España acumula casi 20.000 muertes en residencias por COVID-19 o con síntomas compatibles, de las cuales, la mayoría tuvieron lugar durante la primera ola (desde el fin del estado de alarma han fallecido unas 400 personas en estos centros). Así, si se comparan estas cifras con el dato total de muertes confirmadas por COVID, se podría decir que España es uno los paises que más decesos ha tenido en residencias, un 67% del total de fallecimientos por coronavirus en todo el país. Sólo sería superado por Canadá, donde, durante la primera ola, el 80% de los fallecidos provenían de estos centros. Y, por el lado contrario, se quedaría muy lejos de Singapur –un país con un modelo residencial de tipo sanitario–, en el que esta cifra no supera el 11%.
Sin embargo, ni España es el país que más muertes ha tenido en estos centros en relación a su población –aunque no se queda muy lejos–, ni tampoco está en el ránking de los Estados que mejor han afrontado la pandemia en las residencias. Y es que, según un estudio realizado durante la primera ola por el International Long Term Care Policy Network, el que el Gobierno no haya dado los datos de fallecidos confirmados y con síntomas compatibles hace difícil saber cuál es el porcentaje real de muertos en residencias, frente al total real de fallecidos. Aun así, se estima que esta proporción podría estar entre el 30% –muertos confirmados con test en centros sociosanitarios frente al total de decesos positivos confirmados– y el 67%.
Distinta respuesta a la pandemia
Pese a todo, lo que sí que se puede analizar, es cuál fue la respuesta a la pandemia en las residencias en los países más envejecidos del mundo para entender por qué naciones como Finlandia, Japón o Portugal han sufrido menor impacto que España, Francia o Italia –los tres países han tenido complicaciones para contabilizar el número de decesos en residencias–.
Por ello, 65Ymás ha querido comparar con expertos los datos de fallecimientos en los seis países más envejecidos del mundo (Japón, Italia, Portugal, Finlandia, Grecia y Alemania) con los de España. Y, la primera conclusión a la que han llegado es que no hay una única razón por la que las residencias de unos Estados han sufrido más que otras la pandemia, sino que las causas "son multidimensionales".
Lo primero que hay que tener en cuenta, según los expertos consultados, son elementos esenciales como si el país reaccionó a tiempo –sectorizó la residencia, hizo los test necesarios o la zonificó–, si logró dotarse de los Equipos de Protección adecuados o, en tercer lugar, si sufrió una mayor o menor saturación de su sistema sanitario. Por ejemplo, en países como España (67% de muertes en residencias frente al total), Italia (37%), Reino Unido (34%) o Francia (51%), que no tomaron medidas a tiempo, el impacto habría sido mayor que en otros como Portugal o Grecia, que no sufrieron un colapso hospitalario de gran dimensión y que se adelantaron al virus.
"Nos pilló desprevenidos y no se reaccionó a tiempo con medidas epidemiológicas, es decir, prevenir, dar apoyo a los centros y actuar desde Salud Pública. Y también falló el sistema sanitario, al negarse a que las personas mayores de las residencias fueran al hospital. Por poner un ejemplo, en Argentina, que llegaron después que nosotros y donde la pandemia hace estragos, se dotaron de EPIs e hicieron los aislamientos necesarios, por lo que el número de fallecidos es menor", argumenta Pilar Rodríguez, presidenta de la Fundación Pilares (@FPilares), una organización centrada en el estudio de la Atención Centrada en la Persona.
Datos de mayo de 2020 del International Long Term Care Policy Network.
El perfil del dependiente
No obstante, este factor por sí mismo no sirve para comprender el impacto real de la pandemia en las residencias en los distintos países, puesto que el 40% de las muertes de Portugal también tuvieron lugar en estos centros o en Finlandia, el 36%. Y ambos países no han superado los 2.000 decesos por coronavirus para toda su población (1.871 en el caso luso y en el caso finlandés, 337).
Según la vicepresidenta de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (@seggeriatria), Lourdes Bermejo, para comprender todas las causas, hay que tener en cuenta también el porcentaje de población mayor que vive en residencias en cada Estado y el perfil, más o menos dependiente, del residente. Por ejemplo, España tendría un mayor porcentaje de usuarios que Finlandia o Portugal.
"El perfil de personas que viven en entornos residenciales en países nórdicos no es exactamente el nuestro. Suelen tener dependencias más graves. Y en España, hay un proporción más importante de personas en estos centros con condiciones cognitivas y funcionales mejores para hacer frente al virus. Este podría ser uno de los factores que explicaría la alta tasa de mortalidad en los países nórdicos. Por ello, cuando dicen: 'Tienen porcentajes como los españoles, así que no estamos tan mal', hay que saber que no es cierto y que no es proporcional. En los países nórdicos, el modelo de cuidados es de larga duración y centrado en la atención domiciliaria. Hay lugares en los que la frecuencia de esta atención puede ser hasta de seis veces al día y, cuando no es suficiente, se recurre a un alojamiento compartido (unidades de convivencia/residencias)", explica Bermejo.
Modelo de residencia
Asimismo, añade, hay que tomar en consideración igualmente otros factores como el modelo arquitectónico de los centros –más o menos residentes–, el tipo de atención –el grado de autonomía que se le da a los usuarios– o si hay, o no, rotación del personal. De esta manera, ejemplifica Bermejo, en unidades pequeñas de convivencia, "el aislamiento ha sido más fácil" al contar, normalmente, con habitaciones individuales, cosa que no sucede siempre en España o Francia donde el modelo es el de las grandes residencias.
Coincide con la vicepresidenta de la SEGG, Pilar Rodríguez, que opina que aunque en algunos países nórdicos apostaron por un modelo más laxo de protección contra el virus, su sistema de "unidades pequeñas de convivencia" redujo el impacto de la pandemia. Aun así, matiza, el modelo de estos países, más centrado en la autonomía de las personas, no sólo implica ser menos restrictivos con las visitas o las salidas, sino que también trae consigo responsabilidad e información. De esta manera, apunta, no forzosamente se deberían haber producido más contagios a raíz de esta mayor libertad.
Finalmente, para el director del portal inforesidencias.com (@Inforesidencias), Josep Martí, las razones pueden tener que ver con que el modelo residencial estuviese más o menos conectado con el sistema de salud en cada país y, también, con el perfil socioeconómico del trabajador. "¿Qué tienen en común las residencias de países muy diferentes, con sistemas muy distintos, y en las cuales ha entrado el coronavirus y ha producido muertes? Pues que en la mayoría, las personas que trabajan en ellas están en la base del mercado laboral y viven en barrios más humildes, comparten más personas una misma vivienda o viajan más en transporte público y quizá esto también es lo que ha hecho que entrase la enfermedad", opina.
El caso de Japón
El caso de Japón es interesante de estudiar puesto que es el país más envejecido del mundo y el que mayor esperanza de vida tiene y, aun así, menos del 15% de los 1.300 decesos por COVID en el país han fallecido en residencias. Para entender este impacto reducido, hay que tener en cuenta varias variables. En primer lugar, que la población en residencias es menor que en países como España, un 2% frente al 4% español. Asimismo, Japón, ya ha sufrido otras epidemias con anterioridad y, por ello, se preparó más y supo defenderse mejor que muchos países de Europa. Y, por último, este país ya contaba con una cultura de uso de la mascarilla en casos de infecciones respiratorias, por lo que las medidas de prevención se pudieron utilizar con mayor naturalidad y fue más sencillo para ellos hacerse con un mayor stock.