"Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo". Este el comienzo de Cien años de soledad, una de las más grandes novelas escritas en castellano e indiscutiblemente una de las cien mejores de la historia de la literatura universal. La genial obra Gabriel García Márquez se publicó por primera vez el 30 de mayo de 1967 en la Editorial Sudamericana de Buenos Aires, ha sido traducida a 35 idiomas y se le calculan unas ventas de más de 50 millones de ejemplares en todo el mundo.
Gabriel José de la Concordia García Márquez nació el 6 de marzo de 1928 en Aracataca, un pequeño pueblo costero colombiano. Era el mayor de los doce hijos que tuvieron Gabriel Eligio García, uno de los muchos emigrantes que llegaron a la región a principios del siglo XX, y Luisa Santiaga Márquez, la hija de un coronel que no admitía su relación con el que sería su marido. Sin embargo, el pequeño Gabriel, 'Gabo', se crió en casa de los padres de su madre hasta que a los ocho años murió Nicolás Márquez, su abuelo, al que siempre se sintió estrechamente unido.
Tras su desaparición, el futuro escritor se trasladó con sus padres, primero a Sucre y más tarde a Barranquilla. Un año más tarde se traslada a Bogotá para estudiar Derecho y Ciencias Políticas, sin embargo, en 1948 abandonó la universidad y también la capital tras los disturbios que siguieron al asesinato del líder popular Jorge Eliécer y que se conoció como el ‘Bogotazo’.
Desde Bogotá,
García Márquez se trasladó a Cartagena de Indias, donde empezó a trabajar como periodista para el diario
El Universal antes de mudarse de nuevo a
Barranquilla y comenzar a escribir en
El Heraldo. Su regreso a la capital se produciría en 1954 y fue para trabajar como redactor y crítico de cine en
El Espectador. Un año más tarde escribe
Un día después del sábado y tras viajar por Europa regresa a América y contrae matrimonio con
Mercedes Barcha, con la que tuvo
dos hijos, Rodrigo y Gonzalo.
Realismo mágico y boom latinoamericano
En 1962 ya había escrito El coronel no tiene quien le escriba, Los funerales de la Mamá Grande y La mala hora. Después de peregrinar por Venezuela y México, el futuro Premio Nobel se trasladó a Nueva York para trabajar como corresponsal de Prensa Latina, pero sus inclinaciones políticas no pasaron desapercibidas para la CIA, que le sometió a vigilancia, ni tampoco para algunos grupos de exiliados cubanos cuyas amenazas provocaron el regreso del escritor a México en 1965, dos años antes de la publicación de su inmortal Cien años de soledad, la novela con la que el colombiano reinventó la literatura.
La historia de la saga de la familia Buendía en el pueblo de Macondo es considerada como la referencia fundamental de lo que pronto se conoció como "realismo mágico", esa peculiar forma narrativa en la que los hechos fantásticos se narran como normales a partir y desde el punto de vista de la cultura que los genera. No obstante, el que esto escribe tuvo la suerte de conversar largo y tendido con el también colombiano Álvaro Mutis, Premio Cervantes y Príncipe de Asturias y entrañable amigo de García Márquez, sobre el tema y el padre literario del inolvidable Maqroll el Gaviero me aseguró: “En realidad el realismo mágico no existe, nos lo inventamos Gabo y yo en una noche de borrachera. Lo que sucede es que lo que aquí os parece extraordinario allí es lo habitual, porque las cosas suceden así al otro lado del Atlántico, por eso es realismo y vosotros le añadís lo de mágico porque no os lo creeis”.
Sea como fuere, Cien años de soledad es también tomada como referente del llamado boom latinoamericano, la vasta producción literaria de una irrepetible nómina de autores que durante el tercer cuarto del siglo pasado se dio a conocer en todo el mundo gracias a una serie de nombres tan grandes como Mario Vargas Llosa, Miguel Ángel Asturias, Álvaro Mutis, Alejo Carpentier, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, José Lezama Lima, Juan Rulfo y muchos otros que, con Gabriel García Márquez a la cabeza, renovaron la literatura con su particular técnica narrativa y dieron a conocer al mundo a los escritores latinoamericanos.
