Hace unos pocos días hemos tenido la oportunidad de asistir en París a la presentación mundial de un nuevo vehículo de Citroën, bautizado con el nombre de Ami. Es la aportación de la marca francesa a lo que venimos denominando “movilidad”, que todos sabemos en qué consiste, pero que no siempre sabemos definir.
Con esta presentación se vuelve a poner de manifiesto la enorme aportación de la industria automovilística a mejorar los aspectos que la actual movilidad con motores térmicos (movidos por combustibles fósiles, como la gasolina, el gas u otros derivados del petróleo) no ha sido capaz hasta ahora de resolver: fundamentalmente la contaminación atmosférica y en segundo plano, la congestión y el consecuente incremento de los tiempos de desplazamiento.
Comencemos por decir qué es el Ami. Los responsables de Citroën insisten en que no es un coche, aunque aquí tropezaríamos con la filología. Según la RAE, coche es “Automóvil destinado al transporte de personas y con capacidad no superior a siete plazas.” Y entiende nuestra Academia que automóvil es todo aquello “Que se mueve por sí mismo. Dicho principalmente de los vehículos que pueden ser guiados para marchar por una vía ordinaria sin necesidad de carriles y llevan un motor, generalmente de combustión interna o eléctrico, que los propulsa.” Luego, digan lo que digan sus fabricantes, el Ami sí es un coche.
Es un pequeño automóvil de 2,41 metros de largo y 1,39 metros de ancho, con capacidad para 2 personas y sin maletero. El pasajero tiene delante de sus piernas un espacio en el que colocar alguna pequeña maleta. Ya existen vehículos de similares características, que en la reglamentación actual se califican como “cuadriciclos” y que pueden ser conducidos sin carné desde los 16 años (15 años con carnet de ciclomotor). No pueden sobrepasar los 45 kilómetros por hora, ni circular por autovías y autopistas.
Hasta ahora, estos vehículos muy minoritarios, estaban movidos por motores de gasolina, derivados de las motocicletas, generalmente motores de dos tiempos y muy alta contaminación que, curiosamente, no tienen restricciones de tráfico en las ciudades que han establecido límites de circulación. Una de tantas incongruencias de estas normas municipales. Existen también versiones diésel e incluso algún eléctrico y algunas versiones con elementos mecánicos como la servodirección o los elevalunas eléctricos que los acercan a los coches de rango muy superior. Claro es que también pueden llegar a tener un precio que ronda los 15.000 euros.
El Ami, y aquí su primera gran virtud, recurre a un motor eléctrico y un conjunto de baterías que le permite circular durante 75 kilómetros y recargarse en 3 horas en una toma doméstica de corriente a 220 voltios. En una toma de carga rápida este tiempo se reduce a la mitad o incluso menos. También es verdad que esta cifra de 75 kilómetros de autonomía es la que ofrece el fabricante y habrá que analizar cómo se ve reducida si se circula con dos pasajeros a su máxima velocidad (con 45 kmh de tope, nos tememos que casi siempre se circulará al máximo de potencia) o con la calefacción conectada. Aire acondicionado no dispone. Sus ventanillas no son descendentes, solo se abaten en su mitad (como en el veterano y querido Citroën 2 CV). Esto, unido a un techo de cristal de generosas dimensiones, nos tememos que complicará la existencia en su interior después de estar estacionado al sol en verano en cualquier ciudad meridional.
No son estas características estructurales sus interesantes ventajas. Es su concepto de uso lo que le convierte en una opción muy válida para distintas situaciones. La primera gran ventaja es su precio. Citroën ha realizado un gran esfuerzo para poder ofrecer el Ami por 6.400 euros. Para ello, este vehículo está construido sobre una estructura de acero a la que se acoplan las distintas piezas de la carrocería realizadas en material plástico de un único color. Una técnica que en su día utilizo la marca en el popular Mehari. Muchas de sus piezas son intercambiables, como las puertas (igual la derecha que la izquierda) o el frontal. Y todo el proceso de construcción se realiza en la planta de PSA en Kenitra, a pocos kilómetros de Rabat (Marruecos).
Pero no es la posesión lo que se quiere ofrecer como prioridad en el Ami, sino su uso. Para ello, se han diseñado distintas opciones de car-sharing, alquiler por horas, o alquileres compartidos. Todas ellas opciones muy atractivas en precio que van a permitir la utilización del Ami por un amplio abanico de usuarios.
Lo cierto es que al Ami hay que acercarse con otra mentalidad. Hay que olvidarse de atractivos estéticos y de la singularidad de la posesión de un bien. Hay que buscar la utilidad y la comodidad a precio contenido en ese reenfoque de la movilidad sobre el que cada fabricante tiene su punto de vista.
Lo que parece claro es que ya no puede hablarse de una única manera de moverse. Cada individuo y en cada circunstancia se desplaza de un modo. No es lo mismo ir todos los días al trabajo que salir un fin de semana a una segunda vivienda o hacer un largo desplazamiento vacacional con la familia. Quienes ya hemos cumplido los 65 tenemos dificultades para entender que el automóvil que siempre hemos manejado ya no es el vehículo apropiado para el corto desplazamiento laboral; ni es la mejor opción para entrar en la almendra central de las grandes ciudades; ni siquiera que sea la mejor opción la compra de un vehículo que tenemos detenido y aparcado en la acera frente a nuestra casa durante 23 horas al día. Todo aquello que siempre nos ha parecido atractivo en el automóvil convencional se va desmoronando.
Y la industria de automoción no puede dejar que la movilidad se “especialice” sin aportar otras alternativas que le permitan la subsistencia. Ahora queda por ver cuál de todas estas ingeniosas ofertas va a tener éxito. Y sobre todo, cuál va a ser la respuesta de los poderes públicos a los enormes cambios que la sociedad del siglo XXI va a suponer para la movilidad de las personas. Sobre la movilidad de las mercancías… sobre eso se especula menos, porque las opciones son, por ahora, mucho más limitadas.