Úrsula Segoviano
Sociedad
10 claves sobre cómo han cambiado los cuidados a mayores en los últimos años
Fundación Pilares presenta 'Evolución de los cuidados familiares a las personas mayores en España'
El día 18 de diciembre pasado se celebró, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, la Jornada Cuidados familiares y cuidados remunerados a personas mayores, que contó en su inauguración y clausura con representantes institucionales del Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, que acompañaron a la presidenta de la Fundación y al equipo de investigadores que han participado en la elaboración de los estudios cuyos resultados se han presentado.
Durante la inauguración, Pilar Rodríguez Rodríguez indicó que los resultados de las investigaciones desarrolladas por Fundación Pilares conectan plenamente con los objetivos de la Estrategia Estatal de Cuidados en la que se prevé, no solo mejorar la calidad de vida de quienes precisan apoyos y cuidados, sino también la de las familias cuidadoras y la de quienes se dedican profesionalmente al trabajo de cuidar.
Para ello, dijo: “es necesario conocer de primera mano las situaciones en las que se presta el cuidado y las necesidades y demandas que tienen las personas cuidadoras. Y ese ha sido el objetivo de nuestras investigaciones: que ayuden a la hora de tomar decisiones para que el cuidado sea más reconocido y se incremente la corresponsabilidad que ya se apunta entre hombres y mujeres, entre familia y servicios profesionales”.
La Conferencia inaugural de la Jornada estuvo a cargo de la reconocida especialista, Mª Ángeles Durán, Catedrática de Sociología y Premio Nacional de Investigación en Sociología que volvió a insistir, como lleva años realizando en sus estudios, en la necesidad de visibilizar el valor de los cuidados familiares.
La experta señalo que “uno de los problemas con los que nos encontramos cuando queremos aprobar una ley a propósito del cuidado, es que esta palabra es tan común, tan corriente que, pese a que ha formado parte de la agenda política en las últimas décadas, no tiene suficiente vocabulario, ni suficiente teoría detrás”.
Esto supone una barrera para la legislación y las políticas públicas, en gran medida, porque “usamos la palabra cuidado para cosas tan distintas, por lo que, lo primero que necesitamos es un vocabulario claro que nos diga exactamente qué quieren decir esas palabras”.
La catedrática concluyó que el papel del Estado ha sido determinante en las últimas décadas en este ámbito. En sus palabras, “tradicionalmente los cuidados estaban encerrados en el ámbito privado, sin embargo, después de 2006 llega a España la Ley para la atención a las personas dependientes, una de las leyes más importantes de este país. Esta ley dice que un problema que tradicionalmente era privado y que había que resolverlo en casa –como, por ejemplo, tener una madre con alzhéimer–, ahora es un problema social y tenemos que resolverlo entre todos”.
En la Jornada se presentó, de la mano de reconocidas expertas, una panorámica de gran interés sobre la situación de las personas cuidadoras remuneradas, en su inmensa mayoría mujeres inmigrantes. Marcela Bahamón, Rafaela Pimentel, y Darenka Vergara ofrecieron su documentada visión sobre la necesidad de dignificar y garantizar derechos a estas trabajadoras y ofrecieron también un avance de resultados del estudio que sobre ellas desarrolla en la actualidad la Fundación Pilares.
En esta mesa, se destacó la necesidad de visibilizar las situaciones precarias en las que estas mujeres comúnmente realizan sus trabajos. Igualmente, contaron las ventajas que tiene la organización tanto para empoderarse sobre los derechos de las trabajadoras como para formarse y, así, poder desarrollar mejor sus funciones como cuidadoras remuneradas.
En horas de la tarde, la Jornada siguió con la presentación de la catedrática de antropología Dolors Comas d’Argimir, que desarrolló un asunto todavía muy desconocido en el ámbito de los apoyos y cuidados, como es la presencia de los hombres, que cada día, parece se incrementa en mayor medida.
La experta centro su intervención en aclarar cuál es el papel de los hombres en los cuidados. Sobre esto destacó: “en perspectiva, se ha incrementado el número de hombres que cuida pero ello no indica que los datos se hayan revertido, dado que las mujeres aún siguen cuidando en mayor medida que los hombres. “Cuando se convive en pareja y a medida que aumenta la edad, hay más proporción de hombres que cuidan a las mujeres, que a la inversa”.
