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Si bebes, no conduzcas. Este lema es inapelable y lo recomendable es que si tenemos pensado coger el volante no tomemos alcohol. Los propios controles de alcoholemia marcan un límite de las cantidades que se pueden ingerir, y obtienen el nivel de alcohol que hay en la sangre. Este proceso se hace a través de aire espirado, cuya equivalencia con el alcohol en sangre está científicamente probada.
El nivel de alcoholemia que contengamos en nuestra sangre depende de la cantidad de alcohol puro que se haya ingerido y el volumen de bebida alcohólica ingerida, del peso y el sexo del bebedor. El límite en los conductores noveles y profesionales (ambulancias, taxis) es de 0,3, mientras que en los conductores generales es de 0'5 GR/L.
¿Cómo calcular cuánto alcohol hemos bebido?
Para calcular la cantidad de alcohol que tenemos en la sangre la Dirección General de Tráfico (DGT) nos indica la fórmula. Tenemos que multiplicar la graduación de la bebida consumida (un número seguido del cero de grados (º) que aparece en la etiqueta de la bebida) por la cantidad ingerida (en centímetros cúbicos o mililitros y por 0,8 –densidad del alcohol– dividido por 100.
Si queremos calcular el grado de alcoholemia de nuestro cuerpo la DGT nos dice que dividamos los gramos de alcohol puro ingeridos por el peso (en kilos) del bebedor multiplicado por 0,7 (0,6 en las mujeres cuya tolerancia al alcohol es menor).
Los primeros efectos comienzan desde que empezamos a ingerir alcohol. Si tomamos dos cañas o dos vinos podemos alcanzar desde 0,3 hasta 0,5. A partir de estos niveles ya se incrementa el tiempo de reacción, comienzan los problemas de coordinación y se subestima la velocidad. Al superar 0,5 gr/l. de alcoholemia, comienzan los problemas de visión y por encima de 0,8, graves problema de atención y coordinación y fuerte somnolencia.
También hay limites que, si se superan, se consideran delito. A partir de 1,2 gr/l de tasa de alcohol en sangre (0,6 en aire espirado), la conducción tiene penas de entre 3 y 6 meses de prisión.
El cuerpo –el hígado, fundamentalmente– metaboliza el alcohol despacio, y según características individuales (peso, enfermedades, medicación...) tarda diferentes horas en eliminarlo.