Irmgard Furchner fue una antigua secretaria de un campo de concentración nazi, de 96 años de edad, que se dio a la fuga antes de la apertura de su juicio. Fue hallada este pasado jueves por la policía alemana a las 13:50 horas local cuando caminaba por una avenida de Hamburgo. Seguidamente, fue trasladada a la comisaría para prestar declaración, según informan varios medios.
Exsecretaria del campo de concentración nazi de Stutthof, ubicado en territorio polaco, debía comparecer este jueves por complicidad en asesinato en más de 11.000 casos, cuando tenía 18 años.
Actualmente vivía en una residencia de mayores de Quickborn, en el estado federal de Schelesqig-Holstein, en el norte de Alemania. Allí tomó un taxi a la estación de metro de Hamburgo, tras lo cual se le perdió la pista.
Tras conocer la fuga, se dictó una orden de detención contra la nonagenaria, acusada de prestar ayuda en el asesinato sistemático de prisioneros en el campo de Stutthof, donde fue taquígrafa y mecanógrafa de la comandancia entre 1943 y 1945.
Campo de concentración nazi de Stutthof
"Quiero ahorrarme esta vergüenza"
Furchner ya había declarado en dos ocasiones como testigo, en 1954 y 1963, acerca de su papel en el campo de concentración. En 1954 declaró que toda la correspondencia con la oficina centra de las SS había pasado por sus manos y que el comandante del campo, Paul-Werner Hoppe, le dictaba diariamente escritos y mensajes de radio. También aseguró que durante sus servicio en el campo nunca había sido consciente de la maquinaria asesina que mató a decenas de miles de personas.
"Quiero ahorrarme esta vergüenza y no convertirme en objeto de burla para la humanidad", alegaba en esta ocasión en una carta escrita a mano y dirigida al tribunal, en la que explicaba su intención de no comparecer debido a su avanzada edad y "limitaciones físicas", pidiendo ser representada por su abogado, a lo que el juez le respondió advirtiéndole de las implicaciones de no asistir al juicio.
"Con 18 o 19 años no hice nada por lo que tenga que asumir responsabilidad con 96 años", añadía en su carta, incluso después de que fuese a ser juzgada por un tribunal de menores, ya que los hechos por los que se le acusa tuvieron lugar cuando tenía 18 años.
Se estima que en el campo de concentración de Stutthof murieron durante la II Guerra mundial alrededor de 65.000 prisioneros, entre ellos muchos judios, principalmente por debilitamiento y enfermedad. Entre ellos, al menos 200 prisioneros fueron asesinados con ciclón B en la cámara de gas y en el interior de un vagón de tren clausurado y otros 30 de un disparo en la nuca en un lugar secreto ubicado en el crematorio.
De forma similar, en 2020, un exguardia de Stutthof, de 93 años, fue condenado a una pena simbólica de dos años de libertad vigilada por complicidad en asesinato en 5.230 casos, igualmente acusado por hechos que tuvieron lugar cuando tenía 17 años.
De esta forma, Irmgard Furchner es la última de una serie de nonagenarios que fueron acusado de crímenes del Holocausto, en un intento apresurado por parte de los fiscales de aprovechar la última oportunidad de hacer justicia a las víctimas de uno de los peores asesinatos en masa de la historia.
El cazador de nazis que no se rinde sin importar la edad de sus presas
Hace 75 años de los juicios de Nuremberg donde se llevó al banquillo a algunos de los diseñadores de este exterminio masivo. Aquellos que quedaron sin castigo tienen ya una edad muy avanzada, pero no es algo que preocupe al doctor Efraim Zuroff (@EZuroff), de 73 años.
La razón para no detener su tarea de localizar a los criminales nazis que no fueron juzgados, más allá de las personales (su tío abuelo fue rabino y murió víctima del holocausto), es que no se han arrepentido de lo que hicieron, según comentó en una entrevista a la BBC. "En todos estos años nunca me he topado con un criminal nazi que expresara remordimiento y buscara reparar lo que hizo".
Por tanto, la edad para él no es ningún atenuante en comparación con los crímenes que cometieron. El caso de Irmgard Furchner es uno de los que está siguiendo muy de cerca, junto al de Josef Schutz, de 100 años, acusado de trabajar como guardia por más de tres años en el campo de concentración de Sachsenhausen, en las cercanías de Berlín, donde fue presuntamente cómplice de 3.512 asesinatos.
"Mientras este empeño continúe, en teoría esta gente no puede dormir tranquila y nunca puede estar segura de que alguien no vaya a llamar a su puerta algún día", comentaba Zuroff.
En contra de la opinión de Furchner, él no cree que el paso del tiempo disminuya la culpabilidad de los crímenes cometidos, tampoco la edad.
Durante los últimos 40 años, Zuroff ha intentado encontrar el rastro de más de 3.000 sospechosos de crímenes durante el nazismo dispersos por 20 países, aunque algunos murieron antes de que pudiera encontrarlos. De los encontrados, más de una cuarentena de los casos acabaron en un juicio y aún menos terminaron con una condena.
Sin embargo, Zuroff es optimista en relación a los dos juicios que se están llevando a cabo en Alemania, una forma de hacer justicia a las víctimas. "Hace 12 o 13 años, para acusar a alguien en Alemania había que probar que había cometido un crimen específico contra una víctima específica y que lo había hecho movido por el odio". Ahora por fin se ha eliminado ese requerimiento que hacía casi imposible sentar a alguien en el banquillo. "Hoy, todo lo que necesitas es probar que esta persona prestó servicio en un campo de exterminio, que tuviera cámaras de gas y una alta mortalidad, y esto se puede mostrar a través de la documentación".
Aunque en los juicios de Nuremberg hubo miles de investigaciones y acusaciones, el empuje inicial por condenar a los nazi fue decayendo con los años, sobre todo a partir de la década de 1960. "Comparemos a un asesino en serie con un criminal nazi. En cualquier país normal, la policía estaría buscando a un asesino en serio antes que a un nazi de 90 años, porque seguirá matando hasta que se le detenga. ¿Qué posibilidades hay de que un nazi de 90 años asesine a alguien? Cero", explicaba Zuroff.
Y como ya solo dependen del tiempo para poder capturar a estos nazis, él es el único que le desee buena salud a todos ellos, según comentaba al diario británico The Guardian. Por ello, hace diez años lanzó una operación llamada "Operación Última Oportunidad", en la que ofrecía 25.000 dólares de recompensa por información sobre el paradero de nazis aún no juzgados.
Su mayor éxito hasta la fecha fue la condena al último comandante conocido de un campo de exterminio: Dinko Sakci, que dirigió el campo de Jasenovac, en la actual Croacia, en 1944, donde fueron asesinadas hasta 100.000 personas. Fue condenado a 20 años de cárcel el 4 de octubre de 1998. Nunca mostró arrepentimiento.
El está orgulloso de que su trabajo ayude a mantener vivo el recuerdo del Holocausto, y cree que los métodos empleados por los cazadores de nazis pueden servir para perseguir a otros responsables de crímenes contra la humanidad. Pero su experiencia le lleva a dudar de la capacidad de los sistemas judiciales existentes para hacer justicia a las víctimas de genocidio. Es consciente del gran desafío legal, logístico y político que supone juzgar a los autores de genocidio, pero no está dispuesto a tirar la toalla.
Sobre el autor:
María Bonillo
María Bonillo es licenciada en Comunicación Audiovisual y Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid. Escribe principalmente sobre temas de sociedad. También tiene experiencia en comunicación corporativa de empresas como OmnicomPRGroup y Pentación Espectáculos.