"Paso por ser un escritor insensible, pero eso no tiene sentido. Personalmente soy sensible y hasta tímido. A veces soy cáustico y belicoso en extremo; otras absolutamente sentimental. No soy un ser sociable porque me aburro con mucha facilidad, y el término medio nunca me satisface, ni en la gente ni en ninguna otra cosa", así se definía a sí mismo Raymond Chandler, grande entre los más grandes de la historia de la novela negra.
Raymond Thornton Chandler, nació en Chicago el 22 de julio de 1888, pero su infancia y, consecuentemente, su educación transcurrió en Gran Bretaña hasta donde se trasladó tras el divorcio de sus padres. De hecho, al cumplir los 19 años y tras completar sus estudios en Francia y Alemania, el joven escritor se convirtió en súbdito británico.
A pesar de ello, Raymond Chandler se enmarca dentro de la más profunda tradición de escritores norteamericanos hechos a sí mismos después de haber experimentado en carne propia la dureza de una vida errante que le llevó a ganarse el sustento en los más distintos oficios como soldado, empleado de banca, periodista y hasta ejecutivo de una compañía petrolera de la que fue despedido a causa de sus constantes escarceos amorosos con sus compañeras de trabajo.
Todas estas experiencias resultarían a la postre fundamentales para el nacimiento del más famoso de sus personajes literarios, el detective privado Philip Marlowe, prototipo clásico de los protagonistas de la mejor novela policíaca que tendría también su continuación en la gran pantalla con multitud de producciones dedicadas al cine negro.
Como periodista Chandler trabajó entre 1908 y 1912 para varios periódicos ingleses mientras publicaba sus primeros poemas y también su primer relato The Rose Leaf Romance. Tras combatir en la Primera Guerra mundial, el escritor regresa a Estados Unidos. Allí contrae matrimonio en 1924 con una mujer 18 años mayor que él, Pearl Cecily Bowen, a la que permanecería siempre unido hasta la muerte de ella en 1954. Fue precisamente su querida 'Cissy', como cariñosamente la llamaba Raymond Chandler, quien le empujó en 1933, cuando el escritor ya había cumplido los 45 años, a abandonar todo aquello que no fuera centrarse exclusivamente en la creación literaria.
Philip Marlowe frente a Sam Spade
Comenzó su carrera escribiendo relatos al estilo de su admirado Dashiell Hammett, padre literario del inolvidable Sam Spade que alcanzó sus mayores cotas en El halcón maltés, en revistas de corte pulp, pero pronto se vería que el estilo de ambos maestros se diferenciaba claramente. La literatura fría y distanciada de Hammett creaba unos personajes y situaciones muy diferentes a los que nacieron del romanticismo contenido y empapado de amargura de Chandler que alcanzaría su máxima expresión con Philip Marlowe desde su primera novela, El sueño eterno, que ya protagonizaría el ecléctico detective.
Tanto Dashiel Hammett como Raymond Chandler construyeron los cimientos de la novela negra norteamericana, tan diferente a la europea, en base a la denuncia de la ambición humana que prospera dentro de una sociedad corrompida donde el dinero y el poder están por encima de las relaciones humanas y en las que el crimen y la marginación florecen al amparo de la injusticia. Mientras en Europa los escritores que cultivaban este género buscaban atrapar al lector haciéndole pensar quién podía ser el asesino, Chandler y Hammet le invitaban a preguntarse el por qué se había cometido un asesinato.
Ambos, Chandler y Hammett, compartían esquemas literarios muy similares, pero, por medio de sus protagonistas -prototipos de los detectives de la novela negra-, construidos desde trincheras muy distintas. En Los Angeles, el Philip Marlowe de Raymond Chanler está perfilado con una espesa capa de quijotismo que le lleva a preferir la cárcel antes que delatar a un amigo, mientras que en San Francisco, el Sam Spade de Dashiel Hammet, protegido tras su máscara de cinismo, no duda en entregar a la mujer que ama con tal de no ir a prisión.
En El sueño eterno, publicada en 1939, el maduro y, a su modo, caballeresco, detective privado Philip Marlowe se asoma a las cloacas de una sociedad, la de Los Angeles de los años 30, en apariencia tan honesta como puritana, a través de unas páginas rebosantes de tensión y espléndidos diálogos que serían llevadas a la gran pantalla en 1946 por Howard Hawks, con Humphrey Bogart y Lauren Bacall como protagonistas.
El detective como alter ego
A principios de la década de los cuarenta Chandler ya había publicado cerca de veinte relatos que en los años siguientes fue recuperando como base para sus novelas. En 1943 comienza a trabajar como guionista en Hollywood con 'Perdición', a las órdenes del maestro Billy Wilder, un director que, a pesar de no llevarse bien en lo personal con el escritor, supo reconocer su inmenso talento y ponerlo al servicio de la gran pantalla como más tarde harían entre otros Alfred Hitchcock en Extraños en un tren, George Marshall en La dalia azul, Robert Altman en El largo adiós, John Brahm en La ventana siniestra o Robert Montgomery en La dama del lago.
La calidad literaria de la obra de Raymond Chandler le llevó a ser unánimemente reconocido no sólo como gran maestro de la novela negra, sino como a uno de los grandes escritores norteamericanos del siglo XX. Trasunto del propio autor, la personalidad de Philip Marlowe, solitario, escéptico y bebedor, corría pareja a la del propio Chandler que incluso llegó a intentar el suicidio en dos ocasiones tras la muerte de su esposa, aquejada de fibrosis pulmonar, en 1954. De hecho, en la última e inconclusa novela del escritor, el desmoronamiento del detective es tan patente como el de su creador que no podría acabar aquel relato antes de morir en la localidad californiana de La Jolla, a los setenta años, el 26 de marzo de 1959.