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Según datos de Naciones Unidas, el 13% de la población mundial actual es mayor de 60 años y para 2050, la población de seniors superará el 25% del total. Por lo general, las personas mayores suelen estar más expuestas a situaciones de menor apoyo y, en consecuencia, mayor aislamiento social. En España hay más de 850.000 mayores de 80 años que viven solos y muchos presentan problemas de movilidad que les impiden salir de casa sin ayuda.
La soledad está en alza en todo el mundo occidental y en nuestro país, el 28,8% de las mujeres mayores y el 14,7% de los hombres mayores viven solos. Afrontar el envejecimiento requiere, por tanto, de cambios en el modelo de atención y un compromiso político y social para garantizar la calidad de la atención y acompañamiento a las personas mayores.
En este sentido, la Fundación Mémora (@GrupoMemora) ha presentado el Observatorio Ciudades que Cuidan en el marco de celebración de una jornada monográfica bajo el mismo nombre para contribuir, de manera activa, a la promoción de políticas y programas de atención al envejecimiento que favorezcan el acompañamiento de las personas mayores en situación de vulnerabilidad y/o en proceso final de vida.
“Desde la Fundación Mémora queremos impulsar los múltiples proyectos sociales para ayudar a la sociedad, dar soporte y mejorar la atención a las personas y familias en situación de proceso de final de vida. A través de Ciudades que Cuidan pretendemos facilitar el cambio social en el abordaje de esta etapa” afirma Juan Jesús Domingo, consejero delegado de Grupo Mémora.
La jornada ha contado con la asistencia de más de 200 especialistas en el abordaje de soledad no deseada y de proceso final de vida para intercambiar ideas y reflexionar sobre las necesidades actuales a la hora de crear este nuevo modelo de atención. Además de las ponencias principales se han realizado dos mesas redondas que han permitido conocer la experiencia de entidades sociosanitarias y del tercer sector, así como de administraciones públicas, que ya han empezado a diseñar iniciativas que aborden y solucionen esta realidad.
Así, Julio Gómez (@jgomezadsis), coordinador de la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital San Juan de Dios de Santurtzi (Vizcaya), ha matizado que, “la creación de estos modelos de atención no solo se basa en crear servicios. La clave del éxito está en extender la responsabilidad del cuidado de la vida a todos los ámbitos y a todas las partes que conformamos la sociedad. De manera conjunta debemos reconocer nuestra capacidad y promover la solidaridad y la reciprocidad. En este sentido, la colaboración conjunta entre entidades nos ayudará a implementar medidas que contemplen la atención al final de vida”.
Por su parte, Victoria Camps, catedrática en Filosofía, Consejera Permanente del Consejo de Estado, presidenta de la Fundación Victor Grifols (@FundacioGrifols) y expresidenta del Comité de Bioética de España, ha destacado que, “con el paso de los años las personas hemos perdido la capacidad de cuidar, un valor que siempre ha estado intrínseco en el ser humano, y poco a poco se ha normalizado la idea de que los cuidados no son una responsabilidad de la comunidad. Esto ha supuesto normalizar las situaciones de soledad, envejecer en residencias en lugar de en el domicilio o profesionalizar los cuidados. Ante esta realidad”, reafirma la experta, “debemos recuperar el valor del cuidado, este debe ser el centro del valor ético. Todos debemos dar y recibir cuidados a lo largo de la vida, y especialmente en situaciones de vulnerabilidad”.
Santiago de Torres, presidente de la Fundación Mémora y médico experto en gestión sanitaria y salud digital, afirma que, “Ciudades que Cuidan define un nuevo marco conceptual basado en dos modelos existentes: las ‘Ciudades Amigables’ impulsadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para promover un envejecimiento activo y saludable y; las ‘Ciudades Compasivas-Cuidadoras’, un movimiento social internacional que involucra a los ciudadanos en la creación de comunidades para atender la enfermedad avanzada y la fase final de la vida a través de la provisión de cuidados y acompañamiento. En este contexto”, prosigue el presidente, “las Ciudades Amigables han de ser Ciudades Compasivas al final de la vida y las Ciudades Compasivas-Cuidadoras han de ser Ciudades Amigables. De aquí se deriva el concepto de Ciudades que Cuidan”.
Asimismo, estos nuevos modelos de atención en el final de vida dan respuesta a dos Objetivos de Desarrollo Sostenible como son el de Salud y Bienestar y el de Ciudades y Comunidades Sostenibles.
La “Ciudad que Cuida” es:
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Una ciudad amigable-compasiva-cuidadora basada en los valores de la humanidad y la solidaridad.
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Aquella capaz de dar una respuesta eficiente a las necesidades que surgen por y sobre el envejecimiento de la población.
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Aquella que se centra en atender el proceso final de vida y en evitar la muerte en situación de soledad no deseada y vulnerabilidad mediante el desarrollo de proyectos de innovación social.
José Antonio Lorente (@jlorentegrx), catedrático de Medicina Legal y forense de la Universidad de Granada, ha clausurado el acto reafirmando la necesidad y el compromiso conjunto de la sociedad a la hora de identificar problemas para poder diseñar y ofrecer soluciones en el ámbito de la soledad no deseada en el proceso final de vida.
La iniciativa ha sido muy bien recibida por la secretaria de Estado de Servicios Sociales del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, Ana Lima (@analimaf), que ha señalado que vivimos una media de 83,3 años en España (solo nos supera en el mundo Japón) pero tenemos el problema de la soledad, "un sentimiento" que también sufren a veces ancianos aunque vivan en residencias. "Hay que poner el foco en el entorno" y evitar "la cara más triste al final de la vida, estar en soledad. Las ciudades que cuidan son ciudades más humanas", ha añadido.
Por su parte, Maite Pozo, que coordina en el Imserso la red de ciudades y comunidades amigables con las personas mayores, ha reconocido que "falló todo" en el caso conocido recientemente de una mujer que murió en su casa en Madrid y nadie se percató de ello hasta ahora, quince años después. "Es una muestra más de que las señales de alerta tienen que estar instaladas en la sociedad para que si no funciona una funcione otra", según Pozo.
Ha calificado de fundamentales "las redes vecinales y la intervención comunitaria en todo este tema: el tendero que ya no te ve, el del sitio donde compras pan, la farmacia donde adquieres los medicamentos al que de repente no vas...". Pozo ha asegurado que está previsto que la Estrategia contra la soledad de las personas mayores esté lista para el año próximo y que de momento se ha creado un grupo de trabajo y se está en fase de participación.