Tras el impactante éxito de Cien años de soledad vieron la luz Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo, Relato de un naufrago, La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada, Cuando era feliz e indocumentado, Ojos de perro azul, El otoño del patriarca, Crónica de una muerte anunciada, El secuestro y El olor de la guayaba, publicado en 1982, el mismo año en el que el escritor colombiano es galardonado por la Academia Sueca con el Premio Nobel de Literatura.
'La soledad de América Latina'
En su discurso de aceptación del Nobel, que el escritor tituló La soledad de América Latina, García Márquez aseguró entre otras cosas y tras referirse a la situación de enfrentamientos, conflictos y dictaduras por la que en aquellos años atravesaba el Cono Sur: "Me atrevo a pensar que es esta realidad descomunal, y no sólo su expresión literaria, la que este año ha merecido la atención de la Academia Sueca de la Letras. Una realidad que no es la del papel, sino que vive con nosotros y determina cada instante de nuestras incontables muertes cotidianas, y que sustenta un manantial de creación insaciable, pleno de desdicha y de belleza, del cual éste colombiano errante y nostálgico no es más que una cifra más señalada por la suerte".
El genio colombiano continuó escribiendo tras la concesión del Nobel y durante las décadas de los ochenta y noventa publicó una serie de obras hoy unánimemente consideradas como clásicos, entre otras, El amor en los tiempos del cólera, Diatriba de amor contra un hombre sentado, Las aventuras de Miguel Littín clandestino en Chile, El general en su laberinto o Noticia de un secuestro. Además, en 1994, junto a su hermano Jaime, crea la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) y cuatro años después, en 1998, se convirtió en presidente del Consejo Editorial y copropietario de la Revista Cambio.
Al año siguiente los médicos le diagnosticaron un cáncer linfático y en una entrevista publicada más tarde en el Tiempo de Bogotá declaró: "Hace unos años fui sometido a un tratamiento de tres meses contra un linfoma, y hoy me sorprendo yo mismo de la enorme lotería que ha sido ese tropiezo en mi vida. Por el temor de no tener tiempo para terminar los tres tomos de mis memorias y dos libros de cuentos que tenía a medias, reduje al mínimo las relaciones con mis amigos, desconecté el teléfono, cancelé los viajes y toda clase de compromisos pendientes y futuros, y me encerré a escribir todos los días sin interrupción desde las ocho de la mañana hasta las dos de la tarde. Durante ese tiempo, ya sin medicinas de ninguna clase, mis relaciones con los médicos se redujeron a controles anuales y a una dieta sencilla para no pasarme de peso. Mientras tanto, regresé al periodismo, volví a mi vicio favorito de la música y me puse al día en mis lecturas atrasadas".
Precisamente fue su autobiografía, Vivir para contarla, publicada en 2002, el penúltimo volumen de su inmensa obra. El último apareció en 2004, Memoria de mis putas tristes, una obra tan corta como intensa que demuestra como medio siglo después de la publicación de su primera narración, el escritor colombiano que renovó la literatura castellana, continuaba siendo una referencia imprescindible en la literatura universal.
En abril de 2014 fue internado en el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición, en México D. F., a causa de una recaída del cáncer linfático que se le diagnosticó 15 años antes, pero el tumor ya se había extendido por hígado y pulmón lo que precipitó que su muerte el 17 de abril de 2014. Tras su muerte, el entonces presidente colombiano Juan Manuel Santos decretó tres días de luto nacional y se refirió a Gabriel García Márquez como “el colombiano que, en toda la historia de nuestro país, más lejos y más alto ha llevado el nombre de la patria”.