Suceda lo que suceda el 25 de enero en Málaga, la edición número 34 de los premios Goya ya ha pasado a la historia por un nombre propio, Benedicta Sánchez. En su primera aparición ente las cámaras, sin tener ninguna experiencia previa y a sus 84 años se ha convertido en la mujer más longeva en estar nominada al Goya a la Mejor Actriz Revelación por su trabajo coprotagonista en Lo que arde, película dirigida por Oliver Laxe que narra la historia de a Amador que sale de la cárcel tras cumplir condena por haber provocado un incendio y regresa a su casa, una aldea perdida de las montañas lucenses, donde volverá a convivir con su madre, Benedicta, su perra Luna y sus tres vacas. Una vida tranquila en plena naturaleza hasta que todo cambia cuando un fuego violento arrasa la zona.
Esta gallega octogenaria derrocha vitalidad, buen humor, humildad y sabiduría y en esta entrevista no sólo nos desvela cómo llegó a conseguir el papel, cómo fue el rodaje de la película, sino también su vida como emigrante en Brasil, su trabajo como fotógrafa y agricultora, las relaciones con su marido, su forma de vivir la vida...
PREGUNTA: Con 84 años y sin experiencia previa en el cine se presentó al casting de la película y resultó elegida. ¿Cómo se le ocurrió presentarse?
RESPUESTA: Yo no sabía que existía semejante cosa, que había un casting ni nada de eso. Ignoraba por completo todo. Pero mi hija, que está un poco metida en ese mundo, fue la que me dijo que había un casting en Navia de Suarna y que ella iba a ir y que si la quería acompañar y yo le contesté que para qué iba a ir. Me dijo que así conocía Suarna y que además buscan una señora de unos 60 años y quién sabe si tu les puedes valer. Si por lo menos fuera de 80 pase, pero para mí una mujer de 60 es una adolescente. Al final allí nos fuimos porque para mí conocer lugares es algo que me fascina.
P.: ¿Cómo fue su relación con Oliver Laxe, el director de la película?
R.: Oliver me vio y me llamó. Luego nos reunió a todos y me estuvo preguntando muchas cosas sobre lo que yo había vivido, de dónde era, lo que había hecho. Y ahí se quedó la cosa, pero él no perdió el contacto y nos seguimos viendo y así empezó todo, el final no sé cómo será, pero el principio fue ese (Risas).
P.: ¿Qué tal se sintió rodando la película? ¿Cómo fue la relación con el equipo de rodaje ¿Cómo fue la experiencia?
R.: No tengo palabras para elogiar a los compañeros. Estuve todo el tiempo rodeada de caballeros. No podría decirte cuál es el mejor porque son todos encantadores. Me trataron muy bien. Tengo un recuerdo gratísimo de todos ellos y de todo aquello.
P.: ¿Qué le dijeron su familia y sus vecinos al verla en el cine?
R.: Yo soy de O Corgo, a 12 kilómetros de Lugo y para mi familia y mi pueblo fue todo un alboroto. Fue como si yo hubiera salvado a la patria. Y yo dije, vaya por Dios, si no hice nada, pero todos me decían que me quieren. Yo quisiera haber hecho una cosa heroica, pero es que yo no hice nada.
P.: Se pone por primera vez delante de una cámara y termina siendo nominada a un Goya. ¿Qué le pasó por la cabeza cuando se enteró de su nominación?
R.: No, no se me pasó nada. Yo sé que la vida está llena de altos y bajos. Y no siempre los bajos son merecedores de las cosas ni los altos tampoco. A mí me gusta el equilibrio. Pero bueno, será una experiencia y tendré que ir a Málaga, pero no me altera el día a día. Sólo me altera por poder estar a la altura de las circunstancias, pero mi ego no crece por eso. Si yo hubiera salvado vidas, si hay una casa ardiendo con una persona y le salvo la vida o se la salvo a los pobrecitos que están muriendo todos los días en el Mediterráneo o en las guerras, entonces sí sería fantástico, pero por una cosita así, tan pequeña, no sé por qué iba a cambiar nada.
P.: Durante la presentación del filme en el Festival de Cine de Cannes se arrancó a bailar una muñeira. ¿Hará lo mismo en la gala de los Goya?
R.: (Risas). Sinceramente, yo me considero muy espontánea. Ya desde que era niña soltaba lo primero que se me ocurría y eso fue lo que pasó en Cannes, porque yo tengo el concepto de que a los gallegos nos tiran por tierra y continúa la cosa de que en España todos son superiores a nosotros. Y no sé por qué en mi subconsciente está todo eso, pero está, y allí estaba todo lleno de cámaras que te decían que si por aquí, que si por allí, indicándonos las posiciones y entonces algo me salió de las entrañas y les dije “fálame en galego” y de repente se me ocurrió lo de la muñeira como un detalle, como una mala uva por mi parte. (Risas). Y entonces los periodistas me dijeron que había puesto O Corgo en el mapa, que todos mis vecinos me estaban viendo y yo pensé: Tierra trágame. Pero al final no pasó nada, no me llevaron presa, no me castigaron y bueno como lo que se me ocurrió no era nada malo y era sincero, pues como dice el refrán “que siga el entierro y siga la marcha”.
P.: Usted emigró a Brasil, ¿en qué año fue? ¿por qué lo hizo?