'Evolución de los cuidados familiares a las personas mayores en España'
Al final de la jornada tuvo lugar la presentación del libro Evolución de los cuidados familiares a las personas mayores en España, que contiene los principales resultados de una amplia investigación de la Fundación Pilares para la Autonomía Personal, que se llevó a cabo mediante una encuesta de ámbito estatal con 1.541 entrevistas a personas que cuidan de una persona mayor en España y un estudio cualitativo con grupos de discusión y entrevistas en profundidad a familias y profesionales del ámbito de la dependencia.
Es relevante destacar que en este estudio también se han analizado los cambios que se han ido produciendo desde 1995 hasta la actualidad en todo lo relativo a los cuidados que proporcionan las familias. Algunas de las características y cambios que se señalan en el libro son:
- El hogar como lugar preferido para vivir y recibir cuidados en la vejez: se aspira a que estos se provean combinando los que presta la familia con los que se proveen desde los servicios profesionales. A la Administración le reclaman más apoyo financiero y más y mejores recursos que sean compatibles entre sí y que estén coordinados. Ante la expectativa de no poder seguir viviendo en la propia casa por situaciones graves de dependencia, como las demencias, se prefiere acudir, antes que, a casa de los hijos, a una residencia, si bien se prefiere que ésta sea pequeña, que tenga personal suficiente y preparado y una atención de calidad. También se recogen otras opciones como las viviendas compartidas o las colaborativas (cohousing) y se imagina vivir en comunidad, con amigos/as y con profesionales que puedan prestar los apoyos necesarios, manteniendo la autonomía en la toma de decisiones que afectan a la propia vida.
- Se ha comenzado a producir una mayor corresponsabilidad, tanto entre los diferentes miembros de la familia, con presencia no menor de hombres y de miembros de tercera generación (nietas y nietos), como con servicios públicos y privados, derivados del Sistema de Dependencia. Ante la insuficiencia de estos y siempre y cuando el perfil socioeconómico de las familias lo permite, se incorporan los cuidados en el hogar por parte de personas externas a través de una contratación privada, en su mayoría mujeres de origen migrante, algunas de ellas en situaciones administrativas de irregularidad y sin un contrato formal con las familias.
- Los cuidados se prestan a diario en un 66% de los casos y el tiempo que invierte la familia se estima en una media de 34,3 horas a la semana, a lo que hay que añadir otras 17 horas que se dedican al cuidado por la ayuda externa que se recibe.
- Persiste, no obstante, la feminización de los cuidados, al continuar siendo las mujeres las principales cuidadoras, si bien se han reducido los casos de cuidadoras únicas (ahora son el 27% mientras en 1994, el 55% de las personas encuestadas informaron en la investigación del CIS/IMSERSO que su ayuda era la única que recibía la persona mayor). Otro cambio significativo es que el perfil actual de las cuidadoras se aleja definitivamente de la figura de “ama de casa” con baja formación y son la inmensa mayoría las que están incorporadas desde hace años en el mercado laboral y cuentan con un nivel de estudios medio-alto. En cuanto a la edad de las personas cuidadoras, se ha incrementado el segmento de las mayores de 69 años (ahora son el 15%).
- Los hombres se incorporan mayoritariamente al cuidado cuando finalizan su vida laboral, si se encuentran en situación de desempleo o cuando no existe una mujer cercana de la familia. Mujeres y hombres desempeñan diferentes funciones en el cuidado, siendo ellas las que invierten más número de horas y se ocupan de las tareas de mayor intimidad física, como el apoyo en las incontinencias o en la higiene corporal, y las que, además, son las principales gestoras del cuidado en el hogar, con su consiguiente planificación, organización y carga mental (multitasking), además de enfrentarse a la difícil conciliación entre las responsabilidades de cuidados con su vida profesional, familiar y personal.
- El binomio mujer-cuidadora sigue presente, y en él se atribuyen capacidades innatas para el cuidado a las mujeres, que desarrollan este rol en una suerte de don y contradón (economía moral del don), con lo que los mandatos de género, transmitidos a través de la socialización y la enculturación, así como la división sexual del trabajo, siguen vigentes, si bien la tendencia que ya se atisba es a la progresiva desnaturalización de este binomio.
