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La madrugada del próximo sábado 26 al domingo 27 de octubre habrá que retrasar los relojes una hora, de manera que a las 03:00 serán las 02:00, mientras que en las Islas Canarias a las 02:00 será la 01:00. Esto significa que se ganará una hora de sueño y que a partir de ese día los días serán más cortos ya que el sol saldrá más temprano y anochecerá antes.
Este cambio de hora se produce el último domingo de octubre de cada año y forma parte de la Directiva Europea 200/84CE que también establece la aplicación del horario de verano a finales de marzo. Esta normativa es de obligatoria aplicación en todos los países miembros de la UE y tiene como objetivo lograr un ahorro energético y aprovechar las horas de luz natural. Supone además un beneficio para sectores como el transporte y las comunicaciones, para la seguridad vial, las condiciones de trabajo, la salud, el turismo y el ocio, según argumentaba la Comisión Europea en 1999.
Esta misma institución realizó en 2018 una consulta pública a todos los ciudadanos europeos en la que más del 80% de los 4,6 millones de personas que participaron se mostraron a favor de acabar con los cambios de hora. Con este resultado, la Comisión propuso acabar con esta práctica y que en marzo de 2019 se produjese el último cambio de hora. La falta de consenso entre los estados y de evaluaciones de impacto ha hecho que Europa retrase hasta 2021 la posible anulación del cambio horario.
Los países europeos tienen de plazo hasta abril de 2020 para decidir si se quedarán con el horario de verano o con el de invierno. Si optan por la primera opción, el último cambio de hora tendrá lugar en marzo de 2021, mientras que el reloj se cambiará por última vez en octubre de 2021 en aquellos países que decidan permanecer en el horario de invierno.
En España, el Gobierno decidió el pasado mes de marzo mantener el huso horario actual y en cuanto al cambio horario, el informe encargado a una comisión de expertos no llegó a ninguna "resolución concluyente" ya que, según el CIS, la mayoría de españoles opta por quedarse en el horario de verano mientras que los expertos recomiendan el de invierno.
Orígenes
El origen del cambio horario se remonta a la Antigua Roma, cuando las clepsidras o reloj de agua de los romanos tenían diferentes escalas en función del mes del año que fuera. Así, en la latitud de Roma, la tercera hora tras el amanecer, la hora tertia, empezaba (usando el horario moderno) a las 09:02 y duraba 44 minutos en el solsticio de invierno, pero en el de verano comenzaba a las 06:58 y duraba 75 minutos, según relata el historiador Jérôme Carcopino.
Mucho más cercano, otro de los antecedentes del moderno horario de verano se remonta al 30 de abril de 1916, cuando, en mitad de la Primera Guerra Mundial, el gobierno alemán decidió que todos los relojes se adelantarán una hora para reducir el uso de luz artificial y ahorrar energía.
Dos años más tarde y, con el mismo propósito de ahorrar energía en el marco de la Primera Guerra Mundial, el presidente estadounidense Woodrow Wilson firmó un decreto en 1918 para adelantar la hora. No obstante, todas estas iniciativas fueron revertidas una vez que acabó la guerra. La costumbre de atrasar el reloj en invierno y adelantarlo en verano se empezó a usar de forma generalizada en 1974, tras la primera crisis del petróleo, para poder aprovechar mejor la luz del sol y consumir menos electricidad.