Javier Cercas nació en Ibahernando, Cáceres, en 1962. Su obra, traducida a más de treinta lenguas, cuenta con títulos tan fundamentales como Soldados de Salamina, La velocidad de la luz, Anatomía de un instante o El monarca de las sombras, reconocidas con prestigiosos premios nacionales e internacionales. Ha recibido, además, varios premios de ensayo y periodismo, y diversos reconocimientos al conjunto de su carrera, como el Prix Ulysse, en Francia, o el Premio Internazionale del Salone del Libro di Torino, el Premio Friuladria, el Premio Internazionale Città di Vigevano, o el Premio Sicilia, todos ellos en Italia. Ahora acaba de ganar el Premio Planeta 2019 con Terra Alta, una novela repleta de personajes memorables en la que a través de una narración trepidante se convierte en una lúcida reflexión sobre el valor de la ley, la posibilidad de la justicia y la legitimidad de la venganza, pero sobre todo en la epopeya de un hombre en busca de su lugar en el mundo.
PREGUNTA.: ¿Por qué eligió la comarca de la Terra Alta para su novela?
RESPUESTA: Cuando acabé mi anterior libro, El monarca de las sombras, tuve la certeza de que ahí acababa algo que había empezado en Soldados de Salamina. Sentí que ya había dicho todo lo que tenía que decir en ese territorio especial de la autoficción, novela sin ficción, el pasado muy presente. '¿Y qué vas a hacer?', me preguntaron, contesté que no lo sabía, que si no me quedaba más pues no me quedaba más. Tenía una fórmula que me había ido bien y podría haberme repetido, pero repetirse es la muerte de un escritor. Había descubierto la Terra Alta, un sitio apartado que muchos catalanes ni siquiera conocen, un lugar del que, como dice uno de los personajes de la novela, ‘es un sitio del que sólo se acuerdan para bombardearnos’, porque fue uno de los escenarios más cruentos de la batalla del Ebro. Yo lo conocía porque el último capítulo de El monarca de las sombras transcurre allí, fui para documentarme y aquel territorio, aquel paisaje de western me deslumbró, de hecho pienso en este libro como en un western disfrazado de libro de thriller. También, en cierto modo me recordó a Extremadura, a mis orígenes en un pueblo olvidado, relegado y pobre.
P.: ¿Cómo nació la novela?
R.: ¿Versión larga o corta?
P.: Larga, por favor...
R.: A la mañana siguiente de presentar el libro en la Terra Alta me di cuenta de que habían intentado abrirme el coche y fui a Gandesa, la capital, para poner una denuncia en la comisaría y allí encontré a un tipo vestido de civil que cogió el material para buscar huellas digitales en el vehículo. Al acabar su trabajo me dijo: “Ahora tiene usted que pagarme, porque mi mujer ha leído todos sus libros y le encantaría que se los firmara”. Cuando fui a su casa y estaba firmando, aquel hombre me contó que era de Barcelona, llegó a la Terra Alta, se casó, tuvo una niña y allí estaba estupendamente. Solo tenía un problema, el silencio le impedía dormir. Cuando me fui pensé qué sucedería si en un lugar donde nunca pasa nada de repente pasara algo, y además le pasara a un tipo tan urbanita que ni siquiera puede dormir por culpa del silencio; un hombre que encuentra una patria, su lugar en el mundo en la Terra Alta. Más tarde me vino a la cabeza la primera frase del segundo capítulo “Se llamaba Melchor porque el primer día que lo vio su madre recién salido de su vientre, chorreando sangre, dijo, entre sollozos, que parecía un rey mago”. Y también me vino otra frase, “Su madre se llamaba Rosario y era puta”. En ese momento pensé que podía haber encontrado algo distinto y rápidamente hice una especie de esbozo, largo, de dos páginas, que aún debo tener en algún sitio... y ahí me quedé.
Esto sucedió en agosto. Luego llegó el otoño catalán y entonces hice una cosa que nunca antes había hecho: no hacer nada. Parar. Dedicarme a escribir artículos para la prensa extranjera, hablar con periodistas extranjeros y contarles lo que estaba pasando porque en torno a mí se había desatado una tormenta de mentiras, una inundación de mentiras, y a angustiarme y volverme loco ante lo que estaba pasando. Y así me pasé dos meses. En noviembre, cuando el tema se calmó después del 155, volví al libro y cuando volví yo ya era otra persona (Risas). Lo que quiero decir con esto es que este libro es distinto porque yo me he renovado y soy una persona distinta, así de fácil.