- Aunque los cambios sociales en los estilos de vida y la reducción del tamaño de los hogares están favoreciendo el distanciamiento de los antiguos modos de convivencia, persiste un porcentaje relevante (el 41%) de casos en que las personas mayores y sus cuidadoras conviven en el mismo domicilio (25% en casa de la persona cuidadora y un 16% en la de la persona mayor), existiendo un 11,6% de situaciones en que las personas mayores rotan entre los domicilios de los hijos. Algunas de estas cuidadoras son también mayores, lo que subraya una posible situación de riesgo. Pero lo que sí produce una alerta que desde los servicios sociosanitarios debiera tenerse presente es que se ha doblado el número de personas mayores con necesidad de cuidados que viven solas (significaban un 15,4% en la encuesta de 2004 y ahora ese porcentaje asciende al 33,4%, en especial, mujeres), lo que advierte de los posibles casos de necesidad no bien atendida y de riesgo de soledad no deseada, con su corolario de depresión, inactividad, sarcopenia...
- Los impactos en la calidad de vida de las personas cuidadoras y la ambivalencia de sentimientos. Las actitudes hacia el cuidado son actualmente más positivas y se detecta un mayor reconocimiento de su valor social y comunitario. Se denota un menor impacto negativo de los cuidados en las diferentes áreas de la calidad de vida de las personas cuidadoras (esfera laboral, salud y relaciones sociales), en comparación con las investigaciones de 1994 y 2004. El mayor impacto negativo que se expresa es el de la disminución de tiempo para sí, registrándose malestar entre los hombres al expresar emociones de frustración, mientras que entre las mujeres se manifiesta más el sentirse atrapadas, en especial por la pérdida de espacios de socialización con amistades y el disfrute de actividades de ocio y cultura. Sin embargo, es la ambivalencia el estado de ánimo más destacado, al coexistir una maraña de sentimientos contrapuestos en la relación de cuidados, que atraviesa momentos gratos y satisfactorios (“ahora conozco y quiero más a mi madre”; “aprendo mucho del significado que tiene cuidar”), junto con otros en los que se expresan malestares en general por agotamiento (me quiero tirar por el balcón…”; “deseo que esto pase pronto…”).
- Se establece una cuádruple tipología de personas cuidadoras: “satisfechas, plenas, frustradas y atrapadas”, que se deduce de la combinación de factores motivacionales y morales (valores y creencias, aceptación o rechazo del mandato de género, la calidad del vínculo afectivo, el reconocimiento social…) con variables socioeconómicas y características de la relación de ayuda (nivel de renta, grado de corresponsabilidad, severidad de la dependencia, intensidad en la frecuencia, convivir o no con la persona mayor, edad de ambas, interferencia del cuidado en el proyecto vital…).
- La demanda de formación y servicios para el descanso de los cuidados se ha generalizado, produciéndose un vuelco en la percepción de las personas cuidadoras respecto a la convicción de que para cuidar de un familiar mayor no es preciso contar con formación y que cualquiera puede hacerlo bien. Así lo expresaban el 73% en la encuesta del CIS/IMSERSO de 1994. En la actualidad se ha generalizado la opinión de que “a cuidar se aprende” y que siempre es necesario contar con formación y, de manera especial, cuando la persona mayor tiene un deterioro cognitivo o demencia. Contrasta esta demanda de las personas cuidadoras con la realidad de la escasa, y en muchos lugares nula, oferta de servicios de formación y de respiro para descansar de los cuidados, pese a contemplarse en la propia LAPAD como necesaria. Se considera, así, que ésta es una de las áreas claras de mejora que debería ofrecerse de manera inmediata a las familias cuidadoras para que se sientan más apoyadas por los poderes públicos y reconocidas por el trabajo impagable que realizan.
El estudio de la Fundación Pilares concluye destacando una alineación entre los resultados obtenidos y la creciente convicción, compartida por organizaciones de personas mayores, familiares, la comunidad científica y las Administraciones Públicas, sobre la necesidad de impulsar un ecosistema de cuidados integrados en la comunidad. Este modelo prioriza la permanencia en el domicilio y la inclusión comunitaria de las personas mayores que requieren apoyos, sin descuidar el fortalecimiento de recursos dirigidos al apoyo de las familias cuidadoras. Es imprescindible reconocer y cuidar a estas familias, cuya contribución sigue siendo insustituible en el ámbito de los cuidados de larga duración.
La Jornada fue clausurada por la Directora General del IMSERSO, Mayte Sancho Castiello, quien en sus palabras finales manifestó que el cambio del modelo desde la institucionalización, o desde las residencias, hacia una gestión comunitaria de los apoyos y los cuidados tiene que tener un impacto social y el apoyo político y presupuestario necesarios para que sea efectivo a fin de mejorar las condiciones de vida de las personas mayores.