La enfermedad del Covid podría convertirse en endémica y generar brotes periódicos, ya sean estacionales o no, en los próximos años. Esta hipótesis, la de la convivencia con el patógeno, es con la que trabajan ya muchos expertos, teniendo en cuenta cómo muta constantemente este coronavirus y se hace cada vez más transmisible. Incluso, algunos temen que pueda aparecer una nueva cepa que eluda la inmunidad, algo, que confirmaría que el virus ha venido para quedarse. Aun así, todavía no hay consenso en la comunidad científica, puesto que ciertos expertos siguen pensando que el virus podría hacerse residual a medida que avanza la campaña de vacunación mundial y se contagia la población.
Por ahora, países como España han reconocido que prevén que haya que vacunarse cada año y que se inyectará una tercera dosis de refuerzo en los próximos meses –podría ser de Pfizer y Moderna–. Una decisión, que anticiparon estados como Israel o Francia, pero que todavía no cuenta con el visto bueno de la Organización Mundial de la Salud, por, entre otras razones, el desigual acceso a las dosis entre países y porque todavía se desconoce con exactitud la duración de la inmunidad –frente a hospitalizaciones y muertes– que generan las vacunas existentes.
Mundo pospandémico
De esta manera, para hacerse una idea de cómo se podría comportar la pandemia en el futuro hay que viajar mentalmente en el tiempo a las puertas del invierno, en septiembre/octubre de 2021, cuando, se supone, los países de la Unión Europea podrían haber alcanzado un gran porcentaje de población vacunada con la pauta completa.
En ese momento, ¿se transmitirá el virus entre vacunados de forma asintomática y acabará afectando a los más vulnerables? ¿Tendrá sentido rastrear a contagiados con síntomas tan leves que se confunden con los de un resfriado común? ¿Se podrá convivir con un virus tan contagioso? ¿Deberán mantener los mayores o pacientes de riesgo las medidas de seguridad aunque se vacunen anualmente?
65Ymás ha conversado con seis epidemiólogos e inmunólogos que responden a estas dudas que muchos se plantean.
¿Cómo acabará la pandemia?
En primer lugar, el primer debate que se plantea es si, una vez se alcancen porcentajes de inmunización altos –80/85/90%–, el coronavirus se convertirá en residual o si seguirá circulando y manifestándose en forma de olas de forma periódica.
Y, en este caso en concreto, los expertos tienen opiniones para todos los gustos basadas en experiencias anteriores con otros virus.
"Yo creo que en un año ya tendremos suficiente información como para establecer unas pautas. Pienso que con todos vacunados conseguiremos bajar la transmisión del virus a casi cero, con algún brote ocasional. Y mientras los haya de vez en cuando, es probable que tengamos que vacunar periódicamente a los mayores de 70, pero en cuestión de un año, y de no aparecer variantes que evadan la inmunidad de las vacunas, podrán hacer vida normal la mayor parte del tiempo", afirma la inmunóloga del CSIC, Matilde Cañelles (@CanellesMatilde).
En ese mismo sentido opina el especialista en salud pública Salvador Peiró (@VoroPeiro), que piensa que el virus dejará de circular como antes y reaparecerá sólo puntualmente. "Las comparaciones con la gripe estacional son poco adecuadas. El SARS-CoV-2 es bastante diferente y dudo que acabe ocasionando brotes estacionales como la gripe –o como los coronavirus del resfriado–. Probablemente, se parecerá más al SARS o MERS y podrá producir brotes ocasionales en un lugar u otro. Diría que hacia final de año estará bastante controlado en los países desarrollados –sin que ello quiera decir que no haya brotes locales–. Salvo sorpresas, la vida 'normal' se retomará antes", vaticina.
Por su parte, la médico preventivista María Sáiz se atreve a poner fecha a la vuelta a la normalidad: 2022. "La pandemia no está aún controlada en Europa y países occidentales, que son los más beneficiados por sus niveles de bienestar, sus indicadores sanitarios y de vacunación etc. Con todo ello, se presume que antes de finalizar el 2021 podamos manejar este coronavirus con un refuerzo vacunal, además de favorecer la inmunidad con la vacunación de la gripe estacionaria. Pero la pandemia todavía estará un año, como mínimo, haciendo estragos en población mundial. Es probable y recomendable que las medidas preventivas no farmacológicas se mantengan hasta el 2022, aunque con diferentes niveles de exigencia y obligatoriedad", reconoce.