P.: ¿Por qué sitúa la novela en un futuro tan cercano como 2021?
R.: Porque yo, en un momento determinado, no se en cual, decidí que el protagonista iba a ser el tipo que se carga a los cuatro yihadistas de Cambrils. Es un hombre real al que espero conocer, pero del que no sabíamos nada, lo cual le hacía ideal para un escritor porque los escritores trabajamos con la oscuridad y con la basura, con lo peor. La felicidad, las cosas buenas no son buen carburante para el escritor. Entonces necesitaba ese espacio de tiempo, es una cuestión puramente técnica, porque el 2021 no es un futuro muy lejano, está aquí mismo. Fue simplemente por una cuestión de ajuste porque necesitaba que hubiese pasado un cierto tiempo, que el protagonista se hubiese asentado en la Terra Alta y una serie de cosas que fui descubriendo a medida que escribía
P.: La novela también es un homenaje a Los Miserables, ¿de qué forma le influyó la obra de Víctor Hugo?
R.: A mi no tanto, pero al protagonista, Melchor, sí, para él ese libro es decisivo y lo elegí por muchos motivos. Es un libro que tiene un impacto fenomenal en su época, inimaginable, y en Melchor fue como una bomba atómica, es un libro que le cambia la vida, como hacen los grandes libros, le convierte en un lector salvaje que no hace distinción entre la literatura y la vida, para él leer es vivir más y de una manera más rica y más compleja, porque la literatura es útil, siempre que no busque serlo porque entonces se convierte en propaganda. Melchor es el lector ideal, así de fácil. Y además le hace convertirse en policía y decir que quiere ser algo extraordinario. El personaje que le conviene en lector es el bibliotecario de la cárcel y le dice que la mitad de un libro la pone el autor y la otra mitad el lector. Melchor se enamora del malo y reflexiona que el malo es el bueno y es su modelo, él quiere ser como ese, como Javert, el policía de Los Miserables. Javert es el prototipo de policía, no hay policía más policía que él en la historia de la literatura universal. Por eso elegí Los Miserables. Yo leí el libro cuando era joven y me gustó mucho, pero no es uno de los libros que han marcado mi vida, en cambio la de Melchor la marca por completo y le hace dar un cambio radical. Así es el mundo de la literatura, cada lector tiene su propio libro.
P.: Parece que ha pasado de los "relatos reales" a la ficción con un mosso de esquadra como protagonista....
R.: La ficción pura no existe. Es un invento de los que no saben lo que es la ficción. Desde Homero hasta hoy, la ficción siempre ha estado mezclada con la realidad, por eso es interesante, porque la realidad es su carburante, porque se parte de la realidad para crear una realidad alternativa basada en la realidad, en la realidad cotidiana, en la experiencia, en la realidad que todos conocemos. Si existiera la ficción pura, ni se entendería ni tendría el menor interés. Pero sí es verdad que yo he escrito novelas en las que no había ficción y en cambio en esta novela predomina la ficción. Melchor no se parece, aparentemente, en nada a mí, su biografía no tiene nada que ver con la mía, los personajes que aparecen son inventados. Aunque... todas las novelas son autobiográficas, todas parten de la realidad, son autobiográficas no porque uno cuente su vida en ellas, sino porque en ellas el autor mete lo más profundo , lo más secreto. Melchor no soy yo, pero al mismo tiempo sí lo soy, de la misma forma que Flaubert dijo: "Madame Bovary soy yo", porque él había metido todo lo más profundo, lo más serio que tenía que decir en esa adúltera. Y, yo también soy Melchor (Risas).
P.: ¿Por qué ha declarado que la Terra Alta se convirtió en su patria?
R.: Cuando el libro se publicó fui a presentarlo allí, al aire libre, delante del palacio que fue habilitado como hospital durante la guerra, en ‘un lugar donde nunca pasa nada’ -como dice otro personaje de la novela-. En la presentación dije que allí había encontrado una suerte de patria, en un sentido muy preciso, en el sentido que le da Cervantes en el Quijote cuando después de 1.000 páginas regresan a su pueblecito y Sancho, rodilla en tierra, exclama “Oh, patria mía, dónde están mi mujer y mis seres queridos”. No tiene un sentido político, para Cervantes tiene un sentido personal, afectivo, sentimental, es el lugar de los afectos. Es verdad, allí encontré una suerte de patria.
P.: ¿La justicia absoluta puede ser la más absoluta de las injusticias?
