Mariola Báez
Cultura
Descubre los 8 cuadros imprescindibles del Museo Nacional Reina Sofía
Picasso, Miró, Dalí, Magritte… difícil elección entre tantas obras maestras de arte moderno
El Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (@museoreinasofia) se ha convertido en menos de tres décadas en un referente del arte moderno y contemporáneo a nivel nacional e internacional, siendo en la actualidad lugar de referencia de nuevas corrientes y estilos vanguardistas que aquí siempre encuentran el espacio idóneo para ser descubiertas.
Tal vez recuerdes cómo contribuyó a transformar un céntrico espacio de la capital, cuando, el que fuera antiguo Hospital General de Madrid pasó a ser un edificio “rompedor” próximo a la estación de Atocha, que llamaba la atención por sus espléndidos ascensores exteriores en acero y cristal.
Ese fue solo el principio. El Centro de Arte Reina Sofía pasó a ser Museo Nacional en 1988 y su colección permanente fue inaugurada en 1992 por los reyes de España. Desde entonces es visita obligada para cualquier amante del arte. En un primer recorrido… ¿Qué obras pictóricas no puedes dejar de contemplar?
Los 8 cuadros de un recorrido básico
Son más de 20.000 las obras que forman parte de los fondos del Museo. Pinturas, esculturas, dibujos, videos, fotografías, piezas de arte decorativo… todas encuadradas en el periodo que va desde finales del siglo XIX hasta la actualidad. Cualquier selección se queda corta, pero, centrándonos en la pintura, entre los cuadros imprescindibles en un primer recorrido debes incluir:
Guernica (1937). Pablo Ruiz Picasso
La obra del genial pintor malagueño forma parte de la colección del Reina Sofía desde su inauguración, momento en el que fue trasladado desde el lugar en el que permanecía expuesto, el Casón del Buen Retiro. Es una obra magistral de la pintura del siglo XX. Picasso la presentó en el pabellón de España en la exposición de París de 1937. El enorme lienzo está inspirado en el bombardeo que sufrió la localidad de Guernica por parte de la aviación alemana e italiana. Contemplarlo de cerca impresiona por más veces que lo hayas visto en un libro, porque las líneas maestras de Picasso consiguen plasmar el horror de una guerra en todo su sencillo dramatismo.
La ventana abierta (1921). Juan Gris
Es una de las “ventanas” que pintó José Victoriano González Pérez (Juan Gris) en 1921, durante su estancia en la localidad francesa de Bandol sur Mer. El maestro del cubismo integra a la perfección el paisaje exterior con los elementos de esa extraña mesa que incluye desde una guitarra hasta unas partituras en un equilibrio magistral.
La tertulia del Café de Pombo (1920). José Solana
La obra maestra de Solana presenta, como si de una fotografía se tratase, el ambiente de los cafés madrileños de principios del siglo XX, lugares de reunión y de debate de los intelectuales de la época. El dominio de la técnica del claro oscuro, el dibujo de líneas perfectas a la hora de dar forma a cada uno de los objetos que hay en esa mesa que preside Ramón Gómez de la Serna, ese estudiado espejo en la pared, que invita a mirar el cuadro desde otra perspectiva… el virtuosismo del detalle a la hora de reflejar, en un lienzo, toda una época.
Rostro del Gran Masturbador (1929). Salvador Dalí
Imprescindible contemplarlo detenidamente para intentar entender el complejo mundo del genio del surrealismo. Pintado en la época en la que conoce a su musa, Gala, el óleo refleja su particular espacio onírico, sus obsesiones, sus miedos… Gala en su cabeza, un saltamontes que parece succionar su cara, el gélido paisaje “vacío” alrededor… múltiples elementos que parecen cobrar vida en un cuadro indispensable que recoge el más puro universo de Dalí.
Un mundo (1929). Ángeles Santos
Es la obra más representativa de esta pintora vallisoletana, menos conocida que otros artistas de su misma época pero igualmente extraordinaria. El cuadro, de grandes dimensiones, está inspirado en unos versos del poeta Juan Ramón Jiménez y resulta tan inquietante como sobrecogedor. En clave surrealista refleja un mundo distinto, donde lunas, estrellas y mujeres ángeles son protagonistas del universo.
La casa de la Palmera (1918). Joan Miró
Este es uno de los cuadros que forma parte de la colección de paisajes que el artista realizó en la etapa anterior a su inmersión pictórica en el surrealismo. Con líneas aparentemente sencillas e ingenuas (su seña de identidad), la casa pintada por Miró en la localidad de Mont Roig supera el realismo para llegar al detallismo absoluto logrando así “introducir” al espectador en el propio cuadro.
Mujer en azul (1901). Pablo Ruiz Picasso
La influencia de los impresionistas se aprecia en este cuadro que el joven Picasso pintó en Madrid tras regresar de una de sus primeras estancias en París. La misteriosa mujer, de dura e intensa mirada, centra una obra en la que el artista juega con los volúmenes y los colores en una composición perfecta. El vestido, el gran lazo, el cabello y unos labios rojos en los que la mirada se centra sin saber muy bien porqué… todos los elementos en las proporciones exactas para lograr el equilibrio ideal.
El secreto del cortejo (1927). René Magritte
No es de los cuadros más conocidos del pintor belga, pero es un ejemplo perfecto de su estilo impactante y misterioso, que se basa en una interpretación personal y única de la corriente surrealista. Esas extrañas figuras blancas sobre fondo oscuro, que admiten la libre interpretación de cualquier mirada. Ese ¿humo? ¿aire?, ¿alma? que preside el cuadro… se dice que la obra podría ser un reflejo del impacto que causó al artista la muerte de su madre en circunstancias dramáticas (encontrada ahogada en el río Sambre), pero el pintor no daba explicaciones sobre su obra, quizá para que cada espectador sacase sus propias conclusiones.