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El tejido adiposo, o tejido graso, desempeña un papel importante en la salud humana. Sin embargo, nuestro tejido adiposo pierde funcionalidad a medida que envejecemos, lo que puede provocar diabetes de tipo 2, obesidad, cáncer y otras dolencias. Un alto nivel de ejercicio a lo largo de la vida parece contrarrestar este deterioro, según una investigación de la Universidad de Copenhague (Dinamarca), donde un grupo de biólogos estudiaron la relación entre el envejecimiento, el ejercicio y la función del tejido adiposo en hombres daneses.
¿Cómo funciona la grasa? No es una pregunta que se haga muy a menudo. Sin embargo, las investigaciones de los últimos años sugieren que la función de nuestro tejido graso, o tejido adiposo, es fundamental para que nuestro cuerpo decaiga con la edad, y está fuertemente relacionada con enfermedades humanas como la diabetes 2, el cáncer, ya que la obesidad suele desarrollarse y las células grasas sufren cambios funcionales a medida que envejecemos. Así pues, la salud general no sólo depende de la cantidad de grasa que tengamos, sino del funcionamiento de nuestro tejido adiposo.
Esta nueva investigación, publicada en la revista científica Journal of Gerontology, demuestra que, aunque nuestro tejido adiposo pierde una función importante con la edad, un alto volumen de ejercicio puede tener un impacto significativo para bien.
"La salud general está estrechamente relacionada con el funcionamiento de nuestro tejido adiposo. En el pasado, considerábamos la grasa como un depósito de energía. En realidad, la grasa es un órgano que interactúa con otros órganos y puede optimizar la función metabólica. Entre otras cosas, el tejido adiposo libera sustancias que afectan al metabolismo muscular y cerebral cuando sentimos hambre y mucho más. Por eso es importante que el tejido adiposo funcione como debe", explica el profesor adjunto Anders Gudiksen, del Departamento de Biología de la Universidad de Copenhague.
La función de las células grasas empeora con la edad
Gudiksen y un grupo de colegas analizaron el papel de la edad y el entrenamiento físico en el mantenimiento de la función del tejido adiposo. En concreto, estudiaron las mitocondrias, las diminutas centrales eléctricas de las células grasas. Las mitocondrias convierten las calorías de los alimentos para suministrar energía a las células. Para mantener los procesos vitales dentro de las células, necesitan funcionar de forma óptima.
Los investigadores compararon el rendimiento de las mitocondrias en una serie de hombres daneses jóvenes y mayores no entrenados, moderadamente entrenados y muy entrenados. Los resultados demuestran que la capacidad de las mitocondrias para respirar -es decir, para producir energía- disminuye con la edad, independientemente de cuánto se ejercite una persona.
Sin embargo, Anders Gudiksen explica que "aunque la función mitocondrial disminuye con la edad, podemos ver que un alto nivel de ejercicio de por vida ejerce un poderoso efecto compensatorio". "En el grupo de hombres mayores bien entrenados, las células grasas son capaces de respirar más del doble que en los hombres mayores no entrenados", detalla el científico danés.
Más entrenamiento significa menos residuos en las células
Al igual que el motor de un coche produce residuos al convertir los productos químicos en energía utilizable, las mitocondrias también lo hacen. Los residuos mitocondriales se presentan en forma de radicales libres de oxígeno, conocidos como ROS (especies reactivas de oxígeno). Las ROS que no se eliminan dañan las células y la teoría actual es que un nivel elevado de ROS puede provocar una amplia gama de enfermedades, como el cáncer, la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y el Alzheimer. Por lo tanto, la regulación de las ROS es importante.
"El grupo de personas mayores que más entrena forma menos ROS y mantiene la funcionalidad para eliminarla. De hecho, sus mitocondrias gestionan mejor los residuos producidos en las células grasas, lo que provoca menos daños. Por lo tanto, el ejercicio tiene un gran efecto en el mantenimiento de la salud del tejido adiposo y, por lo tanto, probablemente también mantiene a raya ciertas enfermedades", afirma Gudiksen.
Los investigadores también observan que los participantes de más edad que hicieron más ejercicio a lo largo de su vida tienen más mitocondrias, lo que permite una mayor respiración y, entre otras cosas, la capacidad de liberar más hormonas relacionadas con la grasa, importantes para el equilibrio energético del cuerpo.
Sus resultados demuestran que se puede entrenar el tejido adiposo en un grado muy alto, pero que no es necesario hacer 200 km de bicicleta a la semana para conseguir un efecto positivo. "Lo que no hay que hacer es no hacer nada", concluye Anders Gudiksen, que espera que el mundo de la investigación se centre más en lo que la gente puede hacer para mantener la salud de su tejido adiposo.
El siguiente paso para estos investigadores será estudiar dónde se produce exactamente el daño celular cuando la gente no hace ejercicio y qué impacto tiene esto en el organismo en su conjunto a lo largo del tiempo. Al mismo tiempo, los investigadores están explorando formas de manipular farmacológicamente el mecanismo de las mitocondrias que convierte las calorías en calor en lugar de depositarlas en forma de grasa, reduciendo así la producción de los dañinos radicales de oxígeno.