Los mayores han sido sin duda los grandes perjudicados por la pandemia: el mayor porcentaje de decesos lo acumula este segmento de población, fueron excluidos de los servicios sanitarios durante los momentos más duros de la epidemia y se han sometido a un autoconfinamiento, voluntario o no –como en las residencias–, de más de un año, entre otras penalidades que han impactado en su salud física y mental.
Así lo entienden organizaciones como HelpAge (@HelpAgeEspana) o Amnistía Internacional (@amnistiaespana), que han llegado a afirmar, en diferentes informes, que la crisis sanitaria ha multiplicado el riesgo de abuso y abandono de las personas mayores. Un trato incorrecto que, según estos organismos, ha venido, en ciertas ocasiones, propiciado por parte de la propia administración pública que debería haberles defendido.
Pero si los mayores se han llevado la peor parte de esta epidemia, cabe preguntarse, ¿cómo ha vivido este año y medio la comunidad LGTB sénior que, a parte del virus, sufre las consecuencias de la LGTBfobia y el edadismo?
Con motivo de la celebración del Día del Orgullo, 65Ymás ha conversado con Federico Armenteros, presidente de la Fundación de mayores LGTBIQ+ 26 de Diciembre (@fundacion26D), una organización con más de 10 años de historia, nacida en Madrid y que presta ayuda a decenas de mayores LGTB y promueve la visibilización de esta comunidad.
Pregunta - ¿Cómo valora el trato dado a los mayores durante la pandemia?
Respuesta - Creo que hay más sombras que luces. Nos ha pillado a toda la sociedad en una situación en la que no estábamos preparados. Se decía en febrero que venía, pero no nos lo creíamos. Y llegó de golpe. La cantidad de situaciones que eso conllevó: el estado de alarma, encerrarse... Fue todo tan repentino, que no nos lo creíamos. No es un tema de culpabilidades, pero creo que no teníamos músculo. Queríamos hacer una maratón y no habíamos entrenado ni ensayado. Evidentemente, no puedes. Lo pagamos toda la sociedad, pero, quien se lo llevó más gordo, fueron los mayores.
P.- ¿Ha habido edadismo por parte de las instituciones?
R.- Creo que sí. Estamos en una sociedad que está construida, por el momento, en ese edadismo. Lo vemos normal y corriente, en el triaje. Es como en una guerra. ¿Quién tiene que sobrevivir? Pues si tenías un cáncer o algo, no entrabas ni te metían en la UCI. Era compasivo, eso sí, no sufrías. Pero en los primeros momentos hubo un edadismo de tal magnitud que nos tiene que hacer reflexionar. No quisiera estar en la piel de los médicos que tuvieron que decidir. Tuvo que ser angustioso.
P.- La Fundación 26 de diciembre, que usted preside, presta ayuda directa a mayores LGTB muchos de los cuales están en riesgo de exclusión social, muchos de los cuales sufren soledad no deseada, ¿cómo hicieron para ayudarles en marzo de 2020? ¿Tuvieron que reinventarse?
R.- Tuvimos que ser muy imaginativos. No dejábamos el teléfono, porque la gente nos estaba llamando con unos ataques de ansiedad terroríficos. Y no podías hacer absolutamente nada ni ir al centro de salud y no te cogían los teléfonos. Tenemos varios voluntarios médicos que estaban desbordadísimos y nos echaban una mano. Les tuvimos que ceder o donar algún teléfono para meterles el WhatsApp y vernos y te transmitían la angustia y les tenías que tranquilizar. Nos metíamos 3 o 4 y eran horas y horas hasta que luego empezamos con el Zoom o el Teams. Intentábamos animarles. Hacíamos vídeos...
P.- Y luego comenzaron con la actividad presencial.