Sin embargo, el inmunólogo de la Universidad de Valladolid Alfredo Corell (@alfredocorell) sí que entiende que quizá el virus se exprese de forma periódica y comparte la visión de que el virus ha llegado para quedarse. “Creo que probablemente después de este invierno se pueda convivir con el virus de una manera similar, aunque no idéntica, a la que lo hacemos con la gripe y que se produzcan brotes estacionales que puedan colapsar en cierta medida la sanidad y producir un número espero no muy elevado de patologías graves. Pero esto no será posible hasta que tengamos un porcentaje de población inmunizado más alto que vendrá con la vacuna y con los inmunizados de forma natural”, opina.
¿No habrá más rastreo a gran escala?
Eso sí, haya más o menos brotes anuales, se acabe infectando periódicamente la mayoría de la población de forma más o menos leve, una de las cosas que podrían cambiar con la llegada del otoño e invierno de 2021 es la metodología para llevar a cabo el control de casos –rastreo masivo y cuarentenas–.
"Los vacunados se contagian menos que los no vacunados. Cuando lo hacen, suelen ser asintomáticos o desarrollan cuadros leves y, lo que ahora nos interesa, sus cargas virales, son, en promedio, más bajas, con lo que también transmiten menos. Todo esto se ha visto sobre todo con la variante alfa –británica–. Ahora, con delta –india–, las cosas podrían cambiar algo, pero no tenemos una estimación de cuánto", predice el especialista en medicina preventiva, Salvador Peiró.
"De todas formas, lo importante no es qué porcentaje podrán transmitir, sino cuántos son –las tasas de contagio–. A medida que el conjunto de la población se vacune, las tasas de transmisión se irán reduciendo –los vacunados se protegen unos a otros– y el porcentaje de contagiados será cada vez menor", adelanta.
Por esta razón, Peiró entiende que el rastreo no será tan necesario, en ese momento. "Su utilidad depende mucho de las tasas de transmisión y del daño esperable en cada contagiado. Si las tasas son muy bajas y el grueso de la población está vacunado –el riesgo de Covid grave muy reducido– no tendrá mucho sentido", vaticina.
Coincide con Peiró el inmunólogo Alfredo Corell. “El porcentaje de vacunados que van a transmitir la enfermedad de modo asintomático es muy difícil de establecer. Va a depender también de que haya cambios en las variantes que puedan producir más infecciones en vacunados de las que se ven en la actualidad. El rastreo de asintomáticos tendría sentido, pero no se va a poder hacer”, anticipa.
Una opinión, que comparte la médico María Sáiz. "Afortunadamente, conocemos la efectividad de las vacunas contra el Sars-CoV-2. También sabemos que, aunque no cubren el 100%, se aproximan muchísimo, especialmente las de Pfizer y Moderna. Y somos conscientes igualmente que, a pesar de estar vacunados, podemos infectarnos e infectar. Pero la buena noticia es que su posibilidad no llega por ahora al 10%: las personas vacunadas debilitan la capacidad infectiva del virus y su replicación, por lo que hacer un despliegue de rastrear infecciones en estas personas, habiendo todavía muchos grupos que atender, sólo se comprendería en caso brotes no controlados en la comunidad o en residencias", indica.
A pesar de todo, algunos expertos apuestan por no perder este control a nivel general aunque sea una tarea compleja. "Hay que rastrearlos. Son un peligro para todos: hay vacunados que no están realmente protegidos y la inmunidad irá bajando con el tiempo", asegura el investigador de la Universidad de Leicester (Reino Unido), Salvador Macip (@DrMacip).
"No se conoce con seguridad el porcentaje de vacunados que podrían transmitir la enfermedad. Precisamente, por ello, sería conveniente realizar un rastreo de esos casos", propone también el director del Centro de Encefalopatías y Enfermedades Transmisibles Emergentes, Juan José Badiola.
¿Las mascarillas desaparecerán?
Por otra parte, cabe preguntarse si la obligatoriedad de las mascarillas –como restricción– podría seguir aplicándose una vez se realice la desescalada o si podría volver en momentos puntuales.
