre todo, prepararse para afrontar todos los cambios que conlleva la jubilación, eligiendo quién se quiere ser en ese momento de la vida y dando expresión a lo mejor de uno mismo.
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