El aislamiento es, desde el pasado sábado 14 de marzo, una obligación dentro de todo el territorio nacional decretado por el Estado de Alarma decretado ante la crisis del coronavirus. Nada de quedar con familiares y amigos, salir a pasear o hacer actividades de ocio... que se han sustituido por reuniones virtuales, aplausos por la ventana y televisión, mucha televisión, sobre todo entre los más mayores.
Mientras que España se adapta a esta situación, 65ymás ha querido saber cómo lo están viviendo especialmente los mayores, ese grupo heterogéneo de personas que representan cerca del 20% de la población y que comparten sin embargo, ser el principal grupo de población al que está afectando el Covid-19, según los datos extraído de la experiencia china.
Nos adentramos en las historias de Manoli, de 65 años, cuya madre está en una residencia sin poder recibir visitas, Jose Luis, de 75, que se despeja paseando a su pequeño caniche blanco y Lucía, una mujer de 87 años que vive sola. Algunos acompañados, otros en soledad, sostienen que "por responsabilidad, quedarse en casa es lo que toca" y que "no lo hacen por ellos sino por los demás".
Manoli, 65 años: "Lo que peor llevo es no poder ver a mi madre de 97 años"
Cuenta Manoli que por el momento no lleva mal el aislamiento que mantiene desde el hace una semana. "No he salido ni para lo básico porque no quiero contaminar", explica a 65ymás. "Mi marido y yo sospechamos que podíamos tenerlo, hemos tenido síntomas, hemos estado con fiebre y no queremos pasárselo ni a nuestros hijos y nietos, ni al resto", asegura. Por suerte, narra, tenía comida en casa de la que han ido "tirando" y todavía le quedan las pastillas para el colesterol y el azúcar que toma cada día.
"Lo que peor llevo es no poder ir a ver a mi madre a la residencia. Desde hace 10 días no nos dejan entrar por prevención, pero estoy muy preocupada por ella, sobre todo por los últimos casos de fallecidos en estos centros. Al principio nos dejaban llamarla pero ahora ni eso. Nos dicen que si pasase algo nos avisarían. Ella tiene 97 años, está en silla e ruedas, la cabeza le está empezando a fallar", dice Manoli. "Aunque casi mejor, porque así no se entera de lo que está pasando...," aclara, explicando que antes iba cada día a visitarla y cuidarla.
Los primeros días de la epidemia Manoli asegura que se quedó cuidando a sus nietos, pero que desde que su hija se ha quedado teletrabajando en casa, no es necesario. "Ella quiere venir a verme, pero yo le digo que estamos bien, que no quiero que corra el riesgo". Aún así mantienen la comunicación cada día por whatsapp y además, están entretenidas con las actividades que hacen los vecinos. "Mi comunidad es muy activa, por la mañana cantamos 'La Vida es Bella, luego hay concuros y a veces incluso cumpleaños con globos. Por la tarde-noche aplausos y caceloradas...No nos aburrimos", narra, explicando que en el portal hay un cartel con todas las actividades programadas.
En cuanto al ejercicio, Manoli asegura que ha intentado seguir una tabla de ejercicios cada día, pero que no se encontraba bien. "Mi marido, en cambio, tienen la "pulserita que mide los pasos" anda calculándolos por los pasillos. Nosotros además tenemos un pequeño jardín, aquí en Getafe, por lo que el aislamiento no es tan duro como mi hija que está en un piso con sus hijos...". Y considera que "los mayores", lo llevan mejor que los jóvenes. "Nosotros ya hemos vivido mucho y sabemos que lo esencial es sair de esta y vivir. Creo que somos más conscientes de que hay que tener paciencia y hay que ser tolerantes con los demás":
El Estado de alarma, que limita los movimientos, le ha pillado a Manoli recién jubilada, "no he cobrado todavía ni mi primera pensión" después de toda una vida dedicada a la confección. "Espero que esto nos haga reflexionar sobre la vida tan individualista que llevábamos y empecemos a vivir más pensando en los otros. "Parece que no aprendemos sin las multas....pero hay que hacerlo por el bien de los demás. Y saldremos de ésta", remata optimista.
Jose Luis, 74 años: "Tengo que salir a pasear al perro"
“Yo no lo llevo mal del todo porque estoy acostumbrado a estar solo. Pero claro, no es lo mismo cuando es una obligación en vez de una opción”, cuenta José Luis que narra cómo cada día, al menos, sale a pasear al perro. “Pero no puedo hacerlo como antes, ya que a mí lo que me gustaba era hacer grandes caminatas de dos horas, irme a los parques grandes y hacerme varios kilómetros”, nos explica y se muestra sorprendido porque el otro día alguien intentó acceder a uno de ellos y le multaron. “Parece que la gente no está muy concienciada todavía. No es por su salud sino por la de todos…”opina.
