Cartas escritas a mano entre niños y mayores, una forma de aprendizaje mutuo

Existe un célebre aforismo de Juan Ramón Jiménez que dice así: «Raíces y alas. Que las alas arraiguen y las raíces vuelen», donde dos aparentes polaridades se necesitan para ser mejores. De ahí que el programa intergeneracional “Raíces y Alas”, que une a los residentes del centro de día José Villareal, gestionado por Illunion, y los jóvenes alumnos del colegio Beata María Ana de Jesús reciba este nombre. Ente las distintas actividades del programa, destaca el intercambio de cartas escritas a mano, una forma de compartir la sabiduría de sus respectivas etapas vitales.

Así comenzó todo

El programa ‘Raíces y alas’ comenzó en 2009, cuando una profesora se percató de que gran parte de su inquieto alumnado, perteneciente en su mayoría a familias migrantes, tenía la necesidad de compartir su día a día con personas mayores, puesto que no conocían a sus propios abuelos o bien estaban tan lejos que no podían visitarles.

Ante la buena experiencia, decidieron repetir la iniciativa el año siguiente, pero de una forma más estructurada, con más objetivos y diseñado por los profesionales de ambos centros. Desde entonces, cada año que ha sido posible se ha repetido la actividad, lo que, con esta ocasión, ya suma doce encuentros.

Una actividad que termina en Madrid Río

La actividad de este año ha consistido en un intercambio de misivas escritas a mano. En primer lugar, cada persona mayor escribió una misiva a uno de los niños o niñas asignados en función de algunas circunstancias concretas que facilitó la profesora del grupo.

Tras entregárselas en mano a la profesora, ambos grupos se reunieron en Madrid Río para que el alumnado entregara sus cartas y conocieran a la persona mayor que, con tanto cariño, les había escrito. El resultado de esta actividad fue tan positivo que, incluso antes de finalizar la actividad, mayores y estudiantes ya preguntaban por el próximo encuentro.

De esta forma, tanto niños como mayores participan en una actividad diferente y conectan con personas que tienen mucho que aportarles, además de disfrutar el día en espacios al aire libre.

Lo bueno de hacer cosas buenas

Según señala el director del colegio Beata Ana María de Jesús, Mario Peñas, “este programa tiene un valor terapéutico muy grande para los mayores y formativo para los más jóvenes”.

A los mayores, escribir cartas les ayuda a potenciar la memoria, la capacidad lingüística o la lateralidad, entendida como la tendencia a usar más un hemisferio del cerebro.

Pero además de los beneficios neurológicos, también supone una oportunidad para fomentar la integración social de los mayores, la comunicación intergeneracional y la transmisión de valores, ya que los más pequeños les inspiran con su cariño, su energía y simpatía, e incluso les enseñan a manejarse con el ordenador. Como bromeaba una persona usuaria del centro de día que participó en el programa, en esto último “nos dan cincuenta vueltas”.

Del lado de los alumnos les permite conocer más acerca del futuro y del pasado al mismo tiempo, ya que por una parte les transmiten buenas maneras, cosas cotidianas, cómo se vivía antes de que ellos nacieran, y por otra les muestran cómo es la vida al crecer y los valores que se aprenden por el camino. Incluso en algunos casos, les enseñan las potencialidades de las personas que padecen algún tipo de enfermedad o les inspiran para involucrarse en futuros voluntariados.  

Según Paula Pérez, terapeuta ocupacional de ILUNION Sociosanitario en el Centro de día Municipal José Villarreal, “se trata también de asentar valores como la responsabilidad y el respeto, fomentar el conocimiento a los mayores, de crear un espacio de intercambio generacional con reciprocidad de roles, en la que tanto mayores como niños sean maestros”.