La escritora y periodista hispano-uruguaya Carmen Posadas (Montevideo, Uruguay,1953) se crió entre su país natal, Argentina y España. Sus comienzos literarios estuvieron marcados por la literatura infantil llegando a recibir el Premio del Ministerio de Cultura al mejor libro infantil. Ya a finales de la década comenzó a escribir narrativa para adultos al tiempo que en TVE presentaba el programa Entre líneas. Su primer gran éxito literario llegó con Cinco moscas azules que precedió a Pequeñas Infamias, el título con el que alzó con el prestigioso Premio Planeta en 1998. Un premio al que se sumarán otros muchos galardones literarios como el de Cultura de la Comunidad de Madrid, el Glauka, el Brazier y periodísticos como el Camilo José Cela o el Iberoamericano de Periodismo. Su obra se ha traducido a más de 20 idiomas y la revista Newsweek la presenta como “una de las autoras latinoamericanas más destacadas e influyentes de su generación".
PREGUNTA: ¿Cómo pasa Carmen Posadas la reclusión forzosa?
RESPUESTA: Para un escritor, el confinamiento no es ningún problema, al contrario, es casi un regalo. Tenemos una vida a dos velocidades, una es muy introspectiva, de mucha soledad, pero luego hay otra parte que consiste en salir, dar conferencias, acudir a clubes de lectura… Estas semanas solo hemos transitado por la parte de escribir y como estaba intentando dar un empujón a mi nueva novela me ha venido muy bien.
P.: Supongo que habrá organizado su tiempo...
R.: He organizado mi vida como la de un monje en un monasterio. Tengo unas rutinas fijas, hago, como siempre una tabla de gimnasia durante 20 minutos todas las mañanas. Después de la ducha me siento a escribir hasta la hora de comer. Por la tarde, como tengo un pasillo larguísimo, me dedico a leer el breviario que en este caso es escuchar ‘Guerra y paz’, mientras camino arriba y abajo por el pasillo. Pongo ‘Guerra y Paz’ en un audio y a caminar. Tengo uno de esos relojes que miden la distancia que se recorre y puedo asegurarte que a lo largo del día hago siete kilómetros. Además, esto hace que me pueda permitir todos los chocolates que me como (Risas).
P.: ¿Puede adelantarnos qué vendrá después de ‘La maestra de títeres’?
R.: Hasta que no termino un libro no me gusta mucho hablar de él, pero te puedo decir que estoy escribiendo una novela histórica que en lugar de tener un, o una, persona como protagonista, está protagonizada por un objeto real y muy famoso que va cambiando de manos desde Felipe II hasta Hollywood y cada persona que ha tenido en su poder ese objeto tiene una historia detrás. Todo es real. Ha sido mucho el trabajo de documentación porque estoy acostumbrada a que si voy a escribir un libro que transcurre en el siglo XVIII, tengo que leer todo lo que encuentre sobre el siglo XVIII, pero claro hacerlo desde el siglo XV hasta el presente ha costado bastante.
P.: ¿Ha tenido tiempo para leer algo más que lo que has necesitado para documentarte?
R.: Leer para la documentación de la novela me ha llevado mucho tiempo, pero durante el confinamiento también he tenido tiempo para leer otras cosas. Estoy en una etapa muy rusa y además de Guerra y paz, he leído ‘Los que susurran’, un libro de Orlando Figes que trata de la vida diaria en la Unión Soviética durante la época de Stalin, espeluznante pero muy interesante. Después leí una novela buenísima de un escritor rumano al que no conocía, Radu Pavel, titulada ‘Dulces sueños, queridos niños’ que trata de cómo era la vida de esa generación que conoce la decadencia del sistema soviético y el tránsito hacia el capitalismo. También he podido leer ‘Ellos’, de Francine du Plessix Gray, la vida de una pareja de en la que ella había sido amante de María Koski y él es un personaje muy importante del mundo editorial en Estados Unidos y abandonan la Unión Soviética pasando por Francia durante la guerra para llegar en los años 60 al Nueva York de Truman Capote y Salvador Dalí.
P.: Realmente la encuentro muy eslava…
R.: Tal vez sea porque yo me casé en Moscú en la época soviética dura, en 1972 con Leónidas Breznev en el poder. Quizás la conexión venga por ahí (Risas).
P.: Volviendo al tema de la pandemia, ¿viviremos un antes y un después?
R.: Hay mucha gente que piensa que va a haber un antes y un después. Yo creo que en algunas cosas cambiaremos y en otras continuaremos siendo los mismos de siempre. No obstante habrá cosas que cambien para siempre como por ejemplo el teletrabajo, pienso que las empresas no se habían dado cuenta del tremendo potencial que hay ahí y más ahora que habrá que adaptar las oficinas con mamparas y demás.
P.: ¿Seremos los mismos cuando salgamos de esta?
R.: Pienso que ha cambiado nuestra percepción de la fragilidad humana. Nos creíamos imbatible. Quién nos iba a decir que nos tumbaría un bicho como este. Pensamos que la peste es algo de la edad media, pensamos en las diez plagas de Egipto, pero que nos llegara una peste en el siglo XXI era lo último que podíamos imaginar. Esa sensación de fragilidad y de pensar que nuestra suerte no está en nuestras manos, hace que la gente sea menos superficial.
