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En la etapa adulta, los mecanismos que regulan el sueño y la vigilia pierden eficacia, disminuyendo tanto la capacidad para mantenerse dormidos durante la noche, como para permanecer despiertos durante el día. Pero, ¿qué pasa con el sueño de los senior? ¿Cuáles son los cambios más significativos?
Como ya sabemos, el cerebro funciona en base a ondas cerebrales, y su actividad eléctrica varía tanto entre las fases de vigilia y sueño, como a lo largo de las 5 etapas que conforman el ciclo del sueño. La etapa I es aquella en la que nos vamos quedando dormidos, y en ella predominan las ondas alfa y theta; en la etapa II, el sueño es más profundo y enlentecen las ondas cerebrales; la etapa III es donde realmente descansamos, con un predominio de las ondas delta; en la etapa IV dormimos profundamente, descansando tanto física como psíquicamente; y, por último, la etapa de sueño REM, es aquella donde soñamos en forma de historia, con un predominio de las ondas theta (las mismas que tenemos cuando estamos despiertos). Este ciclo tiene una duración aproximada de entre 90 y 110 minutos, y se repite unas cinco veces alrededor de la noche.
Pues bien, al analizar los patrones generales de sueño de las personas mayores, observamos, en primer lugar, una ligera disminución del tiempo total del sueño (con una media entre 6,5-7 horas). Por otro lado, se incrementa significativamente la dificultad para conciliar el sueño (etapa I), con un aumento del número de personas que padecen insomnio, uno de los problemas más molestos que refieren las personas mayores.
Además, para los senior resulta más difícil conseguir un sueño reparador, continuo y profundo (etapas III y IV). Su sueño es más ligero y sus despertares más frecuentes, con un promedio de 3 o 4 veces cada noche. El motivo de estas interrupciones se relaciona tanto con la disminución de la duración del sueño profundo, como con otro tipo de factores, como la necesidad de levantarse a orinar (nicturia), la ansiedad, el dolor en el caso de padecerse enfermedades crónicas, etc. Igualmente, los tratamientos farmacológicos por los problemas físicos o enfermedades crónicas propios de estas edades interfieren también en el sueño, incrementando las dificultades para dormir.
En la etapa senior pueden aparecer otro tipo de problemas que afectan al descanso, como el síndrome de las piernas inquietas, narcolepsia o hipersomnia, apnea del sueño, etc. En estos casos, conviene acudir a un especialista para poder recibir el tratamiento adecuado.
La falta de descanso hace que, durante el día, nos sintamos más cansados de lo habitual. Eso, y el hecho de llevar una vida más sedentaria, incrementa las oportunidades de quedarse dormido durante el día, alterando todavía más los patrones de sueño-vigila.
Si bien existen estos patrones generales, hemos de enfatizar que cada persona es un mundo, y en temas de sueño, las circunstancias personales son totalmente determinantes. Por ello, es muy importante llevar una vida sana y activa, luchar contra el sedentarismo y cuidarse a todos los niveles.
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