Y es que Jose Luis reconoce que está preocupado por la situación. Tuvo un infarto hace poco y es consciente de que es población de riesgo. “En una de estas, la palmamos”, comenta. “Desde que cumplí los 70 me doy cuenta de que estamos aquí colgando de un hilo, que la vida se nos puede ir con una cosa de estas”, y por eso apela a la prevención y la responsabilidad de todos.
“Si fuese más joven, seguro que lo llevaba peor, pero ese es otro asunto….Yo no entiendo a los jóvenes de ahora que solo viven en el ocio y no salen a la calle para protestar por la situación precaria que viven. Yo tengo un hijo periodista y sé bien lo que es...llevamos en crisis desde hace muchos años y después de esto, a ver cómo avanza la cosa...Yo si fuese joven saldría a quemar las calles –no ahora– pero sí ante situaciones indignas.
Jose Luis, que trabajó durante años de técnico de telecomunicaciones en la Administración, piensa que la injusticia viene de hace décadas. “A mí me echaron con 60 años y se desperdició mucho talento con experiencia a mi alrededor….Al menos – dice– todo eso me sirve ahora para estar conectado a la tecnología”, asegura mientras conecta una radio con auricular, que le sirve también para conectarse en manos libres con los suyos durante estos días de aislamiento.
Cuenta que solo sale a la calle para pasear al perro, comprar comida e ir a la farmacia. “Son cosas básicas, que no hay que perdonar, pero ya me gustaría poder volver a salir al campo y pasear libremente. Tengo ganado, eso sí, que sé vivir en soledad, desde mi mujer murió hace años. Hay otra gente que no sabe estar sola…”, concluye.
Lucía, 87 años: "Soy muy casera, pero se me hacen los días más largos"
Lucía asegura que "ella no es mucho de salir", por lo que "de momento" lleva bien el confinamiento, pero reconoce que "ahora que es obligado" se le hacen más largos. "Soy bastante casera, antes iba más al cine y al teatro con las amigas, pero últimamente no oigo muy bien", nos cuenta. Lo que más echa de menos en estos días de encierro es no poder leer un buen libro. "Eso sí que me gusta, pero me tenía que haber operado de cataratas y ahora no veo tres en un burro", reconoce esta mujer de 87 años jubilada hace más de dos décadas.
"Mi familia, mis sobrinos, porque yo no tengo hijos, están muy pendiente de mí y me han ofrecido su ayuda estos días para traerme comida o medicinas, pero hice un gran pedido al supermercado, que normalmente traen a casa y con eso tiro durante una semana al menos", explica Lucía como muestra de su autosuficiencia. "Lo único que me preocupa es que tengo que salir la semana que viene al ambulatorio para que me pongan el Sintrón y eso está un poco más lejos, pero creo que me apañaré".
Su día a día –cuenta–, lo pasa entre hacer un poco de limpieza de la casa ahora que le ha dicho a la asistenta "que no venga, por si acaso". "Es poca cosa, mi casa cabe en un puño, pero entre limpiar la cocina, tender y otra cosa más, se me pasa el día...Lo que pasa es que me canso, así que no hago mucho. Si acaso, me pongo a organizar papeles antiguos, pero muy poquito a poquito".
Lo que sí ha aumentado en su contacto por teléfono, pero a través del fijo y algo del móvil –sin esas modernidades como el whatsapp–. "Aparte de con mis sobrinos y sus hijos, el otro día me puse a charlar con amigas de la oficina de aeronáutica donde yo trabajaba hace 26 años. Fíjate, llevaba mucho sin hablar con ellas...". También tiene otra amiga vecina de su edad, que está muy asustada por la situación. "Yo pienso que si nos tenemos que morir de esta, pues que sea. No me preocupa demasiado, yo ya he hecho todo lo que tenía que hacer, pero sí les digo a los otros que no me vengan a ver por si acaso. Estoy más preocupada por ellos que por mí".
En estos días se acuerda mucho de una gripe, la del 1918 que le contaba su madre que mató a mucha gente. "Pero de eso hace mucho tiempo, había muchos menos medios y no afectaba a todos los países. Esto del coronavirus es otra cosa. Fíjate cómo está toda Europa, China y hasta Estados Unidos....", cuenta Lucía. También se acuerda de la guerra, que le pilló cuando tenía 4 años. "Lo recuerdo perfectamente como si fuese ayer. Había escasez de comida, andábamos con cartillas de racionamiento... Además nosotros nos fuimos a Francia. Pero no recuerdo nada de hacer un confinamiento como este. A ver cuanto dura...Me gustaría hacer una comilona con mi familia cuando salgamos..." desea Lucía.