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El volcán de La Palma lleva ya seis semanas expulsando lava y su estructura está cambiando. En el cono volcánico se ha verificado un gran desprendimiento que ha modificado profundamente su aspecto y creado “avenidas” de lava. Además, desde esta semana se ha abierto una sexta boca eruptiva, según explica Lorenzo Pasqualini, geólogo de Meteored.
La actividad volcánica que no muestra signos de ralentización, sigue deformando el terreno que, en zonas próximas al cono, alcanza los 10 centímetros y una frecuente actividad sísmica.
En las últimas horas, entre la medianoche y las 8:00 hora canaria de este miércoles 27 de octubre, se han localizado 76 terremotos en La Palma, cinco de ellos han mostrado magnitudes superiores a 4,0 mbLg. El más fuerte, de magnitud 4,8 y con hipocentro a una profundidad de 35 kilómetros, se verificó esta noche y tuvo una intensidad máxima IV en la escala EMS, que se ha sentido en otras islas del archipiélago.
La intensidad de grado VI indica un terremoto “levemente dañino”, sentido por la mayoría de las personas, y con posibles daños en edificios y caída de objetos y muebles. La frecuencia de los terremotos apunta a que hay material magmático intentando salir hacia la superficie, lo que parece indicar que la erupción no parará pronto. Las causas de estos terremotos podrían ser también un reajuste en el subsuelo.
En las últimas horas la atención se ha focalizado en los terremotos –que han llegado a sentirse en otras islas del archipiélago canario– y la lava sigue siendo el elemento más destructivo. Según los datos aportados por el sistema europeo de satélites Copernicus, ya son más de 906 las hectáreas de territorio arrasadas por la lava en La Palma y 2162 las edificaciones destruidas.
Bombardear la lava para cambiar su curso
Las polémicas palabras del presidente del Cabildo de La Gomera, Casimiro Curbelo, se han hecho virales al sugerir “bombardear” la lava desde aviones militares para modificar el trayecto de las coladas lávicas y minimizar así el daño a edificaciones, cultivos e infraestructuras.
La idea de utilizar bombas para frenar el avance de la lava no es nueva. En Sicilia, durante las erupciones del Etna de 1983 y 1991-1993, se utilizó esta técnica cuando la lava amenazó algunos centros habitados situados en las laderas del volcán. Los explosivos no se lanzaron desde aviones militares, sino que fueron colocados desde tierra para modificar la morfología del terreno y desviar la lava, después de una atenta planificación. El entorno del Etna es muy distinto al de Cumbre Vieja, ya que los pueblos italianos están situados a una distancia bastante mayor de las bocas eruptivas. La diferencia de desnivel es también importante: en el Etna hay mucho recorrido, tanto en longitud como en altura, antes de que la lava alcance los centros habitados.
El 14 de mayo de 1983 los explosivos para cambiar la dirección de la lava, que amenazaba dos centros habitados, se utilizaron por primera vez en el volcán siciliano, y se considera la primera intervención de este tipo en Europa. Volcanólogos italianos programaron la explosión apoyados por expertos en explosivos originarios de Suecia, esta acción encontró muchas críticas, tanto por parte de otros vulcanólogos como de ambientalistas. Sus resultados fueron considerados “insuficientes” por muchos expertos, aunque el debate continúa abierto. Con esta explosión se obligó la lava a fluir en un canal preparado previamente por el Ejército. Durante la preparación hubo varios problemas técnicos, entre los cuales la colocación de material explosivo en una zona muy caliente.
Diez años más tarde, en la erupción del 1991-1993, los explosivos volvieron a ser utilizados. En un primer momento se intentó modificar la colada lávica –que amenazaba el pueblo de Zafferana– construyendo diques y lanzando bloques de hormigón desde los helicópteros. Al final, en mayo de 1992, los explosivos volvieron a utlizarse (7000 kilos de explosivo utilizados) para ‘obligar’ a la lava a entrar en un nuevo canal previamente preparado. En este caso y en el de 1983, el debate sobre el uso de explosivos para desviar las coladas lávicas y su eficacia ha estado muy presente en Italia.