P.: ¿Qué nos ha enseñado el confinamiento?
R.: Creo que con la pandemia hemos aprendido a convivir en familia que es algo que teníamos completamente olvidado porque normalmente pasabas un ratito en casa y uno estaba con el teléfono, otro con la tablet… y al final, no había comunicación de ningún tipo. El confinamiento ha hecho que redescubramos, para bien y para mal, a la gente que tienes a tu alrededor. Habrá gente a la que esto haya reforzado su relación y también habrá muchos divorcios, es inevitable.
P.: ¿Cree que las medidas que está adoptando el Gobierno están siendo las adecuadas?
R.: Debemos partir de la base de que se trata de una situación muy difícil en la que todo el mundo ha cometido errores, pero dicho esto, creo que el gobierno es el campeón en cometer errores y cambiar de opinión. La sensación que da es que no hay nadie al mando de la nave. Es un desamparo espantoso porque un día dicen una cosa y al siguiente otra.
P.: ¿Qué opina de la actitud de la oposición?
R.: También hay que reconocer que la oposición no se está comportando mucho mejor que el gobierno, hay actitudes de Casado que me parecen deplorables. Lo que no puedes hacer es por un tacticísmo electoral pienses mucho más en los intereses de tu partido o en lo que van a decir tus barones que en lo que le conviene al país. Insisto, me parece deplorable.
P.: ¿Alguna vez unos y otros se pondrán de acuerdo en algo?
R.: Como dicen los ingleses se necesitan dos para bailar el tango y tampoco Sánchez es el colmo de la empatía, pero lo cierto es que en esta película muchos buenos no hay.
P.: ¿Qué le parece el término ‘desescalada’?
R.: No sé de dónde lo habrán sacado. Se están inventando un montón de palabras. Supongo porque si tuvimos una escalada ahora piensan que el término correcto será desescalada. La verdad es que no sé lo que diría Arturo Pérez Reverte sobre este asunto.
P.: ¿Estamos ‘desescalando’ como es debido?
R.: Me agobia ver cómo la gente ha salido a la calle sin ninguna precaución, se practica deporte a un centímetro uno de otro... Si la gente no tiene un poquito más de cuidado porque si no nos volverán a enclaustrar, además no quiero ni pensar lo que sería el confinamiento con el calor.
P.: ¿Qué opinión le merece lo que se ha vivido en las residencias de mayores?
R.: Ha sido monstruoso. Espero que una de las cosas que cambien tras la pandemia sea el modelo de las residencias de mayores. Esto es algo que se barruntaba que podía pasar porque de vez en cuando aparecía en las noticias que en una residencia los mayores estaban desatendidos, que no se les cambiaba el pañal… cosas horribles que se escuchaban de vez en cuando pero que casi no querían oír porque es algo duro, algo que nos toca muy de cerca pero que rápidamente se olvidaba. Ahora la pandemia ha puesto de manifiesto una situación monstruosa que, espero sinceramente, tanto el gobierno como las Comunidades Autónomas pongan todo su esfuerzo sobre la mesa para solucionarlo.
P.: ¿La sociedad se ha olvidado de los mayores?
R.: Una sociedad que no cuida a sus mayores es una sociedad condenada al fracaso. En estos momentos el mundo es de los mayores. Que nadie se olvide de que somos muchos y estamos muy activos. Yo tengo 67 años y una mujer con esta edad en otras épocas ya estaba haciendo tartas de manzana y punto de croché, ese era su horizonte. En cambio ahora esa misma mujer se va de crucero, tiene un novio, está al tanto de todo lo que sucede, es activa y aporta cosas a la sociedad.
P.: ¿Qué puede decirnos de las consecuencias económicas de la pandemia que ya hemos comenzado a sufrir?
R.: Margaret Thatcher decía que ‘hay que tener mucho cuidado cuando uno cree que ve el final del túnel porque puede ser que lo que este viendo sea otro tren que viene en sentido contrario’. Creo que esto es un poco lo que nos va a pasar, que se acabe con el terrible coronavirus y tras él llegue otro tren mucho más duro aún que ya veremos cómo capear, porque ahora es fácil apelar a los buenos sentimientos, a la concordia y a la idea de que de esto salimos juntos, pero ante los problemas económicos siempre es un sálvese quien pueda y eso es muy, pero muy, peligroso.
P.: Entre otros, usted tiene en su casa premios periodísticos tan importantes como el Camilo José Cela o el Iberoamericano de Periodismo Rey de España. ¿Cómo está viendo la actuación de los medios de comunicación durante esta crisis?
R.: Me da pena que haya una cierta polarización de los medios de comunicación. Depende de qué periódico lees o de qué emisora sintonices, las cosas pasan de ser maravillosas a ser atroces, estamos al borde de la catástrofe o todo va bien. Es algo que me resulta muy desasosegante. En ese sentido creo que los periodistas deberían estar un poquito por encima de la melé. Pero dicho esto, también debo decir que hay grandes profesionales y que el público saber discernir quienes son los que tienen credibilidad y criterio y quien solamente quieren arrimar el ascua a su sardina. En cualquier caso vivimos en un mundo muy polarizado y no pienso que sea algo que solo ocurre en España, creo que sucede en todas partes.