R.- Sí, desde septiembre, pero no de manera grupal sino individual, porque el equipo tenía que seguir trabajando. Tenían que venir, pedir cita previa, etc. Lo que pasa es que la gente también tenía mucho miedo a salir. Teníamos un enemigo que no conocíamos y había mucha angustia. Y el equipo de voluntarios también eran mayores y estaban asustados. Fue muy duro. Hemos sobrevivido a una pandemia, que era nuestra, el VIH, y era lo que más miedo nos daba, el si tengo el VIH y también el COVID la gente me va a apartar y a odiar otra vez. Y esos miedos tuvimos que ir quitándolos. Decíamos: "No te preocupes, el Covid es mucho más democrático, va a todo el mundo. No es como el VIH, que la transmisión es muy concreta. Este, es por el aire". Todo eso, lo teníamos que trabajar. Pero ha quedado mucha secuela de salud mental, mucha tristeza y mucha idea de suicidio, de que no vale la pena en el último momento, y hemos tenido que meter a psicólogos para que puedan hablar con ellos y tranquilizarles.
P.- Otro de los problemas que ha tenido el colectivo LGTB mayor es que, cuando uno de los miembros de la pareja fallecía, la otra persona no tenía derecho a pensión por no haberse casado. ¿Han vivido situaciones de este tipo también en la pandemia?
R.- Hemos mamado desde pequeños que no teníamos derechos. Siempre se nos ha tenido aparte y hemos llegado a creérnoslo. Así que, desde que hemos conseguido el Matrimonio Igualitario, muchas personas no lo han ejercido, o por miedo, o por que quede constancia de que me he casado con un hombre o una mujer en un registro. Se dicen a sí mismos: 'Bueno, pero lo importante es el cariño'. Y sí, lo es, pero también la protección que hemos perdido. Si yo no me inscribo, no tengo derechos. Podemos ser amigos o compartir piso, pero eso te merma el derecho a la pensión de viudedad.
P.- ¿Y cómo se podría corregir esta desigualdad?
R.- Casándose. No te queda otra. Nos ha pasado con la pandemia, que uno, en el último momento, en artículo mortis, va al juez a hacerlo, porque lleva 40 años viviendo con la otra persona, pero él dijo que no, que no quería casarse. Así que murió, y su pareja se quedó en la calle, sin derechos. El juzgado te va a decir en ese caso: 'Usted tiene un derecho al matrimonio, ¿por qué no lo ha ejercido?'. No era como antes, que no había esa legislación. Así que tenemos que creérnosla. Y lo mismo nos pasa con la Ley de Dependencia: hay mayores que no la piden y están tirados en su casa porque todavía no se creen con derechos. La homofobia interiorizada que tenemos nosotros es más dura que la social. Para esa, ya hay leyes y derechos, pero no los ejercemos, porque pensamos: '¿Qué va a pensar mi familia?'.
P.- El LGTB mayor es un colectivo que cobra pensiones por lo general bajas.
R.- Con el tema de las pensiones es lo mismo. No somos capaces de unirnos e ir como otros colectivo a protestar. Y estamos cobrando pensiones de miseria, pero no porque nosotros hayamos querido, no.
P.- ¿El Gobierno podría compensarlo?
R.- Queda que nos reconozcan que ha habido –igual que pasaba con el tema de la guerra que, tras dos legislaturas, te daban una pensión– un colectivo que ha estado más de 40 años con leyes como la de Vagos y Maleantes o la de Peligrosidad Social, en la que ha sido el Estado el que nos ha ilegalizado, torturado y hemos ido a la cárcel. Tenemos que compensarlo de alguna manera.
P.- ¿Son optimistas? ¿Creen que lo va a hacer?
R.- No. Pero hay cambios y no es negro o blanco. El otro día, el ministro de Interior y la directora general de la Guardia Civil nos dieron la medalla de plata al mérito al colectivo de gitanas y al LGTB. Va habiendo cambios, pero no ha habido todavía un: "Hemos metido la pata en esa Ley". Aún no se nos han pedido disculpas. No hay reconocimiento de decir, como ha sido el Estado el que os ha machacado, ahora vamos a ayudaros y que las plazas sean públicas para vosotros, dependiendo de nuestro patrimonio.
