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El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha publicado un libro En búsqueda de las especies, sobre los hallazgos botánicos de la expedición de Magallanes y Elcano y las plantas que motivaron la primera vuelta al mundo con el clavo de olor como especia protagonista.
El 10 de agosto de 1519 partían desde Sevilla cinco naves con unos 250 tripulantes a bordo. Era el comienzo de la famosa expedición capitaneada por Fernando de Magallanes y finalizada gracias a Juan Sebastián Elcano.
La expedición fue financiada por la Corona de Castilla y su objetivo principal era llegar por occidente a La Especiería –el archipiélago de Las Molucas, ubicado actualmente en Indonesia– y crear así una ruta marítima alternativa a la establecida por Portugal para controlar el comercio de especias como el clavo de olor, la canela, la nuez moscada y la pimienta negra.
Tres años después, el 6 de septiembre de 1522, 18 europeos y 3 orientales, enfermos y agotados, arribaron a Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), después de recorrer 14.460 leguas y conseguir culminar la primera vuelta al mundo.
Con motivo de la conmemoración de su quinto centenario, el nuevo libro de la colección Divulgación (CSIC-Catarata) rinde tributo a esta hazaña promovida por la búsqueda de nuevas plantas e invita a viajar a través de unas páginas impregnadas de olores y sabores exóticos.
La obra En búsqueda de las especias. Las plantas de la expedición Magallanes-Elcano (1519-1522) ha sido coordinada por el investigador del Real Jardín Botánico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas Pablo Vargas.
El libro está escrito por una veintena de investigadores procedentes de aquellos países por los que transcurrió esta azarosa singladura. Vargas explica respecto a la publicación que los investigadores han tratado de representar la diversidad del mundo vegetal mediante la contribución de botánicos e historiadores de Argentina, Brasil, Chile, España, Filipinas y Portugal.
"Además de hablar de las características botánicas de cada lugar, se muestran aspectos básicos de la alimentación, la antropología, la historia, la cartografía, la economía y la limitada comunicación de la época. Asimismo, contamos los principales hitos de la expedición, pero siempre con las plantas como hilo conductor", explica.
A pesar de que la finalidad del viaje era principalmente económica, su realización también permitió alcanzar otros hitos muy relevantes. "Estos intrépidos y sufridos hombres de su tiempo abrieron la puerta a lo que hoy denominamos globalización y fueron la bisagra de los últimos coletazos de la Edad Media con los albores de la Edad Moderna. En sus roídos fardos trajeron algo mucho más valioso que las especias: la constatación de la unidad del género humano, de la diversidad de culturas y de la esfericidad de la tierra", destaca el texto en el capítulo centrado en el recorrido histórico de la expedición.
El libro dedica una buena parte de sus páginas a contar el uso y la relevancia de estos productos a mediados del siglo XVI, cuando las especies asiáticas eran "muy escasas" y se producían en territorios remotos y su comercialización requería de numerosos intermediarios.
"Tenían un valor semejante al de las piedras preciosas por lo que se pagaban verdaderas fortunas por cargamentos de canela o nuez moscada", aclara el texto.
En Europa ya había muchas hierbas que servían para aderezar las comidas, pero las especias asiáticas, además de proporcionar nuevos sabores, se suponían útiles para curar enfermedades y, por supuesto, eran un producto con el que enriquecerse.
No obstante, también sirvieron para impulsar el crecimiento y desarrollo de la ciencia en particular. "En los siglos venideros, las expediciones a nuevos territorios ya siempre incluirían a geógrafos, geólogos, botánicos y zoólogos. La descripción exacta de una planta o animal para su posterior reconocimiento, así como de los lugares de crecimiento pasó a ser un elemento importante para seguir explorando territorios lejanos", señalan los autores.
De entre todas las especies exóticas el "clavo de olor", como se llamaba antiguamente, era el producto más codiciado en la época, por encima de la pimienta negra, la canela o el jengibre.
"Fluctuaba mucho, pero se dice que el precio del kilo de clavo se tasaba en oro", se explica en uno de los capítulos. No en vano, la nao Victoria trajo en sus bodegas 27.000 kilos (600 quintales) de esta especia, lo que posibilitó recuperar la inversión económica realizada en la expedición.
De ese modo, su carestía residía en varios aspectos ya que el árbol del clavo solo crecía en las montañas de cinco islas pequeñas del archipiélago de Las Molucas. Además, esta especia tiene una gran cantidad de aceite esencial, entre el 15 y el 20% en relación a su peso seco, y es la que más cantidad de eugenol contiene. Este compuesto es un eficaz antioxidante y aromatizante, de ahí su utilización en la alimentación y para fines medicinales.
Los autores señalan que el tipo y número de productos en los que se añade el clavo de olor o su aceite esencial ha crecido exponencialmente tanto en medicina como en cosmética y alimentación.