R.: Ese es uno de los temas fundamentales de la novela. Por una parte el de la justicia y por otra algo más profundo todavía y es que Melchor aprende y el libro puede leerse como una novela del aprendizaje de un joven, un chaval muy joven que aprende determinadas cosas que le llevan a la madurez. Aprende, y de eso habla el libro, cómo lo bueno llevado al extremo puede convertirse en malo. No existen valores absolutos. Si lo apostamos todo a un valor acabamos provocando catástrofes. La vida madura consiste en encontrar un equilibrio de valores. La justicia absoluta puede ser la más absoluta de las injusticias, sí, pero Melchor no entiende eso, no quiere entenderlo, él es un defensor a ultranza de la ley, pero a donde no llega la ley llega él y se lía a golpes con los hombres que maltratan mujeres, por ejemplo. Su sed feroz, su pasión salvaje por la justicia le lleva a cometer injusticias.
P.: Entonces, ¿es legítima la venganza?
R.: El trabajo de los novelistas consiste en formular preguntas complejas de la manera más compleja posible y no contestarlas. Tenemos prohibido contestar preguntas o, al menos, contestarlas de manera clara, nítida, taxativa, inequívoca. Nuestras respuestas son siempre ambiguas, contradictorias, poliédricas, irónicas en definitiva. Es el lector, si quiere, el que tiene las respuestas. Nosotros lo tenemos prohibido, las verdades de la literatura son así, Don Quijote es ridículo y heroico, está cuerdo y está loco. Esas son las verdades de la literatura. Es el lector quien debe decidir al final del libro si la venganza es legítima o no. Pero no hay respuesta a esa pregunta, no debe haber respuesta a esa pregunta en un caso muy concreto.
P.: La novela no va ni de política ni del procés, pero habla de política y ha declarado que no la habría escrito sin el procés...
R.: Así es. Esto no trata de la crisis catalana que aparece un par de veces como una pincelada porque era inevitable, hay policías, es 1 de octubre, pero apenas es un párrafo. Luego aparecen los atentados que no son propiamente la crisis catalana, aunque forman, colateralmente, parte de ella. Pero yo, durante el otoño de 2017, cuando Cataluña vivió una situación que Josep Fontana el gran historiador catalán, filo independentista en su vejez, calificó de prebélica, el septiembre y octubre catalán, en esos meses, en realidad durante toda la crisis, pero sobre todo en esos meses, vi, experimenté, sentí cosas que nunca había visto, experimentado ni sentido. Hasta entonces esas cosas sólo las había visto en la literatura y en el cine, pero no en la realidad, y a mí esas cosas me transformaron por completo.
P.: Usted nació en Extremadura y siendo pequeño su familia emigró a Cataluña, ¿de qué forma ha podido influir esta experiencia, si es que lo ha hecho, en su carrera literaria?
R.: Totalmente. Yo no sería escritor sin ese hecho fundacional. Soy un escritor porque soy un desarraigado. Porque perdí mi lugar en el mundo que era mi pueblo. Cuando te vas ya no puedes volver. Yo creía que había encontrado otra patria pero… últimamente tengo mis dudas.
P.: ¿'Tierra Alta' es radicalmente distinto a los libros que ha escrito hasta ahora?
R.: Sí, efectivamente, este libro es un libro radicalmente distinto de los que he escrito antes y al mismo tiempo radicalmente fiel a ellos, o al menos es lo que he intentado, y lo es porque yo soy una persona distinta. Soy un escritor distinto porque soy una persona distinta. Para mí hay un antes y un después del otoño catalán de 2017 y cada vez que le dije esto a periodistas el día de ganar el Planeta, me contestaron: para mí también. No sabemos todavía cómo nos ha cambiado, pero nos ha cambiado profundamente. Esto es un intento de entender, para mí, cómo he cambiado yo, qué es lo que ha cambiado en mi vida, porque yo soy otra persona y no soy el único.
P.: ¿Cree que la situación en Cataluña tiene solución, y si es así, cual puede ser?
R.: Sí, no sé cuál, pero sí. Manuel Vilas propuso una, que se aparezca el Espíritu Santo, y alguien, sorprendentemente arregle esto. Por ahora es la solución más inmediata. A parte de eso… Esto va a tardar. Construir algo es muy difícil y lleva mucho tiempo, destruirlo es muy fácil, no se tarda nada, puede hacerse de un día para otro como nos ha enseñado la historia. Y reconstruirlo es dificilísimo. Es muy complicado.