P.- En 65Ymás hemos realizado una serie de reportajes sobre publicidad y mayores en los que se muestra como el edadismo está muy arraigado en la publicidad. Si los mayores son invisibles en los anuncios, el colectivo LGTB...
R.- Más. Además, nos han construido como referente Chueca. ¿Y qué es? ¿Qué es el Orgullo? Pues son chavales, sobre todo hombres gays, no lesbianas, trans o intersexuales, que son súper jóvenes, guapísimos, consumiendo de todo y siempre de fiesta. ¿Quién quiere dejar eso? Nadie. Entonces, dentro del colectivo hay mucho edadismo, gente que sufre porque tengo una arruga o porque no me digan algo. Y el mercado, porque estás en uno de sexo y consumo, te retira rápidamente. "Ya está bajando a los 35 años", me dijo una el otro día. Así que o cambiamos este concepto o vamos a tener que ser todos de 16 a 25 años.
P.- Este año, el Orgullo quiere reivindicar la Ley Trans, ¿por qué cree que se ha generado tanta polémica respecto a esta nueva legislación?
R.- Todavía tiene que haber chivos expiatorios. Con las lesbianas, los gays y los bisexuales no han podido porque nos han quitado, desde 1990, lo de enfermedad mental por parte de la OMS. Sin embargo, quedaba el tema de la transexualidad, del que no se ha querido hablar nunca, porque siempre se las ha catalogado como enfermas mentales. Pero ya es un campo de la ciencia que la diversidad humana es muy amplia y que no hay sólo lo binario. La sociedad puede decir lo que le de la gana, pero si yo me considero mujer, seré mujer. No hace falta que un psiquiatra o un médico te diga: 'Es disforia de género o está loca'. No lo estoy, sé lo que soy. Y eso ya se ha conseguido en todas las leyes autonómicas, en la de Madrid, en la Canaria, en la de Barcelona, en la de Extremadura...
P.- ¿Y por qué en concreto ahora, a nivel estatal, se rechaza?
R.- Porque se ha sentido atacado el feminismo. Y las entiendo. Es como que hemos atacado el género. Y claro que hay que quitarlo, pero no en estos momentos, cuando están matando todos los días a una mujer. Hay que trabajar para que el género no impida a la persona.
P.- ¿Llega tarde la Ley? ¿Se podría haber aprobado antes?
R.- Claro. Pero no nos olvidemos que son brindis al sol. Llevamos seis años de la Ley de Madrid, pero, ¿hay presupuesto? Tienen tanto miedo al tema de la educación. Todos saben que el mejor momento para transferir valores es en la infancia y la religión lo está haciendo desde siempre. Yo no me meto con eso, así que tiene que dejar que esta sociedad sea más plural.
P.- ¿Qué reivindica este año la fiesta del Orgullo? ¿Qué queda por hacer?
R.- Nosotros nos adherimos al manifiesto de la Federación y de las organizaciones que quieren que la Ley Trans llegue ya, que somos ciudadanos de pleno derecho. Pero también apostillamos: TRANSformando la sociedad. Necesitamos muchos heteros para cambiarla y que veamos que nos enriquece. Es lo mismo que un jardín. Siempre lo digo: cuanto más bonitos son es cuanta más diversidad hay. Somos muy diversos y eso nos va a enriquecer. ¿Tenemos que ser todos clones? Eso es lo que quieren que hagamos, pero vamos a transmitir que esta sociedad puede ir para adelante cuanto más respetuosos seamos.
Sobre el autor:
Pablo Recio
Pablo Recio es periodista especializado en salud y dependencia, es graduado en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid y comenzó su carrera profesional en el diario El Mundo cubriendo información cultural y económica.
Además, fue cofundador de la radio online Irradiando y cuenta con un máster en Gobernanza y Derechos Humanos por la Universidad Autónoma de Madrid y otro en Periodismo por el CEU San Pablo/Unidad Editorial.