Hija Enrique Moliner, médico rural, y Matilde Ruiz, María Moliner nació el 30 de marzo de 1900 en la localidad zaragozana de Paniza y pertenecía a una familia acomodada que pudo permitirse dar estudios a sus tres hijos que junto a sus padres se trasladaron primero a Almazán, en Soria, y más tarde a Madrid.
En la capital, los hijos del matrimonio Moliner estudiaron en la Institución Libre de Enseñanza que años antes fundasen Francisco Giner de los Ríos, Gumersindo de Azcárate y Nicolás Salmerón. Fue allí donde Américo Castro descubrió y alentó el interés por la lingüística y la gramática de la joven María que en 1915 se convirtió en alumna del Instituto General y Técnico de Zaragoza en el que finalizó el bachillerato en 1918.
Fue entonces cuando comenzó sus estudios de Filosofía en la rama de Historia obteniendo el Premio Extraordinario al licenciarse en 1921. Un año después, María Moliner aprueba las oposiciones al Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, y fue destinada al Archivo de Simancas.
De Simancas, María Moliner pasó a ser destinada al Archivo de la Delegación de Hacienda de Murcia, ciudad en la que conocerá a un catedrático de Física, Fernando Ramón y Ferrando, que en 1925 se convertiría en su marido. También en Murcia nacieron sus dos primeros hijos, Enrique y Fernando, antes de que la familia se trasladase en 1930 a Valencia donde mientras Fernando impartía clases en la Facultad de Ciencias, María trabajaba en el Archivo valenciano de la Delegación de Hacienda.
Bibliotecas rurales y Plan de Bibliotecas
En Valencia, María tuvo y crió a sus otros dos hijos, Carmen y Pedro, compatibilizando esta labor con su trabajo en el Archivo y con una activa participación en el aluvión de iniciativas culturales nacidas al amparo de la II República, entre ellas la Escuela Cossío en la que impartió clases de gramática y literatura, pero también integrándose en las Misiones Pedagógicas de la República, donde se encargó de la puesta en marcha de bibliotecas rurales, organizadas en base a los principios contenidos en su texto de Instrucciones para el servicio de pequeñas bibliotecas.
Su eficacia y dedicación le valió ser nombrada para desempeñar puestos de responsabilidad en la organización de las bibliotecas populares y presentar en el II Congreso Internacional de Bibliotecas y Bibliografía, celebrado en 1935, una importante ponencia titulada "Bibliotecas rurales y redes de bibliotecas en España".
Ya iniciada la guerra, en septiembre de 1936 pasó a dirigir la Biblioteca de la Universidad de Valencia, puesto en el que se mantuvo hasta noviembre del año siguiente, cuando se hizo cargo de la Oficina de Adquisición y Cambio Internacional de Publicaciones y se convirtió también en vocal de la Sección de Bibliotecas del Consejo Central de Archivos, Bibliotecas y Tesoro Artístico.
De aquella época data su Proyecto de Plan de Bibliotecas del Estado, que para muchos especialistas como,la escritora, investigadora y bibliotecaria valenciana Pilar Faus, fue el mejor plan bibliotecario que jamás tuvo España.
El Diccionario, "una proeza"
Tras la Guerra Civil, la familia Moliner fue perseguida y represaliada por los vencedores. Algunos, como su marido, se exiliaron y otros apartados de sus cargos. Este fue el caso de María que vio cómo le arrebataron 18 puestos en el escalafón del Cuerpo Facultativo de Archiveros y Bibliotecarios, que no recuperaría hasta el año 1958, a pesar de lo cual en 1946 se convirtió en la directora de la biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales en la que permanecería hasta que, con 70 años, se jubiló en 1970.
Fue en esta etapa cuando, compatibilizándolo con su labor en la biblioteca, María Moliner comienza a trabajar, hacia 1950, en la que se convertiría en la gran obra de su vida y santo y seña de la cultura española durante decenios, el 'Diccionario de uso del español'. "Una proeza", según voces tan autorizadas como la del Premio Nobel Gabriel García Márquez que años después de su publicación recordó como María Moliner "escribió sola, en su casa, con su propia mano, el diccionario más completo, más útil, más acucioso y más divertido de la lengua castellana". Un diccionario que Moliner escribió a lápiz y era aún más grande que el de la RAE y que vería la luz en 1966 y que desde entonces hasta ahora ha conocido más de veinte reediciones.
En sus últimos años afrontó, con la discreción, la modestia y la entereza con que afrontó todo en su vida, la pérdida de su marido y su propia enfermedad, una esclerosis cerebral que la privó de sus facultades mentales desde 1975 hasta su muerte, el 22 de enero de 1981 tras toda una vida de dedicación a los libros y a la cultura de su país.