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Los hermanos Miguel Ángel y José Luis Martín son los propietarios, desde hace 32 años, del restaurante Puerta Grande -en la calle Pedro Heredia, 23, de Madrid- y durante el obligado confinamiento a causa de la pandemia de la Covid-19 abastecieron voluntariamente a los mayores y enfermos del madrileño barrio de la Fuente del Berro. Durante cuatro meses viajaron a diario desde su domicilio en Leganés hasta Madrid para ayudar a los vecinos que lo necesitaban.
"Había que tener mucha paciencia. Fue tortuoso. Algunos nos pedían que les cambiáramos cosas. Como la señora de 80 años que no quería la carne del cocido porque venía empaquetada. O no se fiaban del kilo de manzanas. Contaban las manzanas que llevábamos para comprobar si había o no un kilo. Son ancianos. No lo entendían", cuentan en una entrevista concedida al diario El Mundo.
Próximo a la Plaza de Toros de Las Ventas, el restaurantes es el punto de reunión de muchos aficionados, pero ahora se ve obligado a cerrar porque "ni la vuelta de los toros a Las Ventas levanta el restaurante. Nuestro negocio se ha reducido un 70%. Además, no nos dejan poner terraza. Por lo que he puesto en venta el local. Es inviable. Antes teníamos en el salón de dentro hasta 120 personas. Habíamos llegado a un acuerdo con un agencia de viajes china. La gente no quiere comer en interiores y no vienen extranjeros. Todo eso ya no existe", explican al diario.
Su actuación como héroes durante el confinamiento comenzó cuando un cliente ciego al que preparaban a diario la comida les llamó. "Me preguntó qué iba a ser de él. Le dije que no se preocupara". Pasando todos los controles policiales, "diciendo la verdad", volvió al restaurante y puso carteles por el barrio "dirigidos a gente a la que le costaba moverse, ancianos, enfermos, pues bueno, había miedo al virus. Era normal entonces. Había poca información. Nos ofrecimos a hacer las cosas que ellos no podían".
"Me hice popular en el barrio yendo y viniendo con las bolsas. Al final, tuve que comprarme un carro. Cuando se corrió la voz, nos llamaron hasta de Vicálvaro. Les tuve que decir que no. No podíamos. Todo lo hacíamos a pie", relatan al diario explicando que no salían de la zona de su barrio más que para acercarse al del Carmen para ayudar a una mujer rusa contagiada que "vivía confinada con su hijo. Me llamaron. A mí no me importaba ir. Me ponía la mascarilla y le llevaba la comida. A los contagiados les dejaba las bolsas en el rellano. Nunca me contagié".
Durante el temporal de nieve provocado por la tormenta Filomena reanudaron su labor altruista con mayores y enfermos, pero ahora el restaurante está cerrado y aunque mantiene el servicio de comidas a domicilio no tienen más remedio que dejar el negocio a pesar de que varias asociaciones taurinas que se reunían en él les han mostrado su apoyo, pero el Puerta Grande está rodeado por otros locales dotados de la terraza que a ellos les falta. "Ellos sí pueden tener clientes en la calle. Esto es una ruina. Es inaguantable seguir así", han confesado a El Mundo.