Uno de los más sólidos mitos de la historia del cine, Humphrey DeForest Bogart, había nacido en Nueva York, el 25 de diciembre de 1899, y era el mayor de los tres hijos de una familia acomodada que nunca sufrió apreturas económicas gracias a que su padre fue un prestigioso cirujano y su madre una conocida fotógrafa e ilustradora de revistas.
Si bien sus padres planearon que el joven Humphrey estudiase medicina, se vieron obligados a abandonar esta idea cuando su hijo fue expulsado por mal comportamiento del centro en el que estudiaba y se alistó en la marina con la que participó en la Primera Guerra Mundial. Fue entonces cuando su barco, el S.S. Leviathan, resultó alcanzado por los torpedos de un submarino alemán que, si bien no hundieron el buque si causaron importantes daños en él. Bogart sufrió el impacto en la boca de un gran trozo de madera que le paralizó el labio superior y le obligó a hablar de esa forma tan característica que más tarde le ayudaría a triunfar en su carrera como actor.
Una carrera que inició tras regresar de la guerra, en 1918 cuando comenzó a trabajar como gerente para un productor teatral que le animó a probar suerte como actor de teatro en Nueva York. Pero su éxito en los escenarios de Broadway fue bastante modesto y Bogart decidió trasladarse a Hollywood y probar suerte en el cine.
De la mano de Murray Roth, realizó su debut el año 1930 en un musical, Broadway's Like That, y ese mismo año trabajó en El conquistador, de Irving Cummings, y Río arriba, dirigida por John Ford.
Tres matrimonios antes de encontrar a Lauren Bacall
Ni su aspecto físico ni su forma de hablar se acomodaban al tipo de galanes que entonces triunfaban en Hollywood, pero poco a poco se fue abriendo camino en la gran pantalla gracias a papeles secundarios en títulos como Cuerpo y alma (1931), de Alfred Santell; ¡Vaya mujeres!(1931), de Raoul Walsh; El temerario (1931), de Irving Cummings; Juventud moderna (1932), de Thornton Freeland; o Tres vidas de mujer (1932), de Mervyn LeRoy.
Para entonces, Bogart ya se había casado en dos ocasiones, en 1926 con la actriz Helen Menken y en 1928 con la también actriz Mary Philips, una relación que se mantuvo hasta 1938 cuando también se divorció para casarse, cinco días después, con otra actriz, Mayo Methot. Con Mayo estuvo casado durante siete años, hasta que encontró el gran amor de su vida, Lauren Bacall, con la que se casó en 1946 y tuvo dos hijos, además de formar uno de los matrimonio más unidos y carismáticos de Hollywood y de coprotagonizar cuatro de las mejores películas de su carrera (Tener y no tener, El sueño eterno, La senda tenebrosa y Cayo Largo).
Su fama de duro se forjó en las películas que durante la década de los treinta realizó para la Warner. En aquella etapa compartió reparto con actores de la talla de Edward G. Robinson, James Cagney, Bette Davis y Leslie Howard, sin embargo, a pesar de que su caché se incrementó, no pasaba de ser un actor al que recurrir para compartir cartel con las grandes estrellas, un status que Bogart aún no había alcanzado.
El nacimiento de un icono de la gran pantalla
Fue a principios de los cuarenta cuando el actor encontraría los papeles que le catapultarían a la fama. En 1940 rueda con Raould Walsh La pasión ciega y un año después repite con el mismo director en El último refugio donde logró una actuación memorable a la que siguió su antológica interpretación de Sam Spade en El halcón maltés, dirigida por John Huston en 1941. Un año después, en 1942, rueda junto a Ingrid Bergman la histórica Casablanca, dirigida por Michael Curtiz. Una película mítica que consagró a Bogart como un verdadero icono de la gran pantalla.
A partir de aquí, los títulos de películas de Humphrey Bogart, que por derecho propio están en la historia del cine, se definen por sí mismos: Sahara (1943) de Zoltan Korda, Tener y no tener (1944) y El sueño eterno (1946), dirigidas por Howard Hawks, La senda tenebrosa (1947) de Delmer Daves, Callejón sin salida (1947) de John Cromwell, Cayo Largo (1948) y El tesoro de Sierra Madre (1948), ambas de John Huston o Llamad a cualquier puerta (1949), dirigida por Nicholas Ray.
Para Bogart fue una década maravillosa en lo personal y lo profesional. Además de casarse con Lauren Bacall y continuar construyendo su imagen de duro en las pantallas, Bogart se mostró también fuera de ellas como un ciudadano emprendedor y comprometido que montó su propia productora, Santana Pictures, y no dudó en encabezar en Washington las protestas contra la Caza de Brujas organizada por el macarthismo. La fama de 'Bogie' se extendía dentro y fuera de las salas de cine.
Una gran carrera con un solo Oscar
En los años cincuenta las cosas también comenzaron viento en popa para el actor que ya estuvo nominado al Oscar por Casablanca (como en 1954 lo estaría por El motín del Cane) y que inició la década rodando con John Huston La reina de Africa (1951), la película por la que consiguió el único Oscar de su carrera gracias a su interpretación de un aventurero alcohólico que se redime en el África profunda junto a Katharine Hepburn. Aquel que junto a Bogart, se diputaban la estatuilla al mejor actor nada menos que Montgomery Clift por Un lugar en el sol, Marlon Brando por Un tranvía llamado deseo, Fredric March por Muerte de un viajante y Arthur Kennedy por Nuevo amanecer.
Después continuaron llegando películas históricas como El cuarto poder (1952), de Richard Brooks, La condesa descalza (1954) de John L. Mankiewicz, La burla del diablo (1954) de John Huston, El motín del Caine (1954) de Edward Dmytryk, Sabrina (1954) de Billy Wilder, Horas desesperadas (1955) de William Wyler y el último título de su carrera, Más dura será la caída (1956), una sensacional película sobre el mundo del boxeo dirigida por Mark Robson tan sólo unos meses antes de que el hombre que mejor supo fumar ante una cámara de cine, muriese en Hollywood a consecuencia de un cáncer de garganta, el 14 de enero de 1957, a los 58 años de edad.