Sobre este tema, los expertos también tienen posiciones encontradas. Algunos, como el investigador Salvador Macip abogan por su uso pospandémico, aunque en el país en el que él reside, Reino Unido, ya no son obligatorias en casi ningún lugar.
"Se dejará de usar, seguro, pero sería buena idea que se continuara llevando siempre, como hacen en China y otros países, no solo para controlar la Covid, si no también otras enfermedades respiratorias", argumenta.
"En entornos completamente vacunados, no veo la necesidad de mantener la mascarilla. Cuando hay no vacunados –o personas de alto riesgo de Covid grave– sí que deberían mantenerse. Y creo que la mascarilla debería continuar utilizándose con cualquier enfermo respiratorio en el futuro –aunque sea una gripe o un resfriado– por los enfermos, sus contactos estrechos y los profesionales que los atienden. La gripe nos causa 5.000 muertes cada año y muchos serían evitables con medidas básicas de higiene por parte de afectados, contactos y profesionales", apunta por su parte el epidemiólogo Salvador Peiró.
Otros expertos, como Juan José Badiola entienden que habría que esperar a que, en unos meses, la transmisión sea mínima para eliminar su obligatoriedad.
"La mascarilla dejará de utilizarse cuando la pandemia se vea reducida a su mínima expresión. A partir de entonces, habrá que realizar una valoración al respecto de su uso. Si el programa de vacunación actúa de forma eficaz podría pensarse en el próximo año, pero va a depender", señala.
"Yo creo que las mascarillas en interiores, cuando haya brotes, las tendremos un par de años", sostiene la inmunóloga Matilde Cañelles. "Después de ese tiempo, el virus, con suerte, se irá asimilando como los otros coronavirus que ya circulan", apunta.
Y los mayores, ¿podrán volver a la normalidad al mismo tiempo?
Aun así, el otoño de 2021, pase lo que pase entonces, aún está lejos, por lo que los expertos consultados piden a los más mayores que se sigan protegiendo, al menos, en los momentos de mayor transmisión como los que se viven actualmente.
"Las personas con patologías que les impiden montar una buena respuesta inmune tendrán que andar con cuidado hasta que la circulación del virus sea mínima", indica la científica del CSIC Matilde Cañelles.
"Si están en un contexto con muy poca transmisión, poco más que medidas básicas –sobre todo ventilación de interiores, mascarilla en interiores o cuando no se pueda mantener la distancia–. En un momento de alta incidencia, como el que tenemos ahora, que además reduzcan los contactos con no convivientes al máximo posible –y que lo hagan también sus convivientes–. Con esas “restricciones”, que intenten llevar una vida lo más normal posible. Es decir, que sean cuidadoso pero que el “cuidado” no se convierta en miedo patológico", propone el epidemiólogo Salvador Peiró.
Conviene con el argumento de Peiró el director del Centro de Encefalopatías y Enfermedades Transmisibles Emergentes. "Estas personas deben tener precaución frente a cualquier tipo de infección. Pero creo que respecto a este virus, si el efecto de la vacuna sigue siendo tan favorable como hasta ahora, creo que pueden vivir tranquilos, aunque siempre tratando de guardar las precauciones que ya conocen bien. En el futuro dispondremos de nuevos prototipos vacúnales más perfeccionados y también espero que tratamientos específicos frente a la enfermedad. La desescalada deberían realizarla con precaución y sin precipitaciones, que no conducen a nada bueno", recomienda.
Finalmente, el inmunólogo Alfredo Corell piensa que, sobre todo, los mayores deben saber que "el sistema está funcionando”. "Hay que ver cuánto tiempo nos protegen las vacunas, para unos pocos meses, años o muchos. Lo peor que puede pasar es que cada cierto tiempo nos tengamos que volver a vacunar. Hay esperanza y hay que recuperar los abrazos que no nos hemos podido dar en los últimos meses”, concluye.
Sobre el autor:
Pablo Recio
Pablo Recio es periodista especializado en salud y dependencia, es graduado en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid y comenzó su carrera profesional en el diario El Mundo cubriendo información cultural y económica.
Además, fue cofundador de la radio online Irradiando y cuenta con un máster en Gobernanza y Derechos Humanos por la Universidad Autónoma de Madrid y otro en Periodismo por el CEU San Pablo/Unidad Editorial.