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Algunos pacientes de Covid, sobre todo grave, han experimentado ciertos desequilibrios hormonales leves como efecto secundario de la enfermedad. Por lo general, esto se debe a una inflamación de la glándula tiroides, conocida como tiroiditis. Un estudio médico en profundidad sobre este desajuste ha revelado que, pese a volver a la normalidad, las regiones pueden seguir inflamadas hasta 12 meses más tarde del contagio de coronavirus.
¿Qué es la tiroides?
Se trata de una glándula con forma de mariposa que, pese a estar ubicada en una zona tan delicada como el cuello, desempeña muchísimas funciones vitales para nuestro organismo, como son el metabolismo, el crecimiento y el desarrollo del cuerpo humano. ¿Cómo? Liberando continuamente una cantidad estable de hormonas tiroideas en el torrente sanguíneo. Además, cuando el cuerpo tiene requerimientos especiales –ya sea porque tiene frío, porque está creciendo o a causa de un embarazo– la glándula tiroidea genera hormonas adicionales.
¿Qué supone la inflamación?
La aparición de tiroiditis desempeña un papel importante en la disfunción tiroidea, además de otros mecanismos bien conocidos que actúan principalmente sobre el eje hipotálamo-hipófisis-tiroides. Al producir menos hormonas tiroideas, afecta al metabolismo y el paciente se siente con menos energía.
Investigación y conclusiones
El estudio, liderado por la doctora Ilaria Muller, siguió a pacientes con disfunción tiroidea relacionada con la COVID-19 durante un año, para caracterizar mejor dicha afectación tiroidea y seguir su evolución en el tiempo. Para ello examinó a más de 100 pacientes ingresados en el hospital con COVID-19 grave, analizando su hormona estimulante del tiroides (TSH) y otros indicadores.
La tiroiditis se produjo con frecuencia en la población de pacientes con COVID-19 y la función tiroidea, así como los indicadores inflamatorios, volvieron a la normalidad en casi todos los casos poco después del final de su enfermedad por COVID-19.Sin embargo, después de 12 meses las regiones de tiroiditis seguían siendo visibles en la ecografía tiroidea en la mitad de los individuos, incluso si se reducía su tamaño. Es decir, aunque volvía la funcionalidad, permanecía la inflamación.
Doctora realizando una ecografía a la paciente en búsqueda de tiroiditis. Fuente: Bigstock.
El estudio sin embargo no pudo dilucidar las consecuencias clínicas a largo plazo, si es que las hay.
Además, la doctora destaca que la captación tiroidea de tecnecio o yodo, un indicador de la función tiroidea, seguía reducida en cuatro de los seis individuos a los nueve meses, aunque se había recuperado en su mayor parte a los 12 meses.
Las conclusiones se presentaron durante el 24º Congreso Europeo de Endocrinología, que se celebró el 23 de mayo de 2022 en Milán.