R.: Fue en 1960. Mis padres habían sido emigrantes en Cuba y a los nueve meses de regresar nací yo. La mayoría de las primeras palabras que escuché fueron hablando de Cuba y de Cuba y de Cuba, mi hermano era cubano y yo desde pequeña quería ser cubana, vi una película sobre Cuba con el mar y las palmeras y aquello me fascinó. Siempre quise emigrar. Luego conocí a mi marido que tenía las mismas ideas. Nos casamos y él tenía compromisos que no podía abandonar, cuidar un hermano, pero ya en 1960 podíamos ir a Cuba pero entonces Fidel se hizo cargo de la isla, por decirlo de alguna manera. Pensamos entonces en Venezuela, pero no estaba bien para la emigración y Brasil sí, y además era un clima cálido, pero yo con mis complejos de gallega no quería hablar en portugués pero al final nos fuimos a Río de Janeiro y fueron veinte años maravillosos.
P.: ¿En qué trabajó durante aquellos años en Brasil?
R.: Primero trabajé en casa de una familia que nos trataban muy bien a mi marido y a mí y vivimos en la casa que tenían para los empleados. Después un amigo de mi padre que tenía allí negocios y no le gustaba que yo estuviera trabajando en la casa, aunque yo estaba relativamente bien, y mi marido tuvo dificultades para encontrar trabajo, este señor tenía un bar y nos dijo que íbamos a ser los gerentes y dejaba el bar en nuestras manos. Fue allí donde conocimos a una familia de argentinos que tenían una librería, hicimos mucha amistad con ellos y como el marido tenía que viajar quería una persona para colaborar. Y yo habría a los doce la cerraba a las ocho y hasta los doce atendía el bar y a las ocho volvía al bar. Entonces el amigo de mi padre nos dijo que no quería que estuviera en dos sitios a la vez y dejamos el bar porque yo no quería dejar la librería, era un trabajo muy bonito y la gente, tanto los dueños como los clientes, era muy maja. Luego me propuse independizarme y al final lo conseguí.
P.: ¿Cómo lo logró?
R.: Me hice fotógrafa. Yo no conocía en Río de Janeiro a ninguna fotógrafa, ayudantes sí, pero fotógrafas no. Fueron los mejores 15 años de mi vida.
P.: ¿Háblenos de su marido?
R.: Mi marido ya murió, pero cuando ya estábamos separados. Nos casamos en 1953 y nos separamos en 1972 de común acuerdo. Luego hubo un tira y afloja, pero al final terminamos amigos. Hay un refrán que dice que "el amor nunca muere y si muere es porque no era amor", y yo tenía mucho amor por él y él, a su manera, también me apreciaba. Por eso con los años, pasado un tiempo, volvimos a ser amigos, simplemente amigos, pero yo le recuerdo con cariño a él y a su familia. Tengo mucha familia política que me aprecia y yo les aprecio mucho a ellos porque es muy buena gente.
P.: ¿Siguió trabajando como fotógrafa cuando volvió a España?
R.: Cuando regresé volví con todo lo necesario para continuar con mi trabajo de fotógrafa, pero no fue posible organizarme con mi familia y estuve diez años en O Corgo. Después fui con mi hija a Valencia y allí de nuevo todo fue maravilloso, tengo un recuerdo estupendo de Valencia, me cuidaron mucho, yo estaba muy contenta porque Dios ponía otra vez a mi alcance el mar. Pero luego fallecieron mi madre y mi hermano y no me quedó más remedio que regresar porque había una propiedad, una casa y una tierra, que sí, que eran de los antepasados, pero para mí fue una especie de zancadilla y, en fin, ¿que vas a hacer?, aquí estoy.
P.: ¿Ha trabajado esa tierra?
R.: Sí, he trabajado mucho, he sembrado, he tenido un huerto muy hermoso, pero como todo en la vida, el huerto necesita continuidad y si plantas algo y no le quitas la hierba, no lo atiendes, no lo riegas, termina muriendo. Si las hierbas, a las que yo no llamo malas sino autóctonas, se apoderaron de la situación y terminé por dejarlo. Donde yo vivo es un poco desastroso como esta todo, pero lo llevo bien, no tengo mayores pretensiones y el día que pueda haré lo que pueda y bueno…
P.: ¿Cómo consigue estar tan en forma y tener esta simpatía y estas ganas de vivir a los 84 años?
R.: Lo que yo me pregunto es que si alguien no es así como hace para no ser así, porque una persona de 84 años que no quiera vivir, que no quiera moverse a mí no me cabe en la cabeza. Yo no creo que habrá nadie a quien le pase eso.
P.: Si hubiese alguien así, ¿qué le aconsejaría?
R.: Que no piensen en que son mayores, que hagan como yo que pienso que mi cuerpo envejece, que el pelo se pone blanco, la cara se llena de arrugas, no tengo la fuerza que tenía, todo eso es cierto, pero que no se encierren por favor, que no se entreguen, que no digan que ya soy vieja… ¡Madre mía, si yo pensara eso estaría en una silla de ruedas! Hay que moverse y refugiarse en cosas lo más bellas posible, no meter la cabeza debajo del ala como la gente hace a veces.
P.: ¿Volverá a hacer cine?
R.: Como el cine que hice no dependió de mí, no sé el futuro que me espera. Ahora ya no me esperará mucho porque por muchos años que viva no siempre va a ser coser y cantar. Yo nunca podía imaginarme semejante cosa y no me entra en la cabeza el alboroto que se ha montado con esto, pienso que no se refieren a mí y por eso yo sigo mi marcha, mi camino.
P.: ¿Y si ahora Oliver Laxe u otro director la llama para hacer otra película?
R.: Bueno, pues dependiendo de cómo, si es algo que puedo desempeñar y me consideran útil, pues a lo mejor sí. Lo que no quiero es ser una carga, pero si soy útil, que sea lo que Dios quiera. De momento no tengo problemas, tengo una hija y dos nietos que se van defendiendo y a mí, si me llaman del cine para alguna cosa fina, noble, para mí será un honor.